Mecanismos
de reclutamiento utilizados por las redes de tráfico sexual en Nevada, Estados
Unidos
Recruiting mechanisms used by sex trafficking networks
in
Nevada, United States
Mecanismos de reclutamiento en el tráfico sexual
Karla Lorena Andrade-Rubio*, Simón Pedro Izcara-Palacios
*Correspondencia:
kandrade@uat.edu.mx/Fecha de recepción: 18 de julio de 2019/Fecha de aceptación: 20 de marzo 2020/Fecha de publicación: 31 de julio de 2020.
Universidad
Autónoma de Tamaulipas, Unidad Académica de Trabajo Social y Ciencias para el
desarrollo Humano, Centro Universitario Victoria, Ciudad Victoria, Tamaulipas,
México, C.P. 87149.
Resumen
El comercio sexual de jóvenes, que son llevadas desde
Centroamérica y México hacia Estados Unidos, ha sido ampliamente documentado, y
sin embargo, sigue siendo un problema grave, del que se desconocen sus
cambiantes dinámicas y estrategias de reclutamiento, ya sean voluntarias o
forzadas. El objetivo de este trabajo fue examinar los mecanismos utilizados
por las redes de traficantes para reclutar
mujeres migrantes, para ser prostituidas en
Nevada, Estados Unidos. Este trabajo está fundamentado en una metodología cualitativa, que incluye entrevistas a 3 reclutadores centroamericanos
y 12 mujeres de México y Centroamérica. Los principales resultados encontrados
indican que estas redes reclutan preferentemente a menores de edad,
vulnerables, con un pasado relacionado con la prostitución y necesidades
económicas apremiantes. Los mecanismos de reclutamiento utilizados por estas
redes no se basan en el uso de la violencia, sino en el abuso de una situación
de vulnerabilidad. En conclusión, el hecho de no recurrir a estrategias de
reclutamiento violentas disminuye el riesgo de esta actividad, ya que las
mujeres no les denuncian, porque no se consideran víctimas.
Palabras clave: prostitución, trata, mujeres
migrantes, redes de traficantes, Nevada.
Abstract
The international sex trade,
involving young people who are taken from Central America and Mexico to the
United States, has been widely documented. However, it remains a serious
problem, from which its changing dynamics and
recruitment strategies, whether voluntary or forced, are unknown. The objective
of this paper was to examine the mechanisms used by sex smuggling networks to
recruit migrant women to be prostituted in Nevada, USA. This research is based
on a qualitative methodology that includes interviews with 3 Central American
recruiters and 12 women from Mexico and Central America. The main results
indicate that these networks recruit predominantly vulnerable underage girls
with a past associated with prostitution and
towering economic necessities. Recruitment mechanisms used by these
networks are not based on the use of violence, but on the abuse of a position
of vulnerability. In conclusion, not resorting to violent recruitment strategies reduces the risk of this
activity, since women do not report them because they do not consider
themselves victims.
Keywords: prostitution, sex trafficking, migrant women, sex smuggling networks, Nevada.
Introducción
La reflexión del pensamiento feminista sobre el proxenetismo,
el trabajo sexual y la trata de personas, con fines de explotación sexual, está
fundamentada en diferentes interpretaciones del concepto filosófico de libertad
(Cacho, 2010: 172). El feminismo abolicionista
antiprostitución parte del concepto rousseauniano de libertad
(Cobo, 2017: 170). Para Rousseau (1999: 57), renunciar a la libertad es incompatible con la naturaleza humana. Es
absurdo, inconcebible, ilegítimo y nulo; aunque redunde en provecho propio. De
aquí se deduce que una mujer no puede consentir en prostituirse, porque esto
equivaldría a intercambiar su libertad por un beneficio económico. Según este pensamiento, el transporte de mujeres para la prostitución constituye trata (Jeffreys, 2010;
Warren, 2012; Szasz, 2013; Banyard, 2016; Cobo, 2017; Shapiro y Hughes, 2017;
Farley, 2018; Moran y Farley,
2019). El ejemplo paradigmático de esta línea
de argumentación aparece reflejado en el código penal brasileño,
modificado en 2005 y 2009, que define
como trata, con fines de explotación sexual, toda forma de facilitación de la
entrada o salida del país para
trabajar en la prostitución (Blanchette y Da-Silva,
2012: 113).
Como contraste, el feminismo pro-prostitución parte del concepto kantiano de libertad. Para
Kant (2017), la libertad es innata al hombre. El origen de su conducta está en
sí mismo, de manera que su voluntad no puede estar determinada de modo
heterónomo por causas ajenas. De aquí se
deriva la capacidad para consentir, de una mujer, su prostitución. Según este argumento, el transporte de mujeres
para la prostitución no constituye trata si son
conducidas con su consentimiento (Pheterson, 2000;
Agustín, 2007; Doezema, 2010; Hua, 2011; Brents, 2016). El
ejemplo paradigmático de esta línea de argumentación se encuentra en la
legislación turca que, tras la reforma de
2005, define como trata, con fines de explotación sexual, la
facilitación de la entrada de una persona extranjera para ser forzada a
prostituirse sin percibir una remuneración económica (Coskun,
2016: 446), de modo que cualquier otra
situación es entendida como tráfico y no como trata (Cacho, 2010:
23-46).
Los protocolos complementarios de la Convención de Naciones Unidas contra el Crimen Organizado
Transnacional, del año 2000, reflejan esta
dicotomía. Los protocolos establecen una distinción entre “tráfico” y
“trata”. Mientras el tráfico es un crimen
contra el Estado, la trata es un crimen contra las personas (Izcara-Palacios, 2019a; 2020). En ningún apartado del
protocolo de Naciones Unidas para prevenir,
reprimir y sancionar la trata, o protocolo de Palermo, se define como
trata la participación voluntaria, consentida, de adultos mayores de edad, en
el comercio sexual (Lepp,
2002: 92). Es decir, el tráfico implica consentimiento, mientras que la
trata comporta ausencia de consentimiento,
aunque no se tendrá en cuenta el consentimiento de toda persona menor de
18 años. Sin embargo, la relación
dialéctica entre los conceptos
de “consentimiento”, impulsado por el
feminismo proprostitución, y “vulnerabilidad”,
impulsado por el feminismo antiprostitución,
impide delimitar de modo preciso la barrera que separa estos conceptos.
Es a través de la inclusión de elementos contradictorios,
como pudo llegarse a la posición de consenso plasmada en el protocolo de Palermo. Como consecuencia, desde diferentes
posicionamientos políticos y teóricos, el protocolo de Palermo es
interpretado de modo diferente (Andrade-Rubio e Izcara-Palacios,
2019: 4). La postura
neo-abolicionista establece una equivalencia entre prostitución y trata
con fines de explotación sexual (Montiel-Torres, 2018: 49), define el tráfico
de mujeres para la prostitución como trata (Farley,
2013; Szasz, 2013: 87; Orozco, 2015: 71; Banyard, 2016: 67; Moran y Farley, 2019) y promueve la imposición de controles
migratorios más estrictos para combatir el
tráfico de mujeres para el comercio sexual (Warren, 2012: 115; Cobo,
2017: 152). Por otra parte, el feminismo defensor del comercio sexual busca que
no se utilice el estigma de la prostitución
para poner barreras a la migración femenina (Doezema,
2000: 40; Pheterson, 2000: 27) y subraya que el
tráfico sexual no incluye siempre engaño y coacción (Pheterson,
2000: 128), sino que muchas mujeres de países en desarrollo buscan emigrar a
países desarrollados para trabajar en el
comercio sexual (Agustín, 2007; Hua, 2011; Blanchette y Da-Silva, 2012).
La legislación estadounidense tipifica
toda forma de tráfico de mujeres para la prostitución como trata, pero los únicos delitos punibles
son las formas severas de trata, y el tráfico de mujeres mayores de edad sin
coacción no lo es (Izcara-Palacios y Andrade-Rubio,
2016; 2018). La legislación mexicana es más severa (Orozco, 2015: 16;
Correa-Cabrera y Sanders-Montandon, 2018), ya que
subsume la noción de tráfico en el concepto de trata, debido a que en el
artículo 10 de la ley general para prevenir, sancionar y erradicar los delitos
en materia de trata de personas de 2012, se elimina la ausencia de
consentimiento en la definición de la trata,
y en el artículo 40 se subraya explícitamente que el consentimiento, cualquiera
que sea la edad de la persona, es irrelevante. La legislación de los países
centroamericanos presenta muchas similitudes con la mexicana, aunque Nicaragua
es el país que tipifica la trata de modo más extenso (Izcara-Palacios,
2019b).
En Estados Unidos, la prostitución está prohibida. Los
proxenetas y propietarios de burdeles enfrentan las mayores penas, pero 9 de
cada 10 arrestos recaen sobre las mujeres en prostitución (Villacampa-Estiarte, 2012: 96). El único estado donde la prostitución
está legalizada es Nevada (Skilbrei, 2019; Walks, 2019). Esto obedece a la dependencia de la economía de este estado de actividades como el
juego o el turismo. Esto ha hecho que en las áreas rurales, no así en las
urbanas, el comercio sexual sea legal (Bingham, 1998: 85; Brents,
2016). Nevada se caracteriza por una cultura hipersexualizada
(Brents, 2016; Jackson
y col., 2018), donde la publicitación de la mercantilización del sexo es
omnipresente en áreas donde la prostitución está prohibida (Wagner y col., 2016: 2). La industria del
sexo de Nevada tiene una faceta legal (burdeles en condados rurales, bares, clubes nudistas, entre otros), que emplea principalmente a mujeres
autóctonas. Sin embargo, los modos predominantes
de prostitución se desarrollan al margen
de la legalidad. La prostitución ilegal no se reduce al comercio sexual callejero, sino que también abarca a escorts independientes, casinos, bares, clubs, casas
de citas, hoteles, o agencias de entretenimiento adulto (Macfarlane y col., 2017: 13). Esta faceta ilegal se nutre
en gran medida con la llegada de jóvenes
latinoamericanas y centroamericanas para
ser empleadas en la prostitución en Nevada. En el presente estudio, se
denomina redes de traficantes a los grupos
de personas que se dedican al reclutamiento y transporte de mujeres,
desde su país de origen hasta el lugar de destino (Andrade-Rubio e Izcara-Palacios, 2019).
La prostitución legal en Nevada ha sido
estudiada de modo exhaustivo (Brents
y Hausbeck,
2007; Brents y col., 2010; Seals, 2015; Brents, 2016; Raphael, 2018; Blithe y
col., 2019; Walks, 2019), así como la prostitución ilegal autóctona (Farley, 2007; Wagner y
col., 2016; Macfarlane y col., 2017). Por otra parte, son numerosas
las investigaciones realizadas en México
sobre las técnicas de neutralización utilizadas
para minimizar la responsabilidad de quienes trafican mujeres para la
prostitución. Estos estudios concluyen que las mujeres son inducidas a la prostitución a través de elaborados procesos, que incluyen elementos
que van del enamoramiento al aislamiento social, y tienen como objeto anular la
autonomía de las primeras (Cacho, 2010; González-Báez,
2014; Montiel-Torres, 2015; Andrade-Rubio, 2016; Luna-Alfaro, 2016;
Montiel-Torres, 2018). Mientras los estudios realizados en México aparecen centrados en los mecanismos
de reclutamiento de mujeres autóctonas para
el mercado nacional, los estudios realizados
en Estados Unidos sobre la prostitución ilegal en Nevada aparecen
centrados principalmente en las poblaciones
autóctonas blanca y afroamericana
(Wagner y col., 2016: 16). Por lo tanto, no existe un corpus académico
que examine los mecanismos, a través de los
cuales, las redes de tráfico sexual conducen a mujeres foráneas para
saciar la demanda del mercado hipersexualizado de
Nevada.
Este artículo tuvo como objetivo examinar cuáles son los
mecanismos de reclutamiento utilizados por las redes de traficantes que
conducen mujeres de México y Centroamérica para ser prostituidas en Nevada.
MATERIALES Y MÉTODOS
Para la realización de esta investigación
se utilizó un enfoque
metodológico cualitativo. La técnica que se utilizó para recabar la información fue la entrevista en profundidad, y los
participantes fueron seleccionados a través del muestreo en cadena. Los y las
entrevistados/as fueron contactados a partir de informantes que promovieron el
contacto, tanto con mujeres migrantes prostituidas en Nevada, como con
reclutadores. Las entrevistas fueron realizadas en espacios públicos, tanto
abiertos como cerrados. Las entrevistas fueron grabadas y transcritas de modo
literal. Se entrevistaron mujeres y
reclutadores (Tablas 1 y 2); y el
trabajo de campo se realizó en México
y en Estados Unidos.
Por una parte, fueron entrevistadas 12
mujeres de México y Centroamérica conducidas
hasta Nevada por redes de traficantes; 5 se encontraban en tránsito por México,
ya que fueron deportadas de Nevada,
y 7 residían
en Nevada.
Las mujeres en tránsito fueron entrevistadas entre 2012 y
2016 en diferentes áreas de México (Ciudad de México, Tamaulipas, Veracruz y
Coahuila). Ellas habían permanecido en Nevada
algo más de 9 años, hasta que finalmente fueron deportadas hasta sus
países de origen. Después de permanecer unos
meses con sus familias decidieron retornar al norte; 4 lo hicieron con la ayuda de un patrón de
Nevada, que había contratado a una red de traficantes
para conducirlas a Estados Unidos; 2 de las entrevistadas eran
originarias de El Salvador, 2 procedían de
Honduras y 1 era de Guatemala. Las edades
de las 5 entrevistadas oscilaban entre los 20 y los 30 años. Comenzaron a trabajar a una edad muy temprana para apoyar la economía familiar, principalmente en
actividades domésticas, comercio ambulante y agricultura, y su nivel
educativo era casi nulo (Tabla 3).
Las mujeres entrevistadas en Nevada,
habían residido en ese estado durante una
media de 5.4 años; 3 eran mexicanas, otras 3 procedían de Guatemala, y 1
era salvadoreña. Su edad estaba
comprendida entre los 19 y los 25 años. Al igual
que las mujeres en tránsito entrevistadas tuvieron que comenzar a trabajar a
una temprana edad, para contribuir a la economía familiar; y el número promedio
de años de educación era bajo, aunque
superior al registrado por las que se encontraban en tránsito por México (Tabla
3). Por otra parte, en Nevada fueron entrevistados, entre 2015 y 2017, 3 migrantes centroamericanos, conectados
con redes
de traficantes, que reclutaban mujeres de
México y Centroamérica para ser introducidas en la prostitución
en Nevada.
Debido a la naturaleza del objeto de estudio, es difícil
saber si las redes estudiadas son las más activas, las más exitosas, las más visibles, o
las que tienen más empleadas. Los participantes fueron contactados por los autores
de este artículo a partir de personas que proporcionaban publicidad
sobre servicios sexuales en Las Vegas Strip,
Nevada. Se entrevistaron aquellas
personas que accedieron a participar en este estudio. Por lo tanto, es posible
que las redes estudiadas en
esta investigación estén entre las que
utilizan métodos menos violentos.
El trabajo de campo se realizó de acuerdo con los lineamientos propuestos por la Organización
Mundial de la Salud, para investigar este tipo
de población (Zimmerman y Watts, 2003). El diseño metodológico de esta investigación
fue aprobado por el Comité de Ética de la
Universidad Autónoma de Tamaulipas para estudios de Migración,
desarrollo y derechos humanos (UAT, 2009). El
instrumento aplicado fue una guía que incluía, tanto preguntas cerradas, que recogían las características socio-demográficas
de los y las entrevistados/as, como preguntas abiertas, que exploraban cómo
fueron reclutadas las mujeres, y los mecanismos de reclutamiento utilizados por
los traficantes. A los y las participantes se
les explicó el propósito de esta investigación y qué institución la
realizaba, así como la naturaleza voluntaria de su participación en el estudio.
Nadie recibió incentivos económicos por participar en este estudio, con objeto
de no manipular su voluntad a través del
otorgamiento de dicho incentivo. Se explicó a los y las participantes que los datos recogidos
serían tratados con confidencialidad. Asimismo, para garantizar el anonimato de
los discursos recabados, los y las
participantes fueron instruidos para que no facilitasen su nombre, nombres de otras personas, ni datos específicos
sobre la ubicación de lugares.
RESULTADOS y DISCUSIÓN
Introducción en la prostitución y
reclutamiento por redes de traficantes
Las entrevistadas tenían edades comprendidas entre 12 y 17
años cuando fueron prostituidas. Se estima
que 10 de ellas fueron prostituidas en promedio 2.7 años en su lugar de origen, considerando la edad en que fueron
prostituidas y la edad en que fueron trasladadas
a Nevada. Tenían entre 12 y 19 años
(solo 3 eran mayores de edad) cuando fueron transportadas por redes de
traficantes hasta Estados Unidos (Tabla 4).
Montiel-Torres (2018: 46) explicó que
los tratantes sacan a las mujeres de su entorno familiar, social y
afectivo, para trasladarlas a un lugar desconocido, con objeto de generar un
estado de indefensión y dependencia, que facilita el inducirlas al comercio
sexual. Una vez iniciadas en la prostitución, las jóvenes son vulnerables al
tráfico sexual, ya que las redes de traficantes reclutan, en muchos casos, a
jóvenes con experiencia en el comercio sexual en sus países de origen (Izcara-Palacios, 2017; 2018a). Esto hace que sea más fácil
convencerlas para que emigren a Estados Unidos, con la promesa de salarios más
elevados por llevar a cabo la misma actividad que realizan en su país (Izcara- Palacios y col., 2019). De acuerdo con el marco
legal internacional, todas las mujeres entrevistadas fueron víctimas de trata,
porque el hecho de ser menores de 18 años invalidaba su consentimiento. Aunque
este punto de vista no es compartido por
algunos académicos, que rechazan el discurso sobreprotector que equipara
la sexualidad de los menores con el abuso sexual, incluso si fue sexo
consensuado con un mayor de edad (Pheterson, 2004: 135;
Agustín 2005: 110).
Las entrevistadas presentaron historial
de abandono, abuso o violencia en su entorno familiar o personal;
3 de ellas quedaron embarazadas debido a
múltiples violaciones por sus padrastros o por personas para quienes trabajaban; otras 3 quedaron embarazadas por
una pareja violenta que las abandonó, y carecían de medios para mantener a sus
hijos; en otros 3 casos, la madre murió o enfermó y ellas tuvieron que hacerse cargo de sus hermanos menores, y otra nunca conoció a su madre y vivió en la calle desde los 8 años. Ante ello, se podría deducir que, la
situación de desamparo, aislamiento y precariedad económica de las
entrevistadas fue aprovechada por proxenetas de sus países de origen para
inducirlas a prostituirse. Por lo tanto, cuando años más tarde, un traficante les ofreció la oportunidad de ser
conducidas a Nevada para trabajar en el comercio sexual, aceptaron su invitación. Asimismo, en Nevada recibieron
documentación apócrifa que las acreditaba como mayores de edad. Como
decía Rosario “en la tarjeta que me consiguieron para trabajar era ya mayor de
edad”.
Las 5 entrevistadas que fueron deportadas y se encontraban en
tránsito por México trabajaron en el comercio sexual durante más tiempo en
Nevada que las 7 que residían en ese estado (9.2 años frente a 5.3 años de
media). Las 12 mujeres entrevistadas habían trabajado en promedio, en años, el 12.2 % del tiempo en México, el 13.8
% en los países centroamericanos de origen y
el 74 % en Nevada. Las primeras, después de prostituirse en Nevada en
diferentes establecimientos (casas de citas, antros, bares, clubs, hoteles,
moteles, entre otros lugares) (Tabla 5), fueron deportadas a sus países de
origen; 2 fueron detenidas tras una redada en el establecimiento donde se
encontraban, 1 fue detenida en la calle, otra tras un incidente violento con su
pareja, y 1 más fue delatada por una compañera de trabajo estadounidense.
De las 7 entrevistadas que residían en Nevada, 2 trabajaban
como prostitutas en locales cerrados y 5 trabajaban para outcall
referral agencies (agencias de entretenimiento adulto). Orencia y Gabriela fueron conducidas para trabajar en agencias, mientras que Rafaela, Luciana
e Isabel, una vez pagada la deuda contraída con su patrón, pasaron a trabajar
para una agencia. Algunas de las mujeres abandonan el comercio sexual, pero la falta de oportunidades laborales atractivas
hace que regresen a esta actividad. Este es el caso de Luciana, que después de
dejar el bar donde se prostituía buscó empleo en una actividad diferente. Tomó un
curso para trabajar en un hotel como
recamarera, pero después de trabajar
unos meses decidió dejar este empleo y buscar trabajo en una agencia de
entretenimiento adulto. Ella decía que el trabajo de recamarera, además de ser
físicamente agotador, le reportaba un salario insuficiente para poder subsistir
y enviar dinero a México para su hijo de 11 años.
“Trabajé
un mes en un hotel, y pues, mejor me regresé a esto nuevamente, porque mira, no es el hotel el que te paga, sino es una empresa la que te contrata […] No me
pagaban por horas, sino por cuartos que yo hacía la limpieza, y primero estuve
tomado un curso para aprender a hacer una habitación, y después del curso, que
estuve pues como una semana, ya comencé a limpiar
las habitaciones, y pues, nombre, no me gustó, porque ganaba poquillo”
(Luciana).
El abuso de una situación de vulnerabilidad
En los trabajos preparatorios para la elaboración del
protocolo de Palermo, la presión ejercida por el comité de derechos humanos,
donde participaban el movimiento
pro-derechos de los trabajadores sexuales y activistas pro-derechos
humanos, condujo a la introducción del concepto de consentimiento como elemento
diferenciador entre la prostitución voluntaria y la trata (Doezema,
2010: 155; Andrijasevic, 2016: 61). Asimismo, desde el feminismo
pro-prostitución se subraya que las mujeres que consienten en ser conducidas a
otro país para trabajar en el comercio sexual no son víctimas de trata (Doezema, 2000; Pheterson,
2000; Blanchette y Da-Silva, 2012; Brents, 2016). Para
Agustín (2007: 30-35), la mayor parte de las mujeres migrantes que
trabajan en la industria del sexo no son
víctimas, porque no fueron engañadas,
el trabajo sexual les permite ganar dinero y ser independientes, y en
ocasiones su estatus migratorio irregular las conduce a elegir situaciones de menos libertad.
Los reclutadores entrevistados en Nevada señalaban que las
redes de traficantes siempre informaban a las mujeres sobre la actividad que
realizarían en Nevada, de modo que eran ellas
quienes tomaban la decisión de emigrar. Ellos afirmaban que las mujeres
conducidas desde México y Centroamérica hasta
Nevada sabían que trabajarían en la prostitución, y deseaban trabajar en
esta actividad debido a los elevados
salarios, y pagaban una elevada cantidad monetaria por ser conducidas
hasta el lugar de destino. Santiago dijo: “aquí no se les engaña, ellas ya saben a lo que vienen y pagan para venir, y ya
vienen con dirección y todo, y pues, aquí ya inmediatamente se habla con ellas
para que sepan del trabajo”. Asimismo, Valerio señaló: “las mujeres que traemos pagan por venir aquí a trabajar, para entretener
a los hombres”. Los entrevistados mencionaron que en Nevada, el número de mujeres que deseaban
trabajar en el comercio sexual había crecido
hasta sobrepasar la demanda. Por lo tanto, los patrones destinaban cada vez
menos recursos al reclutamiento de mujeres. Rafaela coincidía con esta
observación. Ella se quejaba del número tan elevado de jóvenes, tanto
estadounidenses como extranjeras, que llegaban a Nevada para trabajar en la prostitución. Ella decía que cuando llegó a
Nevada en 2013 los patrones reclutaban a
jóvenes foráneas a través de redes de traficantes; pero en la actualidad no
debían invertir dinero en procesos de reclutamiento, porque eran muchas las
mujeres que llegaban a buscar empleo, tanto en establecimientos cerrados como
en agencias de entretenimiento adulto.
“Vienen en vacaciones
muchas chicas jóvenes de las universidades a trabajar, y pues, tú sabes, a
ellas las buscan más, son colegialas y vienen con todo, se meten de bailarinas,
y pues; antes pagaban por traerlas,
como a mí; pero ya no, las mujeres vienen pagando por tener un
trabajo aquí, y pues, aquí llega de todo, vienen de Colombia, de Centroamérica,
de México, haitianas, nombre, de todas partes” (Rafaela).
Tomás, decía que debido a la falta de empleos, el número de mujeres que llegaban al bar donde
trabajaba era superior a la demanda, de modo que, desde el año 2013, no habían
contratado los servicios de redes de traficantes, porque las mujeres llegaban
por su cuenta.
“Antes me encargaba de
contactar con camaradas que traían mujeres para trabajar en el bar. Pero desde
hace dos años las mujeres vienen solas, aquí llegan ellas mismas a buscar
trabajo” (Tomás).
El relato de los reclutadores coincidía de modo parcial con
el testimonio de las mujeres entrevistadas; 11 de las 12 mujeres entrevistadas
dijeron que emigraron a Nevada de modo no coaccionado, y conocían que el
trabajo que realizarían estaría relacionado con el comercio sexual. También,
todas, excepto 2, habían sido prostituidas antes de ser conducidas a Nevada.
Esta situación pareciera indicar que la
actividad delictiva realizada es solo tráfico
de mujeres y no implica el delito de trata. Sin embargo, en el protocolo
de Palermo, el consentimiento otorgado por una persona aparece anulado por la
vulnerabilidad, un concepto subrayado por la
Red Internacional de Derechos Humanos, de orientación neo-abolicionista (Doezema,
2010; Andrijasevic, 2016). Aunque, el protocolo de Palermo no
define el término vulnerabilidad. La legislación estadounidense señala que, las mujeres
y los niños son poblaciones vulnerables, pero no incluye el término
vulnerabilidad en la definición de trata. Tampoco las legislaciones de
Guatemala y Honduras definen el concepto de vulnerabilidad, y en El Salvador,
la ley de trata ni siquiera enuncia este
concepto. Como contraste, el artículo 4 (XVII), de la ley de trata de
México, especifica 8 elementos y circunstancias definitorias del concepto
“situación de vulnerabilidad”. El artículo 6 (16), de la Ley de trata de Nicaragua, especifica 15 elementos y circunstancias definitorias de este concepto (Izcara-Palacios,
2019b: 16-29). Igualmente, desde el feminismo abolicionista se subraya
que toda forma de consentimiento de la mujer migrante en prostitución está
viciado por una situación de vulnerabilidad (Orozco,
2015; Banyard, 2016; Coskun,
2016; Moran y Farley, 2019). Jeffreys (2011: 200) señaló
que los defensores de la postura del trabajo sexual han tergiversado la
definición de trata, al evitar la mención del
concepto de “abuso de una posición de vulnerabilidad”, ya que este
término no implica un uso evidente de la fuerza.
En todos los casos estudiados, los traficantes y patrones
abusaron de una situación de vulnerabilidad
(las mujeres eran madres solteras, padecían una situación económica muy
precaria, o querían escapar de un entorno familiar violento); 9 de las
entrevistadas eran menores de 18 años cuando fueron transportadas a Nevada, y
en 9 casos se produjo la concesión de pagos o beneficios para que las jóvenes emigrasen a Nevada. Estas redes
reclutan muchas veces a menores de 18 años, con
hijos, que tienen necesidades económicas muy apremiantes, porque son más
fáciles de persuadir. Valerio decía que era muy fácil convencer a las jóvenes
de México y Centroamérica para que emigrasen a Nevada a trabajar en la
prostitución, debido a la alta tasa de embarazos de adolescentes que no
encontraban empleo en sus lugares de origen, ni contaban con el apoyo de un varón.
“Aquí contacté con una
agencia, y pues, sí quiere gente, sobre todo
chava, chica, y pues, la verdad, ahora es más fácil conseguir, porque
las chamacas quieren venirse para acá, porque quedan embarazadas muy chiquitas,
y pues, no hay trabajo, y muchas veces se quedan solas porque los hombres,
pues, no son como antes, ahora no se hacen
cargo” (Valerio).
La recepción de pagos o beneficios, para
obtener el consentimiento de las menores de 18 años, es un mecanismo que las redes de
traficantes utilizan con mucha frecuencia. Como señalaba Isabel: “el patrón pagó por mí, y aquí él me descontaba
de mi pago cada semana”. Sin embargo, las entrevistadas, lejos de sentirse
engañadas, tendían a mostrar cierto agradecimiento, tanto hacia los traficantes
que las ayudaron a llegar hasta Nevada, como hacia los patrones que les dieron
empleo. Las entrevistadas subrayaban que nadie las engañó, que ellas tomaron la
decisión de ir al norte. Además, no se
arrepintieron de la decisión que
tomaron, debido a las ganancias económicas que obtuvieron.
“Unos amigos me dijeron
que se iban, que los llevaban, y me dijeron: vamos, y me fui. No me importó
nada, me fui, ya tenía a mi hijo, lo dejé, no regresé a casa, no me obligaban,
yo hice este trabajo porque así quise
hacerlo” (Amalia).
“Quien me llevó hasta me
pagó por adelantado para que me fuera, y me fui al norte. Me invitaron y me
fui, porque allá me iba a ir mejor. Todo lo que me decían de por allá me hizo
que sí me fuera, y qué bueno que me invitaron, porque allá sí me fue mejor, allá
trabajé y me fue todo mejor” (Bruna).
“Tenía a un amigo que me
ayudó a ir, ya antes me había invitado a ir, lo había conocido ahí donde trabajaba, en Honduras, él
buscaba a mujeres que quisieran ir al norte y les ayudaba muy bien, y sí me
ayudó a mí, poniéndome al pollero que me llevaría” (Eugenia).
Orencia, que fue conducida a Nevada a la edad de 14 años, ejemplifica la situación donde el consentimiento es obtenido por medio
del abuso de una situación de vulnerabilidad y la recepción de beneficios. Ella
no tenía ningún tipo de experiencia en el comercio sexual antes de ser
conducida a Nevada. Tuvo que abandonar la
escuela a la edad de 11 años para reemplazar a su madre, que era soltera
y estaba embarazada, en un trabajo de mesera.
Cuando su madre se reincorporó a este trabajo, ella encontró un empleo
como sirvienta en la casa de un traficante, que conducía a jóvenes hasta Nevada
para trabajar en la prostitución. Este traficante, le propuso conducirla de
modo gratuito si ofrecía su virginidad al
propietario de una agencia de entretenimiento adulto de Nevada. Ella
relataba del siguiente modo cómo consintió en
emigrar a Nevada.
“Trabajaba cuidando un
niño, y pues, era la casa de un pollero, y pues, él me propuso el trabajo de
venirme para acá […] Pues, nombre, lo pensé como un mes, y pues, me animé
porque, pues, mucha gente se viene y le va bien, y pues, me animé […] No me cobró
el pollero, me dijo que iba a pagar con mi virginidad, y pues, yo acepté
porque, pues, era mucho dinero” (Orencia).
Las 11 entrevistadas que señalaban que nadie las engañó,
dijeron que fueron invitadas a trabajar en Nevada por traficantes o madrotas
que conocían y en quienes confiaban, y todo
resultó como esperaban. Madrotas, para fines de este estudio, se define
como mujeres dueñas de casas de citas, cantinas, casas de huéspedes, entre otros, cuya labor consiste en poner en
contacto a las mujeres con los clientes, a cambio de un porcentaje del
precio pagado por los últimos, que suele ascender
al 50 % (Izcara-Palacios, 2018a). Los traficantes
que reclutaban jóvenes, para la industria
del comercio sexual de Nevada eran personas
que conocieron a través de familiares o en el lugar donde eran
prostituidas en sus países de origen. La decisión de emigrar a Nevada no fue inmediata. En ocasiones meditaron durante meses las proposiciones que les hacían los traficantes, y
finalmente accedieron a irse con ellos, porque los conocían y les tenían
confianza. En la mayor parte de los casos no tendrían que pagar nada por desplazarse a un país donde ganarían
salarios muy elevados, por realizar la misma actividad que hacían en sus países
de origen. Expresiones como: “mi cuñado había trabajado en Estados Unidos y me presentó a un pollero, y él fue el que
me trajo” (Isabel) o “mi mamá me animó a venirme, porque el pollero era amigo
de mi abuelita, y pues, me dijo que confiara en el señor” (Orencia)
describen los lazos existentes entre los traficantes y las jóvenes.
Las entrevistadas solían utilizar términos positivos para referirse a los traficantes que las condujeron hasta Estados Unidos, de quienes generalmente
repetían que no abusaron de ellas, sino que las protegieron de los peligros del
camino. Esto aparecía reflejado en expresiones como: “nos cuidó y nos llevó a
donde nos dijo, no nos engañó ni nos mintió”
(Adela); “el coyote no decía nada, solo nos llevaba, nos cuidaba”
(Amalia); “me trató bien, me llevaba con mucho cuidado, cuidaba de mí, siempre me cuidaba” (Bruna) o “me
daba un buen trato, me cuidaba mucho, porque
el americano (el dueño de un bar de Nevada) me había encargado mucho”
(Eugenia). Cabe mencionar que: la palabra “coyote”, un término utilizado desde
los años veinte, por los migrantes de la
región migratoria tradicional del interior de México, constituye el
vocablo más usado para designar a quienes facilitan la entrada clandestina a
los Estados Unidos; también es el término más
antiguo (Izcara-Palacios,
2015: 325).
En el caso de las redes mixtas, que transportan a hombres y mujeres, estas últimas, en ocasiones, buscan el apoyo de los traficantes
para que las defiendan del acoso de los varones que viajan con ellas. Como
señalaba Gabriela: “muchas veces, cuando llegaba la noche, ellos (los hombres)
muchas veces te agarraban las piernas o te abrazaban esperando obtener algo;
pero nunca me separaba del pollero
que me trajo, él me respetaba, era un
señor mayor, pero se portó muy bien conmigo”. En pocos días llegaron hasta
Nevada sin sufrir ningún percance, y allí les ofrecieron trabajar en sitios más
lujosos que donde habían estado anteriormente, y su salario era más de 10 veces superior. Únicamente
Isabel afirmó que, el lugar a donde la condujo el traficante, era más
desagradable que la casa de citas donde fue prostituida en Guatemala desde los
13 años. Ella tuvo que trabajar más de un año en diferentes campos agrarios,
donde no solo no había privacidad, sino que los jornaleros estaban desesperados
por ser atendidos. Es por ello que
ella, junto con otras compañeras, contactaron a través
de internet con una agencia de Nevada, y dejaron de trabajar en los campos
agrarios.
El uso de
métodos intimidatorios
Los reclutadores entrevistados en Nevada se esforzaban por
explicar que el negocio ilegal de la prostitución en Nevada se caracterizaba
por la ausencia de métodos fraudulentos e intimidatorios, de modo que las mujeres reclutadas eran, generalmente, personas mayores
de edad que habían decidido trabajar en la prostitución. Solo uno de los
reclutadores mencionó que las redes de traficantes conducían a menores de 18
años; pero todos manifestaron que estas redes no engañaban a las mujeres. Sin
embargo, a medida que avanzaba la entrevista,
dejaron vislumbrar que la intimidación era un método utilizado de modo
sistemático con las mujeres que no deseaban trabajar en la prostitución o
querían abandonar el establecimiento donde se encontraban. Estas redes no
recluyen a las mujeres en espacios fortificados
donde son permanentemente vigiladas. Lograr la sumisión de las mujeres a
través de la violencia física y del
encerramiento no solo es costoso, sino
también riesgoso, ya que podrían escapar y denunciarles (Izcara-Palacios, 2018b). Es más rentable y menos arriesgado
ofrecer a las mujeres un salario atractivo, para así evitar tener que
vigilarlas (Izcara-Palacios, 2020). Pero, para
impedir que las mujeres dejen de trabajar en estos establecimientos o busquen
empleo en otros lugares, donde las ofrezcan
mayores incentivos económicos, estas
redes deben ejercer algún tipo de
intimidación. En muchos casos, la
deportación o la amenaza de ser deportadas, constituye un mecanismo eficaz de
control y sumisión de las mujeres migrantes. Aquéllas que no son suficientemente complacientes con los clientes, las que se rebelan
contra sus patrones y les exigen mejores salarios, las que no son
disciplinadas, o las que dejaron de ser rentables, debido a la edad o la
pérdida de atractivo físico, pueden ser
denunciadas para que las deporten las autoridades migratorias. Santiago
explicaba cómo avisaron a las autoridades migratorias para que deportasen a una
mujer que les resultaba problemática, porque no deseaba trabajar en el motel
donde la prostituían.
“Ella ya no está con
nosotros, y pues, aquí estuvo trabajando; pero ya nada más pues la usaron y
otro colega le aventó la migra, porque, pues, no se vale que si ya se les dijo
de qué se trata, aquí nadie engaña a nadie” (Santiago).
El uso de la intimidación aparecía más marcado en el discurso
de los reclutadores que en el de las mujeres. Solo Engracia señaló que a la
edad de 12 años fue engañada por un traficante que la condujo hasta Nevada.
Ella decidió emigrar a Nevada porque la situación económica
de su familia era desesperada. Engracia era la mayor de 8 hermanos, su madre
tenía que cuidar de sus hermanos, su padre no
tenía trabajo, y el traficante que llegó a su comunidad no llevaba a hombres, únicamente conducía a mujeres muy jóvenes
hasta Nevada. Ella no entendía por qué a los hombres no les daban empleo en
Estados Unidos, ni por qué querían mejor a las niñas que a las mujeres mayores.
Ella se sentía afortunada porque la llevaban a Nevada, donde le dijeron que
ganaría mucho dinero. Sin embargo, cuando
llegó a Nevada, el trabajo que debía hacer no era lo que ella había
imaginado.
“Estaba muy niña, con 12
años; pero así tuve que entrarle al trabajo, porque lo necesitaba y porque ya
me tenían ahí donde iba a trabajar […] Me llevaban a trabajar, me dijeron de
trabajo; pero no me dijeron qué iba a ser el trabajo. Yo con las ganas y
necesidad de trabajar dije que sí me iba a trabajar, y fui sin pensar que ése
era el trabajo, y ya estando allá (en Nevada)
tuve que hacerlo” (Engracia).
Los reclutadores señalaron que, en
alguna ocasión, las mujeres a quienes condujeron hasta Nevada se
arrepintieron de haberse comprometido a trabajar en la prostitución. Ellas
deseaban devolver a los dueños de los bares, que pagaron su traslado, la suma
que habían invertido en conducirlas hasta Estados Unidos, y trabajar en otra
actividad. Sin embargo, los últimos pagan los elevados costos de conducir
a una joven desde México y Centroamérica
hasta Nevada, para que trabaje allí durante años, no para que les
reembolse la suma invertida. Cuando
una mujer acepta la oferta para ser conducida hasta Nevada, debe trabajar allí
durante años, de modo que no le
permiten buscar empleo en otro lugar. Adela explicaba que cuando fue reclutada
en un prostíbulo de Tabasco (México),
por una persona de Nevada, que la invitó a
trabajar en el comercio sexual, tuvo que comprometerse a trabajar un
mínimo de tres años para la persona que la reclutó.
“En
ese lugar (un prostíbulo de Tabasco) conocí a un gringo, que me dijo que estaba
muy bien, que él era de Nevada, de Estados Unidos, le gusté y
me dijo que él venía a México a llevar mujeres que fueran a trabajar allá en lo
mismo (la prostitución) y me invitó, no me llevó a la fuerza […] Me dijo: ‘si
deseas ir, me hablas, y vemos; te puedo llevar, trabajas y me pagas por haber ido; pero si es que vas, tienes que
trabajar para mí por tres años, después te vas a donde quieras” (Adela).
Amalia, que permaneció en Nevada desde noviembre de 2002,
hasta abril de 2012, también explicaba que tuvo que permanecer durante 3 años
en un bar. Cuando transcurrió el periodo abandonó ese lugar, para seguir trabajando
en la prostitución en diferentes lugares cerrados.
“En donde sí trabajé por
3 años fue en mi primer trabajo, era un bar; ya cuando me pude ir de ahí fui a
trabajar a otro bar, trabajé por meses, de ahí me fui a un hotel, trabajé unos
años; así estuve trabajando en
diferentes lugares” (Amalia).
Igualmente, 3 de las entrevistadas, que residían en Nevada, después de pocos años de trabajo, pudieron abandonar a los patrones que las
ayudaron a llegar a Estados Unidos. Rafaela,
Luciana e Isabel, después de trabajar 2, 3 y 2 años, respectivamente, para los patrones que financiaron su traslado hasta Nevada, abandonaron a su antiguo patrón para trabajar para una agencia de entretenimiento adulto,
donde obtendrían mayores ingresos. Como
señalaba Rafaela: “ahí (un motel) estuve trabajando 2 años, pagué lo que
invirtieron por mí para traerme hasta aquí”;
o como decía Luciana: “terminé de pagarle al pollero que me trajo y ahí
conocí a mi novio, y pues, me ganché, y él me
sacó de ahí (un bar)”.
Como contraste, 2 de las 5 entrevistadas que fueron
deportadas, trabajaron para el mismo patrón durante una media de más de 9 años,
ya que sus empleadores no les permitieron abandonar
el lugar a donde fueron conducidas.
Bruna, que permaneció en un bar de Nevada
desde enero de 2005, hasta que fue deportada en febrero de 2014, señalaba: “al
principio me dijeron ‘no te puedes ir de este lugar, hay que trabajar, porque aquí te han traído’, y ahí me quedé,
ya no me cambié de trabajo, ahí el patrón me cuidaba bien, y ahí me acostumbré y trabajé todo el tiempo”. Del mismo
modo, Eugenia, que estuvo en un bar-club de un hotel desde agosto de 2006, hasta que fue deportada en noviembre de 2015,
decía: “ahí tenía que estar, no podía cambiarme de trabajo; por eso
nunca lo hice de irme de ahí donde había llegado a trabajar”.
Los patrones que invierten dinero en conducir a mujeres
indocumentadas hasta Nevada, no desean que
estas abandonen los bares, clubs, casinos, hoteles, entre otros lugares,
donde son prostituidas. Es por ello que les dicen, en tono amenazante, que no
pueden abandonar los lugares de trabajo, porque
contrajeron una deuda con ellos. Las mujeres conducidas por redes de
traficantes hasta Nevada, no son vigiladas de cerca para evitar que puedan
huir, aunque, sus patrones les infunden temor sobre los peligros de salir a la
calle, ya que debido a su condición de migrantes indocumentadas pueden ser
detenidas y deportadas. Sin embargo, algunas mujeres que se encuentran a
disgusto en estos lugares se escapan. Como señalaba Engracia: “de la casa de
citas me dijeron cuando llegué que no debía dejar de trabajar, que ahí tenía
que estar trabajando porque me habían ayudado
a estar ahí, y trabajar; pero cuando tuve problemas dejé el trabajo y me
fui”. Esta cita indica que aunque las mujeres padecían una relación contractual
desventajosa, y sufrían explotación, tenían cierto margen de movilidad.
La literatura académica (Farley,
2007; Cacho, 2010; Farley, 2013; González-Báez, 2014;
Montiel-Torres, 2015; Orozco, 2015; Banyard, 2016;
Cobo, 2017; Shapiro y Hughes, 2017; Farley, 2018; Montiel-Torres, 2018; Moran y Farley, 2019) tiende a
describir las redes de traficantes que conducen mujeres para el comercio sexual, como organizaciones manejadas por
la delincuencia organizada transnacional, que
utilizan la violencia, la coerción y el
encerramiento, como instrumentos de operación estandarizados. En este estudio, los relatos de las
entrevistadas no se adecuaban a la citada descripción. Sin embargo, es
importante destacar que, la vulnerabilidad en la que viven algunas mujeres, es aprovechada por las redes de
traficantes para transportarlas. La
intimidación, con el recordatorio del pago del adeudo por cierto tiempo
(años) o deportación (amenaza), cuando ya
trabajan, son una constante. Por otro lado, la imposición de controles migratorios más estrictos,
para combatir el tráfico de mujeres para el
comercio sexual, si bien busca desalentar la actividad, también tiene un
impacto contraproducente, ya que conduce a un incremento de las tarifas que
pagan las mujeres, y eleva la deuda que
contraen con las redes que las trasportan.
El modelo regulacionista de combate
a la trata, tal como se implementa en países como Turquía, opera en perjuicio
de la mujer migrante en prostitución, ya que se vale de su consentimiento para
criminalizarla. Como ha señalado Coskun (2016),
debido a que en Turquía se parte del axioma de que existe consentimiento, las
mujeres migrantes en prostitución son detenidas y deportadas. Ya que no son
catalogadas como víctimas, las mujeres son criminalizadas por entrar
ilegalmente en el país, por ejercer la prostitución sin permiso y porque son
focos potenciales de transmisión de enfermedades venéreas. Por una parte,
anular toda forma de consentimiento de la mujer migrante en prostitución implica negar su capacidad de elegir. En el
lenguaje kantiano, esto significa no reconocer la autonomía de su voluntad, que
equivale a negar su racionalidad e inteligencia y, por lo tanto, su humanidad (Berlin, 2015: 109). Por otro lado, una aceptación
irrestricta del concepto de consentimiento puede encubrir graves situaciones de vulnerabilidad.
CONCLUSIONES
Las redes de traficantes que conducen mujeres para el
comercio sexual funcionan de modo similar a como lo hacen otras redes que
conducen migrantes laborales. Los mecanismos de reclutamiento utilizados por
las redes que operan en Nevada no suelen apoyarse en el uso de la violencia,
sino en el abuso de una situación de vulnerabilidad. Estas redes reclutan
frecuentemente a menores de 18 años con un pasado relacionado con la
prostitución, que desean escapar de un entorno familiar violento y/o tienen
necesidades económicas apremiantes. Por lo tanto, no suelen valerse del engaño. El hecho de no usar estrategias de
reclutamiento violentas, como el secuestro y el encierro, disminuye el riesgo
de esta actividad, ya que las mujeres no les denuncian, porque no se consideran
víctimas. Sin embargo, aunque, los relatos de los reclutadores, que se
esforzaban por subrayar que ellos nunca recurrían al engaño, ni a la coacción,
dejaban entrever, de modo más palpable que el discurso de las mujeres, que
estas redes usan tácticas intimidatorias cuando las mujeres desean abandonar el
comercio sexual. El tráfico internacional de mujeres para la prostitución es
difícil de combatir, ya que existen mujeres de países pobres que buscan emigrar
a países ricos para trabajar en el comercio sexual. La falta de oportunidades
económicas para las mujeres en los países de emigración es lo que hace que,
para algunas, el trabajo sexual en países ricos constituya una opción
atractiva. Por lo tanto, la mejora de las oportunidades
económicas para las mujeres en los países de origen, constituye una
estrategia más efectiva de combate al
tráfico sexual, que la prohibición del comercio sexual.
Agradecimiento
Este artículo es un producto del proyecto de investigación N°
CB-2013-01 220663 titulado “Trata y prostitución en México”, financiado por la
Secretaría de Educación Pública/Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología (SEP/CONACyT).
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