Dependencia
percibida y síntomas depresivos en cuidadores primarios informales de personas
con enfermedades no transmisibles
Perceived dependence and
depression symptoms in primary informal caregivers of people with
non-communicable diseases
Dependencia percibida y síntomas
depresivos de cuidadores primarios informales
Rodrigo César León-Hernández*, Erika Berenice Mártir-Hernández, Yulissa Guadalupe Torres-Compeán,
Karen Adyadeth Sánchez-Garcés, Tranquilina
Gutiérrez-Gómez
*Correspondencia: rcleonhe@conacyt.mx/Fecha de recepción: 22
de octubre de 2019/Fecha
de aceptación: 9 de junio de 2020/Fecha de publicación:
31 de
julio de 2020.
Universidad
Autónoma de Tamaulipas, Facultad de Enfermería Tampico, Adolfo López Mateos
s/n, Universidad, Tampico, Tamaulipas, México, C. P. 89109.
Resumen
Existen diversas problemáticas que afectan la salud y el
desempeño de un cuidador. El objetivo del presente estudio fue identificar la
relación entre síntomas de depresión de los
cuidadores primarios informales y la dependencia que perciben en la persona cuidada. El diseño del estudio fue
no experimental, transversal y correlacional. La muestra fue no probabilística,
intencional, de 259 cuidadores informales.
Se utilizó el Cuestionario sobre la salud
del paciente, Escala de Depresión (PHQ-8) y la Escala de Barthel, empleada para medir la capacidad de la persona para realizar 10
actividades básicas de la vida diaria. La edad promedio de los cuidadores de este estudio fue de 49.6 años, con
predominio del sexo femenino, con 82.6
%; en el parentesco del cuidador, en su mayoría fueron hijas (38.2 %). El porcentaje de dependencia percibida por
los cuidadores se ubicó en la
categoría de dependencia moderada, con el
32.4 %. Los resultados muestran una correlación pequeña pero significativa
(r = - 0.159, P = 0.010) entre dependencia y síntomas de depresión. El grupo de cuidadores de personas con dependencia severa
presentó mayor sintomatología depresiva que sus pares cuidadores de personas
con dependencia moderada (P = 0.014). Los cuida
dores primarios informales reportaron mayor sintomatología depresiva
cuando percibieron más dependencia en sus familiares con enfermedades crónicas.
Palabras clave: depresión,
dependencia, cuidador informal, enfermedades crónicas.
Abstract
There are various problems that
affect a caregiver’s health and performance. Therefore, the objective of the study was to identify the
relationship between depression symptoms of the informal primary caregivers and the dependency that
they perceive in the person who is being taken care of. The study design was non-experimental,
cross-sectional and correlational. The
sample was intentional non-probabilistic of 259
informal caregivers. Three data-collection instruments were used: the Patient Health Questionnaire, the Depression Scale (PHQ-8), and the
Barthel Scale, which is used for measuring the
capacity of a person to carry out 10 basic everyday activities. The average age
of the caregivers in this study was 49.6 years, with a predominance of the female sex (82.6 %), and most of the patients’ caregivers were their daughters (38.2 %). The caregivers’ perceived percentage of dependence was placed in
the moderate dependence category, with 32.4
%. Results show a small but significant correlation (r = - 0.159, P =
0.010) between dependence and symptoms of depression. The group of caregivers
of people with severe dependence showed
greater depressive symptoms than their caregiver
peers of people with moderate dependence (P = 0.014). Informal primary
caregivers reported greater depressive symptoms when they perceived more dependence in their relatives with
chronic illnesses.
Keywords: depression, dependence, informal caregiver, chronic
diseases.
Introducción
El cuidador primario informal de una persona dependiente es
una figura a la que no se le ha dado la importancia necesaria en el ámbito de
la salud, aun cuando es un personaje por demás relevante, ya que funge como la
articulación entre el enfermo, la familia y los profesionales de la salud. El
desempeño del rol de cuidador conlleva afectaciones
que repercuten tanto en la salud del enfermo como en la del cuidador.
Entre los diversos elementos que afectan a
esta díada están documentados: a) la
depresión, como principal efecto directo en la salud mental de los cuidadores (Vázquez y col., 2014), b)
la persona en situación de dependencia, ya que un cuidador con depresión
disminuye la calidad de sus cuidados (Williamson y Shaffer, 2001).
Al respecto, en una revisión reciente se
afirmó que el rol de cuidador es altamente estresante, y está asociado a síntomas depresivos y afectaciones en la salud (Laguado-Jaimes, 2019). Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2018) señaló que
entre las problemáticas de salud a las que se enfrentan los cuidadores
primarios se registran síntomas depresivos comunes, tales como presencia de
tristeza, pérdida de interés, sentimientos de culpa o baja autoestima,
trastornos del sueño o del apetito, cansancio y falta de concentración.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2017) reportó que alrededor de
286 000 mexicanos ejercían el rol de cuidador informal y, en su mayoría, eran
del sexo femenino (96.7 %). En cuanto al tiempo dedicado al cuidado de una
persona dependiente, se registró un promedio
de 38.5 h a la semana, con una tendencia de estar en situación de desempleo, ya sea por tener que abandonar
su trabajo para el cuidado de su familiar o porque el desempeño de ese rol les
impide buscar trabajo.
Los estudios de personas dependientes en
México han documentado que los adultos mayores necesitan apoyo
para subir o bajar escalones (25 %), ayuda física o supervisión para caminar 50
m (24 %) y para el traslado (18 %) (Loredo-Figueroa y col., 2016). El nivel de
dependencia está asociado con las enfermedades no transmisibles, que suelen
manifestarse en edades avanzadas y están relacionadas con los estilos de vida
(Secretaría de Salud, 2015). La mayoría de las veces esta dependencia se
resuelve mediante apoyo externo proporcionado por un “cuidador primario
informal”. Este cuidador se caracteriza porque, a pesar de no haber recibido
entrenamiento alguno para desempeñar su rol, está encargado del cuidado de la persona enferma, discapacitada o anciana
que no puede valerse por sí misma para la realización de actividades en su vida
diaria, seguir su tratamiento o acudir a servicios de salud. Se trata de un
trabajo no remunerado y generalmente con relaciones afectivas de parentesco (López, 2016).
En México, cuando las personas dependientes además padecen una enfermedad crónico degenerativa como diabetes e hipertensión, presentan
dependencia leve (41 %), moderada (14.4 %), grave (8.8 %), total (10 %) o
independencia (25.5 %) (Rodríguez-Medina y
Landeros-Pérez, 2014).
En España se han realizado diferentes
estudios de personas con insuficiencia renal, como padecimiento
principal o secundario, que asistían a
programas de hemodiálisis. En sus resultados
registraron mayores porcentajes de dependencia
leve (43.4 % a 55.8 %) y moderada (29.4 % a 53 %) (Camps y col., 2009; Andreu-Periz y col., 2012; Contreras y col., 2014). Solo un estudio, realizado con adultos mayores institucionalizados y sin enfermedades crónicas de ese país, encontró el mayor
porcentaje en la categoría dependencia severa
o total (42.7 %) (Rodríguez y col., 2014). Cabe destacar que en los
estudios antes descritos, el nivel de
dependencia es reportado por familiares, profesionales de salud o la persona
enferma.
Algunos otros estudios han documentado que entre el 33 % y el 61 % de los cuidadores no
presentan síntomas de depresión; sin embargo, un dato preocupante es que entre el 9 % y 36.7 % registraron depresión severa (Dzul-Gala y col.,
2018; Martínez-Rodríguez, 2018; Lanatta y col., 2019; Vázquez y col., 2019). Dichos síntomas se han relacionado con sobrecarga (Dzual-Gala y col., 2018); incluso, se ha
identificado relación causal en ambas direcciones: la depresión
prediciendo la sobrecarga (Hernández y col.,
2019) o a la inversa, la sobrecarga como predictora
de depresión (Viñas-Díez y col., 2019). No obstante, son escasos, los estudios
que exploran la relación entre depresión en
el cuidador y dependencia de la persona
bajo su cuidado.
La revisión de literatura específica
relacionada con cuidadores
primarios informales de adultos mayores con padecimiento mental (ansiedad, demencia, entre otras) y algún grado de dependencia
permitió constatar que, en la mayoría de
estos estudios se reporta ausencia de depresión
(entre el 50.5 % y 61 %). Aunque en el extremo de depresión severa se
registraron porcentajes importantes que se
ubican entre el 2.8 % y 8.3 %
(Domínguez y col., 2012; Corbalán y
col., 2013; Segura-Pacheco y col., 2014; Velásquez y col., 2016;
Navarro-Sandoval y col., 2017), los cuales, se ha demostrado que pueden
disminuir como producto de programas de prevención
(Vázquez y col., 2018). Así también, se encontraron estudios de cuidadores de
adultos mayores de 100 años (Rodríguez, 2018) y niños con lesión cerebral
(Islas y Castillejos, 2016) que muestran que la tendencia es a la inversa, es
decir, los porcentajes mayores se ubican en las categorías de depresión alta
(entre 36.7 % y 68.9
%).
Es importante aportar conocimiento a las problemáticas que enfrentan los cuidadores
informales. Además, se requieren estudios en México que exploren la
relación emocional entre los cuidadores
y sus dependientes.
El objetivo de este trabajo fue
identificar la relación entre síntomas depresivos de los cuidadores primarios
informales y el nivel de dependencia
que perciben en
la persona que cuidan.
MATERIALES Y MÉTODOS
El diseño de investigación fue no
experimental, transversal y correlacional. La muestra fue no probabilística, intencional, de 259 cuidadores
primarios informales de personas con alguna enfermedad crónica, usuarias de 2
hospitales generales ubicados en Tampico, Tamaulipas,
México. Se incluyeron cuidadores
primarios informales mayores de edad, con un mínimo de 3 meses
ejerciendo el rol, sin remuneración económica ni capacitación, que estuvieran a
cargo de enfermos hospitalizados en las áreas de hemodiálisis, quimioterapia,
hospitalización y cuidados paliativos (Tabla 1). Se excluyeron a los cuidadores
que no fueran primarios y que presentaran algún problema físico o psicológico
que afectara los objetivos de la investigación. Se eliminaron del estudio aquellos
participantes que no respondieron los instrumentos en su totalidad.
Instrumentos
Se utilizó una modificación del
Cuestionario sobre la salud del paciente: Escala de Depresión (PHQ, por
sus siglas en inglés: Patient Health Questionnaire,
Depression Scale), que en su versión original es de 9 reactivos,
diseñado por Kroenke y col. (2001). En el presente
estudio se aplicó la versión de 8 ítems en forma de pregunta de León y col.
(2019), que indagan el estado de las personas en las últimas dos semanas. El formato de respuesta tiene 4 alternativas ordenadas de menor a mayor
gravedad, que van de 0 a 3 puntos, en función de la alternativa escogida. La
sumatoria total de las respuestas tiene un
puntaje global que va de 0 a 24 puntos y se divide en las categorías siguientes: sin síntomas
depresivos, de 0 a 4 puntos; síntomas leves, de 5 a 9; síntomas moderados, de 10 a 14; síntomas severos, de 15 a 19;
síntomas graves, de 20 a 24 puntos. En México se reportó un alpha
de Cronbach = 0.78 y un coeficiente de correlación interclase = 0.85 (León y col., 2019).
La Escala de Barthel, desarrollada
por Mahoney y Barthel en
1955, fue utilizada para medir la capacidad
de la persona para la realización de
10 actividades básicas de la vida diaria. Es importante señalar que la
escala se aplicó a los cuidadores, quienes respondieron sobre las capacidades que percibían en las personas bajo su cuidado. Los 10 reactivos evalúan capacidades
funcionales cuyos valores están entre 0 y 100, con intervalos de 5 puntos.
Cuanto más cerca de 0 está la puntuación de un sujeto, más dependencia tiene;
cuanto más cerca de 100, más independencia. Las
categorías de interpretación son: de 0 a 20, dependencia total; de 21 a 60,
dependencia severa; de 61 a 90, dependencia moderada; de 91 a 99, dependencia
escasa; 100, independencia. El Índice de Barthel
fue validado en México por Carreón-Goméz y col. (2016), el coeficiente de confiabilidad mediante Kuder-Richarsond fue de 0.75.
Procedimiento de
la recolección de
datos
Una vez obtenidos los permisos de las instituciones
correspondientes, se capacitó un equipo de estudiantes para estandarizar la
aplicación de los instrumentos y reducir el margen de error. En la
capacitación, dirigida por los responsables
del proyecto, se revisaron los reactivos
y se describió el procedimiento de aplicación. Posteriormente, se acudió
a las instituciones antes mencionadas, donde los integrantes del equipo
invitaron a los cuidadores primarios informales a participar en la investigación de forma voluntaria. Se explicó el procedimiento
a realizar y se leyó el consentimiento informado; una vez que la persona aceptó
participar en la investigación, se procedió a la firma del consentimiento y la
aplicación de instrumentos.
Este estudio se apegó a la Ley General de Salud de México en materia de investigación, y
es parte de un proyecto mayor de la red temática de automanejo en enfermedades
crónicas (Red Temática de Automanejo en Enfermedades Crónicas, 2018).
Análisis de datos
Se
realizaron los siguientes
análisis:
1. Se utilizó la Chi cuadrada de Pearson para explorar la
asociación de niveles de dependencia de la persona enferma con sexo, estado
civil, trabajo, parentesco y años dedicados al cuidado, así como la asociación
de niveles de sintomatología depresiva con sexo, estado civil, trabajo,
parentesco y años
de cuidado.
2. El coeficiente de Pearson, se utilizó para analizar la
correlación entre los puntajes totales de sintomatología depresiva y
dependencia percibida. Posteriormente,
mediante Chi cuadrada de Pearson, se
analizó la asociación de los niveles
de dependencia de la persona enferma y las
categorías de sintomatología de depresión en el cuidador. Además, se
obtuvieron los residuos tipificados corregidos para cada celda de la tabla
de contingencia.
3. Con el propósito de comprender mejor el comportamiento de
la variable síntomas depresivos en los diferentes niveles de dependencia se
realizó un análisis de varianza de una vía,
con la finalidad de comparar los puntajes
globales de las variables síntomas depresivos y
dependencia. Para ello, se construyeron 3 categorías de dependencia, agrupando de la siguiente manera las 5 categorías que
arroja el índice de Barthel: 1) dependencia severa
(categorías total y severa), 2) dependencia moderada (categorías moderada y escasa)
y 3)
independencia.
La captura de datos y el análisis se realizaron con el Paquete Estadístico para Ciencias Sociales (SPSS, por
sus siglas en inglés: Statistical Package
for the Social Sciences) (Nie y col., 1975), versión
25.
RESULTADOS
Como se observa en la Tabla 1, en las personas con enfermedad
a cargo de los cuidadores primarios
informales predominó el sexo femenino (58.3 %), con un promedio de edad
de 67.44 años y 14.67 años de haber sido diagnosticadas.
La enfermedad más frecuente entre las personas cuidadas fue la diabetes,
con un 40.5 %, seguida por la hipertensión
con 27.4 %.
El promedio de edad de los cuidadores
primarios informales, al momento del estudio, era de 49.6 años,
con predominio del sexo femenino (82.6 %) y un promedio de tiempo de cuidado de
6.7 años. El parentesco del cuidador, en su mayoría,
fue de hijas, con el 38.2 %. Y el 51 % de los cuidadores trabajaba (Tabla 2).
Respecto a los resultados en las
variables de investigación, se
encontró que el 38.6 % de los cuidadores
presentaron síntomas de depresión en sus 4 diferentes categorías. El 61.4 % no
presentó estos síntomas. Así también, se observó que el mayor porcentaje de dependencia que percibían los cuidadores hacia sus pacientes
se ubicó en la categoría dependencia moderada, con el 32.4 % (Tabla 3).
En la asociación de niveles de
dependencia con algunas características de los cuidadores,
como sexo, estado civil, trabajo, parentesco y años de cuidado, los resultados
mostraron significancia únicamente en la asociación
con el parentesco (P = 0.011). Sin embargo, es de importancia considerar que el 60 % de las celdas tiene un
conteo menor al esperado (n = 5), por tanto,
dicho resultado debe tomarse con reservas (Tabla 4).
En la asociación de niveles de sintomatología depresiva con sexo, estado civil, trabajo, parentesco
y años de cuidado, los resultados de Chi cuadrada de Pearson no mostraron
significancia para ninguno de los cruces entre las variables (Tabla
5).
El resultado de mayor relevancia muestra una correlación
negativa pequeña, pero significativa, entre los puntajes globales de dependencia
y síntomas depresivos (Tabla 6).
En la asociación de los niveles de
dependencia de la persona enferma y la depresión del cuidador, los
resultados no arrojaron diferencias significativas entre las variables, sin embargo, los valores de los residuos corregidos
indicaron una asociación significativa entre las
categorías dependencia total y depresión severa,
así como una asociación significativa y
negativa entre dependencia moderada y depresión severa (Tabla 7).
La prueba de comparación del
comportamiento de la variable síntomas depresivos, en los diferentes niveles de
dependencia de las 3 categorías: 1) dependencia severa (categorías total y severa),
2) dependencia moderada (categorías moderada
y escasa) y 3) independencia, indicó la existencia de diferencias significativas (P < 0.05). El análisis Post hoc
de Bonferroni
permitió identificar diferencias (P < 0.5) entre las categorías dependencia severa y moderada (Tabla 8). Cabe destacar
que no se detectaron diferencias
significativas entre los niveles
dependencia severa con independencia, ni dependencia moderada con
independencia.
DISCUSIÓN
Con respecto a la edad promedio de la muestra de cuidadores primarios informales de este
estudio (49.6), se encontró concordancia con diferentes
trabajos antecedentes (Domínguez y col., 2012; Rodríguez-Medina y
Landeros-Pérez, 2014; Navarro-Sandoval y col., 2017; Dzul-Gala y col., 2018; Vázquez y col., 2018; Lanatta, y col., 2019; Vázquez y col., 2019), donde
ser adulto menor de 60 años es una de las
características de los cuidadores primarios informales de adultos mayores. Las
edades promedio de los
cuidadores de estos estudios oscilaron entre 50 y 59 años. También se detectaron estudios
de cuidadores cuya edad promedio (64.75) los ubica (el sujeto es la edad
promedio) en la categoría de adulto mayor, con la característica de estar
cuidando a personas con un padecimiento
mental (Corbalán y col., 2013); así
como estudios que observaron a adultos
jóvenes cuidando de niños con asma
(36.34) (Fregoso y col., 2016).
En este estudio predominó el sexo femenino (82.6 %), dato
similar a la mayoría de los estudios, en los que los porcentajes de mujeres al cuidado de pacientes osciló entre 70.8 % y 93.2 % (Domínguez y col., 2012; Corbalán y col.,
2013; Rodríguez-Medina y Landeros-Pérez,
2014; Fregoso y col., 2016; Islas y
Castillejos, 2016; Velásquez y col., 2016; Navarro-Sandoval y col., 2017; Dzul-Gala y col.,
2018; Martínez-Rodríguez, 2018;
Vázquez y col., 2018; Lanatta y col., 2019; Vázquez y
col., 2019). Lo anterior pudiera explicarse asociándolo al rol de género, que designa a las mujeres el cuidado
de la familia (Rangel y col., 2017).
Con respecto a los años escolares cursados
por los cuidadores, se tuvo un promedio de 11.31, que corresponde al nivel medio superior.
Este resultado es semejante a los estudios de
Navarro-Sandoval y col. (2017); Dzul-Gala y col.
(2018), quienes reportaron predominio de nivel
medio superior y superior entre sus muestras. Sin embargo, este
resultado no coincide con otros estudios que reportan niveles de educación más bajo (desde solo saber leer y
escribir, hasta nivel secundaria) (Domínguez y col., 2012; Velásquez y col.,
2016; Vázquez y col., 2018).
Los años de cuidado promedio en el presente estudio fueron
6.7, ligeramente superior al estudio de Navarro-Sandoval y col. (2017), quienes
registraron que el 63.2 % de los cuidadores
de paciente geriátricos dependientes dedican de 1 a 5 años a su labor. Por otra
parte, en el estudio de Vázquez y col. (2018) se obtuvo un promedio de 14.4
años dedicados al cuidado de personas
dependientes. Estos resultados son un indicador de que la labor de cuidar a un paciente es una actividad demandante
a mediano y largo plazo, lo que puede tener consecuencias en la salud de los
cuidadores.
Respecto a la ocupación, el 45.4 % dijo
ser ama de casa (datos no mostrados), en el rango
de lo obtenido en los
estudios de Navarro-Sandoval y col. (2017); Dzul-Gala
y col. (2018) y Vázquez y col. (2018),
quienes reportaron porcentajes de ocupación de 33.3 % y 62 %,
respectivamente. Además, el mayor porcentaje de los cuidadores del presente
estudio reportó ser la hija (38.2
%), dato que coincide con los estudios
de Vázquez y col. (2018) y Velásquez y col. (2016), quienes documentaron porcentajes de 39.3 % y 40 %, respectivamente, donde
las cuidadoras eran las hijas. Estos resultados demuestran la premisa de que el rol de género
está asociado al de cuidador (solo el 8.9 % de los cuidadores era un
hijo varón).
El 30.1 % de los cuidadores primarios informales del presente
estudio, percibieron independencia en las personas que cuidaban al momento del estudio. En cuanto a la dependencia,
se encontró que los cuidadores percibían al 32.4
% de las personas con enfermedades crónicas con dependencia moderada, lo que es menor al estudio de
Contreras y col. (2014), donde se reportó el nivel moderado de dependencia en un 53 % de la muestra
con daño renal. El 20.1 % de los cuidadores presentó
una dependencia severa, por debajo de lo encontrado por Rodríguez y col.
(2014), que obtuvieron 42.7 % de esa
categoría de dependencia en personas mayores institucionalizadas. Este
resultado pudiera estar asociado a la edad, el tipo de padecimiento y el tiempo
con el diagnóstico de la enfermedad, por lo que se sugiere realizar estudios
que contemplen evaluar la dependencia
asociada a estas variables.
La mayoría de los cuidadores en este estudio (61.4 %) no
presentaron síntomas depresivos, valor
superior a estudios similares, que reportaron
ausencia de depresión en el 55.3 % y 56
% de cuidadores de adultos mayores dependientes con algún padecimiento mental (Velásquez y col., 2016; Navarro-Sandoval
y col., 2017). En cuidadores de personas con enfermedades crónicas, como la
población de estudio de este trabajo, la ausencia de síntomas depresivos
documentada varió entre 42.7 % y 61 % (Dzul-Gala y col., 2018; Lanatta y
col., 2019; Vázquez y col., 2019).
La depresión leve se encontró solo en un
22.4 % de los cuidadores. Este valor es bajo en comparación con otros estudios,
donde predominó el nivel de depresión leve, como el de Segura-Pacheco y col.
(2014), quienes reportaron un 65 %, y el de Domínguez y col. (2012), con el
50.5 % con manifestaciones de ansiedad.
El 3.1 % de los cuidadores presentaron depresión severa, dato
preocupante, ya que la depresión tiene graves consecuencias que afectan tanto
al cuidador como a la calidad de cuidado que otorga. Es importante destacar que
estos síntomas depresivos si bien pueden tener diferentes orígenes, también han
sido asociados al rol de cuidador que desarrollan (OMS, 2018; Laguado-Jaimes, 2019).
Se encontró una correlación muy baja, pero estadísticamente
significativa (P < 0.05), entre los síntomas depresivos de los cuidadores
primarios informales y la dependencia
percibida hacia la persona que cuidan
(Tabla 6). También se detectó una asociación positiva entre las
categorías de dependencia total y depresión
severa (Tabla 7), lo que indica la existencia de una asociación entre
las variables. Posteriormente, el análisis
complementario de comparación entre las categorías de dependencia severa, moderada e independencia, confirmó que los
cuidadores del grupo de dependencia severa presentan mayor depresión que el
grupo de dependencia moderada (Tabla 8). Es así como se puede entender de mejor
manera el comportamiento de las variables y se puede inferir que a mayor dependencia de la persona enferma, mayor
sintomatología depresiva en el cuidador. Esta relación fue identificada en un
estudio colombiano con cuidadores de adultos mayores dependientes (Velásquez y
col., 2016), sin embargo, para confirmar este hallazgo se sugiere realizar
estudios que analicen las relaciones causa-efecto entre las variables
de estudio.
Es de amplio conocimiento que las enfermedades no
transmisibles se cronifican y, con el tiempo, el
deterioro de las personas que las padecen genera mayor dependencia. Lo anterior
pudiera ser la causa del incremento en los
síntomas depresivos de los cuidadores primarios informales, quienes representan el vínculo afectivo más
cercano y más afectado. Cabe destacar también que el incremento de la demanda
de cuidado de la persona enferma puede representar un descuido inherente en la
salud del cuidador. Dichas suposiciones pueden impactar en la práctica de los
profesionales de la salud, quienes pueden diseñar programas dirigidos a los
cuidadores considerando los niveles de dependencia a la que se enfrentan, es
decir, los programas para cuidadores de una persona con dependencia total
pueden incluir estrategias diferentes (por ejemplo,
estrategias para disminuir la sintomatología depresiva) a los programas
dirigidos al cuidador con dependencia
moderada.
CONCLUSIONES
Los cuidadores
primarios informales, que en su mayoría eran familiares, compartieron ciertas características
o patrones, tales como ser mujer
adulta dedicada al hogar, con escolaridad media, un promedio de 6.7 años
cuidando a sus familiares, usualmente padres o cónyuges con enfermedades crónicas. El nivel de dependencia que
percibieron en sus familiares fue moderado, y más de la mitad no reportó
síntomas de depresión. Los cuidadores primarios informales que percibieron
mayor dependencia en sus familiares con enfermedades crónicas reportaron más
sintomatología depresiva. El grupo de cuidadores de personas con dependencia severa presentó mayor sintomatología de
depresión que el grupo de cuidadores con dependencia moderada. En la díada cuidador-enfermo, cualquier alteración
en uno de los integrantes tendrá un impacto en el otro, por lo que es importante para el sistema de salud la detección temprana
y atención de síntomas depresivos o estrés emocional en la persona que asume la responsabilidad de los cuidados del paciente.
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