Estado del conocimiento de la historiografía de la educación en Tamaulipas siglo XIX

State of knowledge of 19th Century higher education historiography in Tamaulipas

 

La historiografía de la educación en Tamaulipas siglo XIX

 

Luisa Álvarez-Cervantes*, José Rafael Sáenz-Rangel

 

*Correspondencia: lalvarez@docentes.uat.edu.mx/Fecha de recepción: 3 de diciembre de 2019/Fecha de aceptación: 21 de agosto de 2020/Fecha de publicación: 29 de enero de 2021

 

Universidad Autónoma de Tamaulipas, Unidad Académica Multidisciplinaria de Ciencias, Educación y Humanidades, Centro Universitario Victoria, Ciudad Victoria, Tamaulipas, México, C. P. 87149.

 

Resumen


El estado de Tamaulipas está ubicado al noreste de México, región geográfica colonizada años más tarde que el centro y el sur del país. Se ha documentado poco del devenir histórico de las primeras instituciones educativas del nivel superior de la entidad. El objetivo del presente trabajo fue presentar el estado actual que guarda el conocimiento de la historiografía de la educación en Tamaulipas del siglo XIX. Se localizaron 22 obras editadas y publicadas entre 1948 y 2018, que recogieron las memorias y experiencias educativas. Se sometieron a un procedimiento, con base en criterios historiográficos, que permitió ordenarlas en historias, biografías, crónicas o memorias. Se agruparon en correspondencia a espacios y temporalidades, en generales o regionales y por periodos históricos. Se describen las obras que hablan de las dos etapas: la inicial, referente a la fundación de las primeras instituciones por maestros republicanos ilustrados; escritas por sus egresados, historiadores por vocación, autores de las primeras historias de la educación estatal, que trabajaron en un marco ilustrado, liberal, republicano y juarista, promotor de ofrecer al pueblo una educación pública, laica, gratuita y obligatoria, en el que quedó institucionalizada la educación superior del estado. La segunda etapa ocurre en el siglo XX, con la creación de la Universidad de Tamaulipas, que sería después la Universidad Autónoma de Tamaulipas, institución que permite formar historiadores de profesión, maestros e historiadores de raigambre decimonónica, que complementan el marco histórico educativo. Este trabajo permite un punto de partida al investigador interesado en continuar con la línea de la historia e historiografía de este tiempo y espacio.


 

Palabras clave: instituciones educativas, ilustración, Tamaulipas, historiografía de la educación, siglo XIX.

 

Abstract

The state of Tamaulipas is located in the northeast geographical region of Mexico, which was colonized several years after the center and south of the country. Little has been documented of the historical evolution of the first higher education institutions of the state. The aim of this work is to show the current state of knowledge of the historiography of education in Tamaulipas in the 19th century. Twenty-two edited and published works, which collected memories and educational experiences between 1948 and 2018 were found. They underwent a procedure, based on historiographic criteria, which allowed their classification into histories, biographies, chronicles, or memoirs. They were grouped according to spaces and temporalities in general or regional, and by historical periods of education. The works that discuss each of the stages are described as follows: those of the initial stage, referring to the founding of the first institutions by illustrated republican teachers were written by its graduates, historians by vocation, authors of the first histories of state education, who worked within an enlightened, liberal, republican and juarista framework, promoter of offering the people a public, secular, free and compulsory education, in which higher education in the state was institutionalized. The second stage occurred in the 20th century, with the creation of the University of Tamaulipas, which would later become the Universidad Autónoma de Tamaulipas, an institution that educates professional historians, history teachers and historians of nineteenth-century roots, which complement the historical educational framework. This work provides a starting point for the researcher who is interested in continuing with the line of history and historiography of this time and space.

 

Keywords: educational institutions, illustration, Tamaulipas, education historiography, 19th century.

 


 

Introducción

Ante la ausencia de un estado del conocimiento sobre la historiografía de la educación en Tamaulipas, el Centro Regional de Formación Docente e Investigación Educativa (CRETAM) impulsó un proyecto de investigación con la intención de integrarlo. En él participaron miembros del actual Cuerpo Académico de Historia e Historiografía Regional de la Universidad Autónoma de Tamaulipas e integrantes del Proyecto de Investigación Universidad, Sociedad y Acción Comunitaria de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fue desarrollado entre 2014 y 2016, y de este proyecto resultaron 2 obras: Historiografía de la educación en Tamaulipas Tomo I: siglo XIX (Álvarez y Avendaño, 2015) e Historiografía de la educación en Tamaulipas Tomo II: siglo XX (Álvarez y Avendaño, 2016), la primera publicada en el año 2015 y la segunda en el año 2016. La relevancia radica en que los investigadores de la historia de la educación tienen en sus manos un estado del conocimiento sobre la historiografía de la educación en Tamaulipas.


 

La investigación se enfocó en dar respuesta a las preguntas: ¿Quiénes investigaron? ¿Qué investigaron? ¿Cómo investigaron? ¿Desde qué instituciones educativas lo hicieron? ¿Cuáles fueron sus resultados? ¿Con qué perspectivas se identificaron y cuáles fueron sus aportaciones? ¿Qué temas, problemas o periodos educativos abordaron? Al mismo tiempo, para hacer comprensible el contexto de producción de la obra historiográfica sobre la educación en Tamaulipas en el siglo XIX, fue imprescindible abordar las condiciones históricas de Tamaulipas, es decir, cuáles eran los proyectos educativos que elaboraron los maestros fundadores de las instituciones de educación superior del siglo XIX, ya que de ellas egresaron quienes publicaron las primeras historias de la educación que constituyen la obra historiográfica hasta el 2018. Estas obras fueron localizadas en bibliotecas públicas y privadas e instituciones educativas. Para ello fue necesaria una previa investigación documental de corte historiográfico en obras generales sobre la historia educativa de Tamaulipas, a fin de indagar en qué ciudades del estado se fundaron los centros de educación superior durante el siglo XIX, cuáles fueron y quiénes las crearon. Bajo el supuesto de que los egresados de estas instituciones aportarían relatos, crónicas o memorias de sus centros educativos. Las instituciones educativas creadas en el estado a lo largo del siglo XIX fueron el Instituto Hidalguiano, en 1830, y el Instituto Científico y Literario del Estado, en 1889, ambas en Ciudad Victoria; el Instituto Literario de San Juan, en 1859, en Matamoros y, aunque de breve duración, el Instituto Literario y Mercantil, en 1855, en Tampico.


 

A los resultados de este macroproyecto se agrega y se expone, para el caso del estado del conocimiento de la historiografía de la educación en Tamaulipas, en el siglo XIX, la situación que guarda hasta el 2018.

 

El objetivo del presente trabajo fue dar a conocer el estado actual que guarda el conocimiento de la historiografía de la educación en Tamaulipas del siglo XIX, desde la primera obra en 1948 hasta la última, publicada en 2018.

 

MATERIALES Y MÉTODOS

Una vez localizadas las instituciones de educación superior, las ciudades donde se fundaron y el tipo de estudios que ofrecieron, se procedió al trabajo de campo, recorriendo los archivos y fondos documentales y bibliotecas de libros viejos en la Ciudad de México, Ciudad Victoria, Tampico y Matamoros, con el propósito de encontrar obras sobre historia de la educación en Tamaulipas. La localización de los datos se efectuó de marzo de 2014 a enero de 2019.

 

La documentación encontrada fue revisada, clasificada, sistematizada, ordenada y reseñada con base en criterios historiográficos. A fin de romper la tensión generada entre las políticas estatales en materia educativa y las iniciativas regionales derivadas de esfuerzos colectivos y personales expresadas en las obras mismas, se recurrió al criterio teórico-metodológico de Álvarez y Avendaño (2015; 2016). Se clasificaron en “obra general” y “obra regional”, para distinguir sus contenidos. También, las instituciones de las que provenían los autores. La primera se refiere a la historiografía de la educación en Tamaulipas, la segunda, a las memorias, relatos y crónicas regionales o municipales que contienen información sobre las instituciones educativas.

 

Otra clasificación fue para determinar qué material podía ser considerado como “obra”. Se recurrió a los criterios fijados para los investigadores educativos del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), (Galván y col., 2003: 5-6), institución que se ha dedicado, como contribución a la educación en México, a la elaboración de los estados del conocimiento de la investigación educativa del país. Sin embargo, ajustarse a los criterios promovidos por el COMIE habría conducido a que buena parte de los trabajos localizados no alcanzaran la norma para ser considerados “resultados de la investigación científica” y quedarían fuera de esta recopilación, pues el criterio del COMIE, no contempla la obra en sí, sino que los autores sean académicos reconocidos, con líneas de investigación definidas. De modo que los “criterios en cuanto a su organización: son investigaciones dirigidas por comités del COMIE. Y por el contenido, es una actividad investigativa orientada a los investigadores” (Galván y col., 2003: 5-6).

 

El criterio elegido fue considerar como “obras” todos los materiales que forman este acopio historiográfico: historias, memorias, crónicas, biografías, para evitar excluir los esfuerzos de muchos maestros que dejaron registro escrito de la fundación de sus instituciones educativas y de sus experiencias pedagógicas. La sistematización y el orden exigieron la lectura completa y detallada de toda la obra en su conjunto. Lo anterior, obedeciendo también al aporte teórico de Gaos (2015), quien afirmó que la historia y la historiografía, esta última entendida como la historia escrita, constituyen el ámbito de lo histórico. Lo histórico incluye, para la historiografía, la historia y la historiografía. Por lo que se decidió incluir las obras como producción historiográfica a pesar de no cubrir los criterios “académicos” que aparecen en los manuales y que norman la producción historiográfica más ortodoxa, ya que, de aceptar el criterio del COMIE, Tamaulipas seguiría ayuno, por un lado, del estado del conocimiento sobre la historiografía de la educación y por otro, sin la evidencia de la gran distancia entre las realidades educativas del centro y la periferia que esta investigación aporta al quehacer educativo actual. Someter la investigación a los criterios académicos más ortodoxos implicaría la negación de la riqueza de la obra educativa que fue encontrada. El mismo criterio teórico-metodológico se aplicó para el caso de obras escritas tanto por “historiadores de vocación como de profesión”, cuya distinción se hace más adelante, al momento de abordar las condiciones de la publicación de la obra historiográfica sobre la educación en el siglo XIX y la producción escrita por cronistas.

 

Por otro lado, durante el análisis del contenido de las obras fue posible ordenarlas historiográficamente. A fin de contextualizar la compilación del conjunto, se reconoció la importancia de recurrir a obras complementarias, es decir, a la producción literaria de otras disciplinas, con la idea de describir los contextos en los que se elaboraron las propuestas educativas, exigencia que guio la reconstrucción de los marcos ideológicos, sociales y políticos. Por ello, se consultaron y examinaron la historiografía nacional y la de Tamaulipas.

 

Las obras que constituyen el estado del conocimiento sobre la historiografía de la educación del siglo XIX se clasificaron en Historias Generales, Historias Regionales, Historias Institucionales, Biografías de profesores y los Nuevos aportes (Álvarez y Avendaño, 2015; 2016).

 

Para alcanzar una mejor comprensión y coherencia al relato sobre la historiografía de la educación del siglo XIX en Tamaulipas fue necesario recurrir al auxilio de una disciplina indispensable: la sociología de la religión, pues las novedades encontradas en cuanto a las instituciones educativas fundadas por distintas filiaciones religiosas obligaban a compenetrarse en esta disciplina, con base en Bastian (1993), autor que fue referente. Estas lecturas hicieron posible la comprensión del papel que jugaron las dobles militancias político-sociales de los actores educativos, y los orígenes de la nación, que tuvieron un papel determinante en la edificación de los proyectos educativos en Tamaulipas. Además, otros saberes fundamentales fueron la filosofía y la sociología de la educación, la legislación y la política educativa. Esto a fin de desentrañar los supuestos y presupuestos de los discursos educativos contenido en las obras. Se tuvo presente atender el contexto y problematizar las comprensiones historiográficas que afloraron a la luz de la investigación. Una vez hecho el recorrido a través de la obra general, regional y complementaria aún quedaban huecos, por lo que fue necesario tratar de subsanarlos, y se optó por consultar  fuentes primarias, con el propósito de dar coherencia a la exposición final de la investigación, la cual va acompañada de una narrativa histórica y política que contextualiza el siglo XIX y que se expone en el presente trabajo.

 

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Tamaulipas liberal y educador

Tamaulipas nació a la vida republicana como un estado liberal. “El liberalismo decimonónico […] reside […] en el caso mexicano, [en que] las ideas de laicidad y el Estado laico se articularon al interior de la postura liberal defendida en el siglo XIX y en la primera mitad del XX. […] liberalismo y laicidad son inseparables” (Rivera-Castro, 2011: 192) de la instauración de la República y sus instituciones seculares, una de estas será la instrucción y más tarde la educación pública y laica. Por lo que el liberalismo mexicano no puede identificarse con la vertiente anglo-estadounidense contemporánea. El surgimiento del propio Estado laico mexicano fue el resultado victorioso de una guerra de reforma contra la hegemonía material y espiritual de la jerarquía católica y el papado romano. La república y el liberalismo surgieron entrelazados con la instrucción en las primeras letras, y posteriormente la educación, y florecieron como fuentes de un solo proceso histórico-social en el Tamaulipas del siglo XIX. Por lo que no es comprensible el liberalismo decimonónico sin la república y la república sin la secularización de las instituciones, entre estas, las de la instrucción y la educación laica y pública.

 

En el caso de Tamaulipas la creación de instituciones educativas de nivel superior son tardías, con respecto al resto de la república. Ello se debió a que quedaron ajustadas bajo la peculiar condición de un estado con fronteras móviles, las cuales se fueron fijando geográfica y políticamente a lo largo del siglo XIX. Es importante considerar que Tamaulipas formó parte de la región del noreste de México que se conoció como “Nuevo Santander […] penúltima provincia de la Nueva España en ser fundada […] en donde convergieron colonos españoles, mestizos e indios seminómadas” (Andrews y Hernández, 2012: 19); en suma, una colonización tardía con respecto al resto de la colonia. Ante esa situación, lo que interesa resaltar son las tareas de aquellos que asumieron la labor de emprender iniciativas para desarrollar instituciones educativas; su relevancia radica en la forma que adquirió la tarea de educar a una población en permanente crisis por su condición de litoral, frontera y en conflicto con los indios de esa inmensa zona.

 

Tamaulipas formó parte de una región extensa, con una frontera conflictuada con los Estados Unidos y con tres puertos marítimos que funcionaron hasta mediados del siglo XIX, de los cuales solamente sobrevivieron Matamoros y Tampico. Situado en este espacio de fronteras, colocado al lado de los Estados Unidos de Norteamérica y con sus puertos mediante los que se intercomunicó con el resto del mundo, Tamaulipas quedó instalado en un incuestionable espacio geopolítico, que a lo largo del siglo, por esas fronteras terrestres y marítimas no solo ingresaron mercancías, sino una migración temprana de maestros europeos ilustrados, quienes actuaron bajo el precepto kantiano de “ten el valor de servirte de tu propia razón; he ahí el lema de la ilustración” (Kant, 1985: 25-27), lo cual significó, para los preceptores de la época, que “La esencia del hombre es su razón […]” (Kant, 1985: 25-27).

 

La peculiaridad de la razón [clave de la historia] no puede ser completamente desarrollada en la vida de un hombre. “Nadie puede inventar las matemáticas por su cuenta. La peculiaridad del hombre es ser un animal con la facultad de aprovechar las experiencias de otros. Tiene esa facultad porque es racional. El propósito de la naturaleza para el desarrollo de la razón humana es un propósito que solo se puede realizar en la historia de la raza humana y no en una vida individual” (Collingwood, 2004: 167). “La realización de la especie humana en la historia es el plan de la naturaleza en la historia, como un plan de desarrollo de la libertad humana” (Collingwood, 2004: 167). Y esto solo era posible mediante la fundación de instituciones educativas, a lo cual se abocaron los ilustrados europeos junto a otros ilustrados católicos, anarquistas, protestantes, socialistas, masones, todos ellos unidos en un proyecto liberal.

 

Los preceptores y las instituciones de instrucción en las primeras letras

Los preceptores ilustrados liberales fundaron las primeras instituciones educativas, primero bajo los preceptos de la constitución de Cádiz, y luego bajo el amparo de la libertad, protegida por gobiernos liberales y republicanos que garantizaron las actividades educativas de carácter laico. Por ello, desde antes de que en esta región quedara constituido el estado, el 7 de febrero de 1824, y “cuya institucionalización se afianzaría en 1825 con la promulgación de la constitución del Estado de Tamaulipas” (Andrews y Hernández, 2012: 221), el constituyente incluyó entre los artículos de la primera constitución el 235, que ordenaba “se establecerán en todos los pueblos del Estado escuelas de primeras letras […]” (Ramos-Aguirre, 2009: 33). Promulgada la constitución y hasta fines del siglo XIX, se organizaron grupos de liberales ilustrados que arrojaron un abanico plural de organizaciones católicas, protestantes, masonas, anarquistas y socialistas, cuyo propósito común fue conquistar plenamente una educación laica, pública, gratuita y obligatoria.

 

Cada una de estas expresiones sociales buscó promover un modelo social desde un proyecto educativo, que se acercara al precepto constitucional dictado por la república; para lograrlo, se apoyaron en instituciones educativas fundadas y financiadas por ellos mismos; de no haber sido de ese modo, Tamaulipas no tendría una importante obra educativa. De acuerdo con Historiografía de la educación en Tamaulipas Tomo I: siglo XIX (Álvarez y Avendaño, 2015), la primera escuela de primeras letras, siguiendo con los preceptos establecidos por la Constitución de Cádiz, se estableció en Matamoros en 1814, cuando “siendo alcalde don Felipe Roque de la Portilla, teniente de las milicias provinciales, tomó el acuerdo el 15 de febrero de 1814 de establecer una escuela de las primeras letras” (Rangel-Córdova, 1991: 39).

 

Después de promulgada la constitución liberal, en 1828, llega la Compañía Lancasteriana al estado, liderada por Ignacio Ribott, educador de origen español, quien firma contrata [sic] para el establecimiento de una Escuela Pública de Enseñanza Mutua, “con la anuencia de una comisión que nombró el Gobernador Lucas Fernández” (Ramos-Aguirre, 2009: 40). Para mayor comprensión del interés de Fernández y del contenido sobre la instrucción y la educación del liberalismo decimonónico, se citan sus palabras con respecto a lo que esperaban del proyecto educativo que postulaba: “el 22 de abril de 1828, [Lucas Fernández] anunció a la ciudadanía la presencia del pedagogo [sic], a quien contrató con base en el artículo 4° de la Ley del 6 de diciembre de 1826: [...] se han abierto fuentes de luces, y de ciencias, y los niños deben correr, si no es que deben volar a beber de ellas, excitádlos pues a que lo verifiquen y secunden con este hecho las miras benéficas de la Legislatura que ha dictado Leyes sabias y prudentes con tan noble y sagrado fin” (Ramos-Aguirre, 2009: 40).

 

Además, la contrata establecía el compromiso de crear una Escuela Normal. Ramos afirmó que, de acuerdo con el modelo lancasteriano, junto a las Escuelas de Enseñanza Mutua, sería regla el establecimiento de las Escuelas Normales. La particularidad era que la instrucción y la formación de docentes se establecían bajo el principio laico, es decir, la separación del clero, cuestión que también confirma en su obra García-García (1980). Y como es sabido, este modelo educativo se sostuvo en el método de monitores, lo que posibilitaba instruir en las primeras letras a grupos numerosos de niños y adultos. La Compañía Lancasteriana en Tamaulipas impulsó su modelo educativo en Matamoros y Tampico (Ramos-Aguirre, 2009: 40), y seguramente en otros lugares del estado. El sistema lancasteriano desaparece a finales del siglo XIX, una vez que se promulga “en 1891 la Ley Reglamentaria de la Instrucción Obligatoria en el DF y territorios, que consigna de manera definitiva la facultad del estado para intervenir en la educación pública, puesta en vigor el 7 de enero de 1892” (Morales, 1993: 471).

 

La ilustración. Las instituciones de educación superior y los historiadores por vocación

La ilustración trae consigo una idea de felicidad otorgada por las ciencias y las letras, las cuales no solo producirían ciudadanos, sino que estos ciudadanos quedarían a la altura de las exigencias del progreso social y político de la república. En 1830 se fundó en Ciudad Victoria el Instituto Hidalguiano Tamaulipeco por iniciativa “del gobernador Juan Guerra, a través del Congreso Constitucional, que emitió un decreto para la creación del Instituto Hidalguiano Tamaulipeco […]. Por su carácter científico y literario, este plantel fue precursor de la educación superior en la entidad, pero también antecedente del culto oficial al cura de Dolores” (Ramos-Aguirre, 2009: 56). El propósito se establecía en forma clara: “[...] proporcionar al estado un establecimiento de instrucción pública en el que se cultiven las letras y la ciencia, tan necesarias para la felicidad social, y a fin de que los ciudadanos del estado puedan educarse sin necesidad de ir a adquirir conocimientos a algunos lugares extraños y distantes” (Ramos-Aguirre, 2009: 56). Más tarde, una vez que este instituto cierra sus puertas a mitad de la centuria, en 1859, en el periodo juarista, en plena emisión de las primeras leyes de reforma, en el gobierno liberal del general licenciado Juan José de la Garza se fundó el Instituto Literario de San Juan, en Matamoros. Este instituto ofreció estudios preparatorios y la formación de abogados. Es menester mencionar que este tipo de centros educativos ya funcionaban en otros estados de la república: “los institutos y liceos de Oaxaca, Jalisco, Veracruz, Campeche y Toluca, por mencionar algunos” (Ramos-Aguirre, 2009: 127). También se precisa que “el concepto de instituto se empleó en el México decimonónico como sinónimo de un establecimiento de enseñanza secundaria y profesional” (Ramos-Aguirre, 2009: 128).

 

 

 

Al instituto de San Juan se le agrega la noción de literario, seguramente porque se pretendía “formar humanistas con inclinación social mediante un programa que incluía idiomas, filosofía, ciencias exactas y ciencias sociales” (Álvarez y Avendaño, 2015: 151). Mientras que en Tampico, puerto marítimo, se fundó el Instituto Literario y Mercantil de Tampico en 1855 (Ramos-Aguirre, 2009: 137), que, al igual que el Instituto Hidalguiano, fueron de breve existencia. En todas estas expresiones educativas se aprecia la existencia de un compromiso por vincular la educación con la libertad.

 

La educación y la libertad fueron los valores enraizados en la modernidad liberal decimonónica. Como se advierte, la formación de un grupo conservador, con un proyecto educativo ligado a la iglesia católica apostólica y romana se hizo posible solamente hasta mediados del siglo XX. Esta evidencia presupone que no hubo un proyecto educativo postulado por la iglesia católica y el papado romano, como sí lo hubo en el centro y sur de México en ese siglo. Y que más bien, en el caso de Tamaulipas, por su condición de frontera, condicionó proyectos educativos que se materializaron en instituciones educativas bajo los auspicios de maestros ilustrados, que crearon instituciones de educación superior, que darán lugar a los historiadores de vocación; de no ser por ellos, no se podría escribir esta historia. Pues incluso, en el caso de Tamaulipas, el liberalismo fue postulado por sacerdotes católicos, como el Obispo Ignacio Montes de Oca, quien en 1872 fundó el primer seminario. Primer obispo de Tamaulipas y sacerdote liberal a quien se le atribuye la frase “antes escuelas que parroquias” (Ramos-Aguirre, 2018: 44). Su labor representa un esfuerzo tímido y con una duración corta, pero muestra a Tamaulipas como un estado liberal y educador que impulsó un abanico de proyectos educativos bajo el lema de la ilustración.

 

Hasta este momento, lo que aporta la historiografía sobre la educación religiosa (González-Salas, 1993: 10) es que en la entidad puede sostenerse el desarrollo de un proyecto educativo conservador solamente hasta mediados del siglo XX, en 1946, a partir de la fundación del Seminario Conciliar del Sagrado Corazón en Tampico y su engrandecimiento con la división de la diócesis de Tamaulipas y la creación de la diócesis de Matamoros. El impulso de las instituciones educativas como parte de las congregaciones religiosas fue un efecto de la segunda reforma, en 1946, al artículo 3º de la Constitución. Aunque en Matamoros ya venía funcionando la primera escuela particular, el Colegio Don Bosco, desde 1941, dirigido por un grupo de religiosas pertenecientes a la Congregación del Divino Pastor (Álvarez y Avendaño, 2016: 287). Pero claramente se advierte que en el siglo XIX Tamaulipas se configuró como un estado liberal y laico; prueba de ello son las instituciones educativas fundadas en la entidad para las primeras letras, las normales y las instituciones de educación superior, por ejemplo, el Instituto Literario de Instrucción Secundaria y Preparatoria, de carácter particular, que fundó Luis Puebla y Cuadra en 1888, posterior Instituto Científico y Literario del Estado, que diera origen a la Escuela Secundaria Normal y Preparatoria, verdadero venero de maestros y profesionistas ilustrados; sus egresados serían los promotores de la actual máxima casa de estudios. Otro caso, en Matamoros, fue el Instituto Científico y Literario de San Juan. Lo que muestra que la historiografía de la educación enfrenta el cuestionamiento en torno a la mirada y perspectiva sociohistórica entre el centro y la periferia, o la capital y la provincia. Al parecer, se heredó una tradición de la educación fuertemente centralizada, como si en toda la república, de manera uniforme y del mismo modo, se transitara por los periodos del devenir nacional. Basta con abrir un libro de historia de México sobre el siglo XIX para advertir que, el campo educativo se sitúa en medio de una pugna entre liberales y conservadores. Evidentemente es un conflicto, pero en el centro de la república, donde los conservadores, aliados con el clero, tenían de rehén a la escuela y a la educación, propiamente religiosa. En Tamaulipas este conflicto es tardío y aparece hasta el siglo XX. Esto se evidencia en la obra de Carlos González Salas sobre los seminarios.

 

Desde esta historiografía de la educación se reconocieron las peculiaridades de la región tamaulipeca, en el entendido de que la interpretación del centro se ajusta a una línea conservadora, que asume el acontecimiento educativo como resultado de la introducción de una norma predeterminada y acotada por su lectura moderna y liberal. Su registro da cuenta de causalidades, a las que somete a la periferia o la provincia, como si las iniciativas educativas fuera del centro, el relato centralista no reconoce las que no se ajustan al libreto pensado, pese a la existencia de otros proyectos, otros actores, otros imaginarios sociales, simplemente los desacreditan. Y aquí es donde no es posible seguirlos, porque simplemente traicionan lo que aconteció en la región. Los historiadores de la educación por vocación como Raúl García García, José del Carmen Tirado y Candelario Reyes Flores, y los profesionales, como el maestro en historia Francisco Ramos Aguirre, así lo manifiestan en sus obras (Reyes-Flores, 1948; Ramos-Aguirre, 2009).

 

Universidad de Tamaulipas y la tardía profesionalización del historiador

No es posible separar la vocación por la historia de las instituciones de educación superior decimonónicas, particularmente del Instituto Científico y Literario del Estado, de tránsito a la Escuela Secundaria Normal y Preparatoria. Precisamente, de los egresados de estas dos instituciones surgieron destacados autores de las obras sobre la historia de la educación. Sin desconocer los aportes de los egresados del resto de instituciones en el estado, lo que se pretende mostrar es que en Tamaulipas fue posible la historiografía de la educación, a partir de los historiadores por vocación, que serán los precursores de los historiadores profesionales una vez que tuviera lugar la fundación de la Universidad de Tamaulipas.

 

De las obras historiográficas, sobre la educación del siglo XIX habrá que distinguir dos grandes corrientes en cuanto al tipo de textos. Aquellas cuyo contenido es apologético y las elaboradas bajo los procedimientos validados por la profesión de historiador. En las apologéticas, no podría ser de otro modo, la libertad como lema de la ilustración estuvo acompañada de las fundaciones asignadas a las instituciones educativas, donde se promovió la historia patria, por consiguiente, el amor a la escuela, a la bandera y a la historia nacional, la cual fue una asignatura de primer orden que resultó de la necesidad de la cohesión social republicana. Al respecto cabe mencionar que en Tamaulipas se realizó el primer Congreso de Pedagogía en 1899, en Ciudad Victoria. Convocados los maestros de la época, se advierte que entre las propuestas sobre el contenido de los programas escolares está la materia de la historia patria a partir del segundo año de primaria, y hasta el sexto grado se encuentra la materia de historia universal (Olivares-Arriaga, 2007: 48-62).

 

En cuanto a las obras elaboradas de acuerdo a los procedimientos validados por la profesión de historiador, son producto de historiadores egresados de la Universidad de Tamaulipas, institución que una vez conquistada su autonomía en 1972 se denominará Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT). Bajo la premisa de que los historiadores de vocación son los precursores de los de profesión, la UAT, aunque de tardía fundación respecto de las instituciones de educación superior del resto del país, tendría como antecedente a las instituciones educativas decimonónicas, las que motivaron la vocación por la historia e historiografía tamaulipeca.

 

El contexto institucional de los autores cuyas obras son necesariamente apologéticas con respecto a la república, la historia, la libertad, el conocimiento y la ciencia, en suma, al hombre de letras, data de finales del siglo XIX, en 1888, cuando por iniciativa de la sociedad de padres de familia, con el apoyo del Gobierno del Estado, funcionó como particular el Instituto Científico y Literario de Tamaulipas de Instrucción Preparatoria, dirigido por el Ing. Luis Cuadra y Puebla (Tirado-Porras, 1995: 76). José del Carmen Tirado rememora la apertura de la institución: “Hoy, 12 de septiembre de 1888, abre sus puertas para recibir lleno de fé [sic] en tu porvenir, y el amor puro y santo en su corazón, el Instituto Científico y Literario de Tamaulipas. En tu propio jardín se ha inaugurado hoy la fuente de agua pura y cristalina que contiene, […] el néctar divino de la verdad científica que te vigorizará y te dará vida en el mundo científico e intelectual” (Tirado-Porras, 1995: 75). Dado el prestigio alcanzado por este centro educativo, fue que la Junta de Instrucción Pública lo acoge, apoyándolo, y da lugar a la creación, en 1889, del Instituto Científico y Literario del Estado, funcionando en Ciudad Victoria, y continuando como director el Ing. Cuadra y Puebla.

 

A iniciativa del gobierno liberal de Alejandro Prieto, el Congreso del Estado emitió decreto para financiarlo y vigilarlo (Tirado-Porras, 1995: 93). Este instituto agregó dos secciones, en las que ofreció educación secundaria y normal, además de la preparatoria, que ya venía funcionando (Tirado-Porras, 1995: 86). El hecho mismo de la creación de estas secciones evidenció el giro dirigido a la formación de maestros y que, por ello, se distanciaría de los institutos decimonónicos del centro y sur del país, al transformarse en universidades. Pues fue evidente la preeminencia de la formación de maestros como profesores de primera clase, lo que significó la certificación del maestro de primaria elemental, puesto que en el periodo 1894-1895 se proyectó la creación de la escuela anexa a la Normal de Prácticas Pedagógicas. “La escuela se inauguró el 18 de septiembre de 1896” (Tirado-Porras, 1995: 105). En 1904, Lauro Aguirre, pedagogo y educador, se haría cargo de la Dirección de la Escuela Anexa a la Normal. El historiador de vocación Artemio Villafaña, egresado del Instituto Científico y Literario del Estado, quien recibió en 1909 el “título de Profesor de Primera Clase, siendo posteriormente director de la Normal y Catedrático de la misma […]” (Tirado-Porras, 1995: 122), es figura importante en el ámbito educativo tamaulipeco y uno de los biógrafos de otro personaje de la educación pública en el estado en la segunda mitad del siglo XX, el profesor Lauro Aguirre.

 


A mediados del siglo XX, en Tampico, la Escuela Preparatoria del puerto, siendo director Artemio Villafaña (Tirado-Porras, 1995: 122), fue el lugar donde se constituyó la asociación civil “Educación profesional de Tampico, A.C.” Archivo del Instituto de Investigaciones Históricas-UAT (1950). Fondos documentales Joaquín Meade. Acta constitutiva de la educación profesional de Tampico, A. C. Villafaña, como director de la Escuela Preparatoria y de la asociación, cobijó la iniciativa para la creación de la Universidad de Tamaulipas. Los primeros cursos comenzaron en “el salón de actos de la antigua Escuela Preparatoria de Tampico. [Con un] sencillo acto de iniciación de cursos, de las referidas escuelas de Derecho y Medicina, correspondiente al año 1950-1951 […]” (Zorrilla, 1976: 13). Juan Guerrero Villarreal asistió como representante del gobernador, general Raúl Garate Legleu, y hablaron en el acto el doctor Alfredo E. Gochicoa, el citado Artemio Villafaña, integrantes de la asociación civil y Juan Guerrero Villarreal.

 

Un historiador por vocación de la Universidad de Tamaulipas fue Juan Fidel Zorrilla. Entre su vasta obra publicada se encuentra la historia de la Universidad Autónoma de Tamaulipas. En ella relata que por el decreto 320, expedido por la legislatura estatal el 8 de noviembre de 1950 y promulgado el 14 del mismo mes por el licenciado Juan Guerrero Villareal, encargado del despacho del ejecutivo, se declararon escuelas oficiales del estado las de medicina y derecho, cuyos planes de estudios se ajustaron a los de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y funcionaban en la ciudad y puerto de Tampico.

 

Se advierte que dos historiadores por vocación serían parte importante de la fundación de la Universidad y de la institucionalización de la profesión de historiador. Artemio Villafaña, egresado del Instituto Científico y Literario en 1909, y Juan Fidel Zorrilla, egresado de la Escuela Secundaria Normal y Preparatoria del estado, de quien José del Carmen se expresa: “fue a terminar sus estudios en el extranjero, mediante un brillante examen profesional obtuvo su título de abogado. Fue catedrático de la Escuela Preparatoria y Normal” (Tirado-Porras, 1995: 126), de la que egresó. Villafaña y otros destacados profesionistas y posteriormente otros grupos fundacionales en Victoria, Matamoros y otros lugares del estado impulsaron las diversas escuelas y facultades de la Universidad.

 

Pero ¿cuándo se originó la institucionalización de la investigación histórica, que posibilitó la profesión de historiador? la respuesta se encuentra en la obra de Juan Fidel Zorrilla. En su Reseña histórica de la UAT da cuenta de que “El 7 de noviembre de 1962 el gobernador Norberto Treviño Zapata promulgó el decreto 209, por cuyo texto el Gobierno del Estado de Tamaulipas donó a la Universidad el Museo de Arqueología, Antropología e Historia que había sido creado en 1957 […] (Zorrilla, 1976: 16). Por acuerdo de “La Asamblea Universitaria del 15 de junio de 1963 se fundó el Instituto de Investigaciones Históricas, con sede en Ciudad Victoria y a cuyo cargo está la custodia del museo. Designándose como primer director […] al profesor Raúl García García” (Ramos-Aguirre, 2009: 16). El año siguiente se nombró a Ciro de la Garza y en mayo de 1974 asumió la dirección el licenciado Juan Fidel Zorrilla. Se destaca que también Ciro de la Garza fue “hijo de la Escuela Normal Tamaulipeca” (Tirado-Porras, 1995: 169), además de Raúl García García, autor de la primera obra sobre la historia de la educación en Tamaulipas. Por lo que se asume que será hasta 1963 cuando se formalizó el interés por la historia con la creación del Instituto de Investigaciones Históricas de la UAT, dando lugar al impulso de la investigación en ese ramo con la publicación de una vasta obra sobre la historia de Tamaulipas. Para 1972, la Universidad logra la autonomía y a partir de ahí se le conoce como Universidad Autónoma de Tamaulipas. Un año antes, en 1971, la Asamblea Universitaria, máximo órgano de gobierno de la institución, crea la Facultad de Ciencias de la Educación (Sánchez-López, s/f); una década después cambiaría el nombre a Unidad Académica Multidisciplinaria de Ciencias, Educación y Humanidades, que en 2003 abrió la Licenciatura en Historia (en 2012 se modificó su plan de estudios, quedando como Licenciatura en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural). Previo a esta apertura, la Universidad Autónoma de Tamaulipas, en convenio con el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, ofreció un programa de maestría en Historia (2002-2004), del cual solo egresó una generación, de la cual fue integrante Francisco Ramos Aguirre, autor de dos obras generales en las que se da cuenta de la historia de la educación durante el porfiriato.

 

En el hecho de que la formación de profesionales universitarios humanistas (Burke, 1999: 27) fuese tardío es de valorar que las aportaciones historiográficas a través de las cuales se recupera la historia de la educación las hicieran maestros normalistas egresados de los institutos decimonónicos y muchos años después los historiadores. Y aquí, justamente, se desprende una consideración relevante: los criterios metodológicos para investigar no pueden ser similares a los del resto del país; sus peculiaridades exigen proceder atendiendo las particularidades de la región.

 

Reseña del estado del conocimiento de la historiografía de la educación del siglo XIX

El recorrido hecho hasta aquí muestra la creación de Tamaulipas, en el ámbito educativo, como un estado liberal y laico que, en el marco de la configuración de sus fronteras, posibilitó el tránsito y migración de grupos de liberales ilustrados que arrojaron un abanico plural de organizaciones católicas, protestantes, masonas, anarquistas y socialistas cuyo propósito común fue conquistar plenamente una educación laica, pública, gratuita y obligatoria, y lo hicieron al fundar centros de educación de largo alcance. De estos grupos surgieron maestros que crearon instituciones educativas que posibilitaron las de educación superior decimonónicas, que a su vez fueron el lugar de los historiadores de vocación; posteriormente impulsaron también la educación superior contemporánea, en la que se formaron los historiadores de profesión.

 

Cabe señalar que las fechas de las publicaciones de las obras permitieron establecer un orden cronológico que indica quiénes, dónde y desde cuándo los tamaulipecos se mostraron interesados en dejar por escrito historias, crónicas o memorias sobre la educación en el estado. Es menester mencionar que la primera obra registrada sobre la historiografía de la educación apareció en 1948, titulada Estefanía Castañeda (la vida y obras de un gran Kinderhartner [sic]), del ingeniero civil Candelario Reyes Flores. Es justo insistir en que los primeros historiadores fueron maestros egresados de las instituciones de educación superior que aparecieron en la última década del siglo XIX. Se destaca a los autores y sus aportes, al tiempo que se expone un conjunto de problemáticas inherentes a los esfuerzos por investigar este periodo educativo en la región. Evidentemente, este trabajo está inacabado, y no puede ser de otra manera, porque la producción sobre la historia de la educación durante el siglo XIX continúa y continuará. Pues, se incorpora al estado del conocimiento de la historiografía de la educación del siglo XIX la más reciente obra: Antes Escuelas que parroquias. La educación en Tamaulipas durante el Porfiriato 1870-1900, publicada en 2018 por el maestro Ramos Aguirre. Precisamente, porque el oficio de historiar se ha institucionalizado y profesionalizado.

 

De la revisión minuciosa de las obras regionales resultaron las referentes a las historias de las instituciones educativas y biografías sobre los maestros ilustres del estado, y finalmente, las obras que aportaban nuevas perspectivas sobre la educación. En la Tabla 1 se presenta una breve reseña de cada obra.

 

 

 

 

 

Como resultado del acopio de la obra historiográfica de la educación en Tamaulipas durante el siglo XIX, se encontraron 22 publicaciones entre 1948 y 2018 (Tabla 1). La última, publicada en 2018, permitió sumar dos obras generales sobre la educación en el periodo del porfiriato en Tamaulipas. Se clasificaron 4 historias generales, 2 regionales, 7 sobre instituciones educativas, 8 obras sobre biografías de profesores y 1 que aborda por primera vez el problema sobre el financiamiento a la educación pública en el periodo de Alejandro Prieto, con importantes aportes teóricos y metodológicos.

 

En las historias generales, destaca: Apuntes para la Historia de la Educación en Tamaulipas, primer trabajo historiográfico sobre la historia de la educación, del profesor normalista Raúl García García, con dos ediciones del mismo autor; la primera fue publicada en 1964 y la segunda en 1980. Abarcan desde el proceso de colonización hasta la mitad del siglo XX. Esta obra es clásica, con fuentes oficiales y legislativas.

 

En el mismo rubro, los textos del maestro de historia Ramos Aguirre se refieren exclusivamente al siglo XIX. Fuente de la libertad: la educación en Tamaulipas, 1822-1870 es rica en fuentes primarias, desde donde cita y sitúa a actores educativos, la fundación de las instituciones educativas, legislaciones, y penetra en los programas de estudio. Su obra Antes Escuelas que parroquias. La educación en Tamaulipas durante el Porfiriato 1870-1900, publicado en 2018, cubre este importante periodo.

 

En cuanto a historias regionales, se cuenta con 2 obras: Una historia breve de la Educación en Brownsville y Matamoros, escrita por Kearney y col. (1989) (Kearney es el primer profesor emérito de la Universidad de Texas). El periodo de estudio va de la Colonia a la fundación de las primeras instituciones educativas, considerando a las dos ciudades como una sola región, a diferencia de la Historia de la educación en Matamoros, Tamaulipas, desde sus inicios al Liberalismo, originalmente trabajo de tesis de los maestros Elda A. Rangel Córdova, Elia García e Hilarino Jiménez León, de la Normal Superior de Nuevo León, quienes más bien rastrean el proceso de fundación de lo que hoy es Matamoros, desde 1793, junto al de la institucionalización de la educación en el Municipio, finalizando en 1867, con la publicación de la Ley de Instrucción Pública, al triunfo de la República de Juárez.

 

Sobre las historias institucionales hay 7 obras: Antiguo Instituto Científico y Literario de San Juan, año de 1864, de Edelmiro Villarreal, de la sociedad de Historia y Geografía de Matamoros. Además, Conflictos entre gobiernos por adeudo al Colegio de San Juan, Matamoros, Tamaulipas, 1878-1879, de Jaime Mendoza Martínez, del Colegio de la Frontera Norte; de él es también Las escuelas protestantes en Matamoros a fines del siglo XIX. Sobre la misma institución educativa está El Colegio Literario de San Juan. Conquista de un pueblo heroico, de Oscar Rivera Saldaña, historiador de Matamoros, y la tesis El proceso de creación de los estudios preparatorios y profesionales en Tamaulipas: El Instituto Literario de San Juan y el Instituto Literario del Estado, 1858-1914, de la Dra. Yessenia Flores Méndez. Como se advierte, la atención gira entorno a dos instituciones educativas del siglo XIX, y la educación protestante aparece como novedad. También, en esta sección se encuentra Historia del Seminario de Ciudad Victoria, de Carlos González Salas, reconocido historiador de Tamaulipas que se ha ocupado de documentar la historia de la educación sacerdotal. Finalmente, Manuales del Kindergarten en conección [sic] con el primer ciclo de la escuela primaria. Filosofía. Historia. Principios. Leyes. Organización. Propósitos. Planes de Estudio Normales. Y técnica del Kindergarten, de Estefanía Castañeda, que originalmente se publicó como folleto en 1931, según lo data Candelario Reyes Flores en su obra sobre Estefanía y el Kindergarten. En su texto, Estefanía Castañeda expone los fundamentos filosóficos y pedagógicos del Kindergarten y da cuenta de los primeros educadores y fundadores de este nivel educativo, que aún no se consideraba parte de algún otro.

 

Se identificaron 8 biografías de profesores, entre las que destacan las dedicadas a Luis Cuadra y Puebla y a Estefanía Castañeda. Sobre Cuadra está la de Uribe y Cisneros-Zuckerman (1964). Además, Blas Uvalle González, maestro normalista, en Una Hazaña Cultural. La Escuela Normal y Preparatoria de Tamaulipas le dedica un gran apartado al creador del Instituto Científico y Literario del Estado, por ello se incluye en esta clasificación. Sobre Estefanía Castañeda Núñez de Cáceres, fundadora de los Kindergarten, escribe el Ing. Candelario Reyes Flores. Sobre el autor: “Elocuente orador y prominente historiador tamaulipeco” (Tirado-Porras, 1995: 228) y “egresado de la Escuela Preparatoria del Estado” (Tirado-Porras, 1995: 120) que le dedica su extenso texto “Estefanía Castañeda. La vida y obras de un gran Kindergarten”. Además de este destacado historiador de Tamaulipas, escriben sobre ella la profesora Luisa Castañeda y María Guadalupe Domínguez Vega. Hay otras 2 obras biográficas sobre maestros: el Diccionario Biográfico del Magisterio Tamaulipeco, de Francisco Ramos Aguirre, y Maestros Ilustres de Tamaulipas, coordinada por él mismo y que consiste en una selección de pequeños folletos que resaltan la obra educativa realizada por los profesores tamaulipecos. Y una más: Profesionales de la Medicina y la Enfermería de H. Matamoros, de Eliseo Pérez Manzano, fundador de la Sociedad Tamaulipeca de Historia.

 

Es importante resaltar que quienes mayormente se han ocupado de investigar la historia de la educación durante el siglo XIX son el maestro en historia Francisco Ramos Aguirre y los miembros de la Sociedad de Geografía e Historia de Matamoros. Sin dejar de lado las obras del maestro Raúl García, quien tiene el mérito de haber iniciado la recuperación de la memoria historiográfica de la educación en Tamaulipas. Finalmente, se incluye la tesis de maestría de Ernesto Méndez Estrada El financiamiento de la Educación en Tamaulipas durante el gobierno del Ingeniero Alejandro Prieto Quintero: 1888-1896, primera investigación que aborda el financiamiento educativo en el periodo del porfiriato en Tamaulipas. Las dos obras de historia general sobre la educación del maestro Ramos Aguirre, la tesis de maestría del maestro Méndez Estrada y la Historiografía de la educación en Tamaulipas Tomo I, cuentan con acervo historiográfico, aunque pequeño, sobre un periodo muy importante del siglo XIX, del cual no se había escrito, y que contienen los elementos históricos más fundamentales de la educación laica, publica, gratuita y obligatoria en Tamaulipas.

 

Del estado del conocimiento sobre la historiografía de la educación en Tamaulipas del siglo XIX se destacan dos tipos de narraciones. Un conjunto de obras contiene como hilo conductor un relato apologético sobre la fundación de las instituciones educativas de educación superior y, a la par, una extensa biografía de maestros destacados por sus aportaciones pedagógicas en el que hacer educativo. El relato apologético contiene un profundo valor porque además retrata la época, colmada de acontecimientos históricos, entre los que se hallan el triunfo de la República en 1867, acontecimiento ligado a la expulsión de los franceses; sucesos que dieron lugar a la configuración de la Nación y al ideal decimonónico del progreso económico, social y político fincado, primero en la instrucción y luego en la educación pública, laica y libre. Otra parte más reducida de las obras está formulada en los marcos de la exigencia académica. Pero lo común de ellas es que se sostienen en fuentes históricas o testimoniales. De la obra historiográfica se destaca, con una mayor producción sobre la educación del siglo XIX, el maestro Francisco Ramos Aguirre. Con respecto a un primer balance de la investigación sobre la historia de la educación, se abre un mar que navegar; aquí se contribuye con pequeñas islas, a fin de transitarlo, se tiene por caso que hasta 2018 Tamaulipas conforma una historiografía sobre la educación en el periodo del porfiriato.

 

Finalmente, la historia de la educación en Tamaulipas o, más bien, las historias de la educación en Tamaulipas siguen siendo una tarea para los historiadores de vocación y para los de profesión. El estado del conocimiento acerca de ello en Tamaulipas del siglo XIX es un aporte a los investigadores de la historia de la educación y a las instituciones educativas. A los primeros les ofrece la posibilidad de seguir o abrir nuevas líneas de investigación, y a las instituciones, su lugar en la tradición educativa.

 

CONCLUSIONES

La historiografía de la educación en Tamaulipas del siglo XIX da evidencia de la activa participación de ilustres liberales que buscaron el establecimiento de una educación superior pública y laica, lo cual se logró mediante la fundación de instituciones educativas. Los textos historiográficos referidos manejan dos tipos de discursos, uno apologético que retrata el contexto de la época con sus principios y valores, y otro académico biográfico, que describe las personalidades de los principales actores, su obra y motivaciones. Ambos tipos fundamentados en fuentes históricas y testimonios. El maestro Francisco Ramos Aguirre, historiador sobre el siglo XIX, destaca por su aportación a la historia de la educación en el estado. La evidencia señala que existen aún muchos aspectos por descubrir en el campo de la investigación educativa de Tamaulipas.

 

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