Indicadores
visuales como predictores de la preferencia del paisaje costero en isla
Cozumel, México
Visual indicators as predictors of coastal landscape
preference at Cozumel island,
Mexico
Indicadores visuales del paisaje
Cruz López-Contreras1,
Alejandro Luis Collantes-Chávez-Costa1*, Sara Barrasa-García2
*Correspondencia: collants@uqroo.edu.mx/Fecha de recepción: 4
de octubre de 2021/Fecha de aceptación: 25 de mayo de 2022/Fecha de
publicación: 21 de julio de 2022.
1Universidad de
Quintana Roo, Campus Cozumel, calle 110 sur, frente a la colonia San Gervasio,
Cozumel, Quintana Roo, México, C. P. 77600. 2Universidad Nacional
Autónoma de México, campus Morelia, Centro de Investigaciones en Geografía
Ambiental, Morelia, Michoacán, México.
Resumen
La valoración visual del paisaje ayuda a comprender las
preferencias del mismo como un bien
frágil y escaso, y a evaluar la percepción, aceptación y rechazo de los
paisajes naturales, manejados y alterados. La valoración del paisaje, mediante
el uso de indicadores eco-estéticos, permite evaluarlos desde su estructura y
es una manera de afrontar las problemáticas de subjetividad observada en otros
métodos. Si bien, los indicadores eco-estéticos han sido utilizados en la
valoración de distintos paisajes, no han sido ampliamente aplicados en la
evaluación de paisajes costeros. Este estudio tuvo como objetivo realizar la
evaluación visual de la naturalidad y la complejidad del paisaje costero de la
isla de Cozumel, México, a través de 2 indicadores eco-estéticos: el índice de
etapa sucesional y el índice de diversidad de Shannon. Para evaluar la
percepción del observador, se fotografiaron paisajes costeros de 4 etapas sucesionales, y distintos valores de
diversidad. Las fotografías fueron proyectadas a 152 individuos, quienes
puntuaron los paisajes de acuerdo con su preferencia. Las respuestas fueron
analizadas por medio de pruebas no paramétricas. Los resultados evidenciaron
una relación directa, positiva y estadísticamente significativa (P < 0.05)
entre la preferencia y la naturalidad, pero no entre la preferencia y la
diversidad. Se concluye que la naturalidad, medida a través del indicador de
etapa sucesional, influye directamente sobre las preferencias del paisaje
costero y puede ser usado para evaluar el efecto de las alteraciones al paisaje
sobre las preferencias del observador.
Palabras clave: evaluación visual del paisaje, paisaje costero,
indicadores visuales, preferencia.
Abstract
The visual assessment of the landscape helps to
understand the preferences of the landscape as a fragile and scarce asset, and
to evaluate the perception, acceptance, and rejection of natural, managed and
altered landscapes. The valuation of the landscape using eco-aesthetic
indicators allows us to evaluate them from
their structure, and it is a way of facing the problems of subjectivity
observed in other methods. Although these eco-aesthetic indicators have been
used in the assessment of different landscapes,
they have not been widely applied in the assessment of coastal
landscapes. The objective of this study was to
carry out a visual evaluation of the naturalness and complexity of the coastal
landscape of the Cozumel
island, Mexico through 2
eco-aesthetic indicators: The
successional stage index, and the Shannon
diversity index. To evaluate the perception
of the observer, coastal landscapes of 4 successional stages, and
different levels of diversity, were
photographed, and the photographs were projected
to 152 individuals who scored the landscapes
according to their preference. The responses
were analyzed by means of non-parametric tests. The results show a direct,
positive, and statistically significant (P
< 0.05) relationship
between preference and the naturalness, but not between preference and
diversity. It is concluded that naturalness, measured through the ecological
succession indicator, directly influences
coastal landscape preferences, and can be
used to evaluate the effect of landscape alterations on observer preferences.
Keywords: visual landscape assessment, coastal landscape,
visual indicators, preference.
INTRODUCCIÓN
El origen del término moderno de paisaje (principios del siglo XIX) se le atribuye a Alexander
von Humboldt, cuya perspectiva nace asociada al
romanticismo, interpretándose desde dos vertientes, la científica
(naturalista) y la artística (literaria,
pictórica). Esta nueva visión superaba, ya entonces, las diferencias de
enfoques, donde, para unos, primaba la dimensión sentimental y comprensiva y,
para otros, la dimensión racional y
explicativa. De forma que este nuevo planteamiento aúna “ciencia y arte,
razón y sentimiento, explicación y comprensión, para entender cabalmente el
paisaje, con sus rasgos visibles y sus cualidades invisibles” (Ortega, 2010).
De esta manera, se concibe el paisaje desde el entendimiento artístico (las
percepciones) y la exactitud científica (perspectiva naturalista). Sin embargo, el paisaje se ha concebido con
distintas acepciones y estudiado desde
varias disciplinas, como la Geografía y la Ecología (Poveda, 2016;
López-Contreras y col., 2019), entre otras, adoptando aproximaciones conceptuales más científicas, unas, o perceptuales,
otras.
La
calidad visual del paisaje retomó importancia desde la perspectiva aplicada de
su conservación, gestión y planificación en el Convenio Europeo del Paisaje (Fry y col., 2009; Rosley y col., 2013). En él, se promueve un enfoque integral, teniendo en cuenta su importancia
visual, sociocultural y ecológica, asumiendo que el paisaje es un elemento
clave en la calidad de vida de las sociedades y en todas las áreas, y
que es un recurso que contribuye a la generación
de actividades económicas, como el turismo,
sobre todo en áreas costeras, que son muy valoradas por este sector y
motivan grandes desplazamientos turísticos (Povilanskas y col., 2016; González
y Manjarrez, 2018), lo que provoca y acelera
su transformación. Por tal motivo, el Consejo de Europa (2000) resolvió
la necesidad de su protección, gestión y ordenación.
La calidad visual es el valor, el aprecio o la preferencia
que siente un individuo al contemplar un paisaje
(de-la-Fuente-de-Val, 2004). Las preferencias hacen referencia a la
valoración de la calidad escénica percibida de un paisaje y están fundamentadas
en teorías evolutivas y culturales, que indican los motivos de la elección de los humanos por ciertas características
del paisaje (Wartmann y col., 2021). Existen ciertas características del
paisaje que son universalmente apreciadas,
como la naturalidad, la presencia de agua cristalina, la vegetación
(Dramstad y col., 2006) y otros elementos histórico-culturales (Barrasa, 2013;
López, 2017).
Desde la
perspectiva estética-visual, el estudio del paisaje es abordado por la ecología
del paisaje mediante el análisis de la organización espacial de la cobertura y el uso del suelo, y cómo esta distribución
influye en la percepción del paisaje por parte del observador (de-la-Fuente-de-Val, 2004). Al considerar al paisaje como un
proveedor del servicio ecosistémico cultural, relacionado con la
contemplación de los espacios naturales, y
al ser visualmente un atractivo turístico y un factor primordial del
medio ambiente, es que surge la necesidad de
realizar múltiples estudios para el monitoreo de su estado y su
valoración como recurso, con el fin de conservar
y proteger las áreas naturales, y para la planificación de los usos del
territorio (Bernáldez, 1985; Martínez-Rodríguez y col., 2021). Además, en la actualidad, se ha reforzado la
necesidad de considerar la percepción que las personas tienen por los paisajes
para la formulación de políticas y su planificación (Keleş y col., 2018; Nahuelhual y col., 2018; Nogué y col.,
2019; Wartmann y col., 2021).
A partir
de los años setenta se han propuesto diferentes métodos e indicadores para la
evaluación del paisaje (Nogué-I-Font, 1992; Fry y col., 2009;
Asensio-Montesinos y col., 2019). La falta de una fundamentación teórica para
su análisis sistemático (Arthur y col., 1977; Fry y col., 2009), y la
naturaleza subjetiva de los estudios de la percepción del paisaje, dieron como
resultado una ausencia de estandarización metodológica en su evaluación visual
(Dramstad y col., 2006). Así, se observa en este proceso el surgimiento de dos grandes enfoques para el estudio de su
percepción: uno subjetivo, relacionado con
la belleza estética, y otro objetivo, relativo a atributos ecológicos
(Skrivanova y Kalivoda, 2010; Dos-Santos,
2011; Franch y Cancer, 2017;
Fairclough y col., 2018; López-Contreras y col., 2019).
La
combinación de ambos, enfoque mixto, permite
la reducción de la subjetividad propia del proceso de evaluación visual, haciéndolo así replicable
(Dos-Santos, 2011). En las últimas dos décadas, diversos investigadores han
proporcionado elementos teóricos para la evaluación visual, relacionando
conceptos de estética -subjetivos- y de ecología del paisaje -objetivos- (de-la-Fuente-de-Val
y col., 2004; Dramstad y col., 2006; Fry y col., 2009; Sevenant y Antrop, 2009;
Tveit, 2009; Ode y Tveit, 2013; Rosley y col., 2013; Zhao y col., 2013; Rosley
y col., 2014; Van-Zanten y col., 2016). El uso de indicadores generales,
aplicables a distintos tipos de paisaje, ha dado paso a la posibilidad de
sistematizar el análisis y la valoración visual (Dramstad y col., 2006).
Sobre la
base del enfoque mixto e indicadores generalizables,
Fry y col. (2009) abordaron la evaluación
del paisaje mediante la vinculación de
aspectos estéticos y ecológicos. Establecieron de forma conceptual la
correspondencia entre indicadores comunes a
ambos ámbitos y propusieron teóricamente indicadores eco-estéticos para
determinar dicha relación. Para esto, desarrollaron distintos conceptos, como
el de naturalidad y el de complejidad. La
naturalidad, desde la
estética, hace referencia a la percepción de cuán cerca se encuentra un paisaje
a su estado natural, y puede ser evaluado ecológicamente a partir de las etapas
de la sucesión ecológica; mientras que, la
complejidad, hace referencia a la percepción de los elementos que caracterizan a un paisaje (colores, formas y
texturas), y puede ser valorado a partir del número de elementos e índices de
diversidad. Éste aporte ha contribuido de manera significativa, ya que
permite evaluar aspectos ecológicos y estéticos mediante la percepción,
posibilitan la definición de un método estandarizado para la evaluación visual
del paisaje, y prometen facilitar la comprensión de los efectos del uso de los
paisajes sobre su valor, para una planificación y gestión más adecuada
(López-Contreras y col., 2019; 2021).
La evaluación visual, fundamentada en esta nueva
base teórica, se ha desarrollado principalmente en paisajes de uso agrícola y
forestal, y naturales, como praderas y bosques templados (Dramstad y col.,
2006; Ode y col., 2009; Sevenant y Antrop, 2009; Rosley y col., 2013;
Van-Zanten y col., 2016). A pesar de dichos esfuerzos, se reconoce la necesidad
de aportar evidencia empírica que evalúe la relación teórica entre los
distintos indicadores visuales y las preferencias, y que, además, sean
desarrollados en distintos contextos y paisajes (Fry y col., 2009; Ode y col., 2009; Sevent y Antrop, 2009; Hoyle y col., 2019;
Hedblom y col., 2020).
Existen
escasas investigaciones que hayan evaluado la calidad visual del paisaje
costero mediante indicadores eco-estéticos, la cual tiene como objetivo conocer
si hay una relación entre las preferencias y
ciertas características del paisaje;
pero existen estudios donde se evalúa la
calidad visual de diferentes tipos de paisajes mediante las preferencias. Dentro de las investigaciones que se han
realizado para encontrar estas relaciones destaca la de Urbis y col. (2019), quienes elaboraron un estudio para saber
qué conceptos eco-estéticos clave determinan
el atractivo estético de las dunas costeras y los bosques. Por otro lado, Ode y
Tveit (2013) hicieron un estudio en el que tomaron el concepto de
gestión para saber si estaba relacionado con
la preferencia del paisaje. Igualmente, Frank y col. (2013) realizaron una valoración visual subjetiva del
paisaje y otra objetiva, en la que usaron la
naturalidad y la diversidad del paisaje como criterios de evaluación, con el fin de detectar si los niveles de
abstracción son adecuados para
estudios de preferencia y para comparar los resultados del enfoque objetivo (indicadores del paisaje) y
el enfoque subjetivo (valoración visual). Ode y col. (2009) exploraron la
relación entre la preferencia del paisaje y
el nivel de sucesión, número de
parches e índice de forma de bordes. De-la-Fuente-de-Val y col. (2004) elaboraron
un estudio de preferencias del paisaje y su
relación con la estructura del paisaje, utilizando variables como el
número de teselas, diversidad, equitatividad y dimensión fractal; y trataron de
determinar la relación entre el patrón espacial del paisaje y la calidad
estética visual.
El
objetivo del presente estudio fue determinar la evaluación visual de la
naturalidad y la complejidad del paisaje
costero de la isla de Cozumel, México, a través de dos indicadores eco-estéticos: el índice de etapa sucesional y el
índice de diversidad de Shannon.
MATERIALES Y MÉTODOS
Área de estudio
El
estudio se realizó en la zona sujeta a conservación ecológica Parque Ecológico
Estatal Laguna Colombia. El parque tiene una superficie de 11.31 km2
y se ubica dentro de la Reserva de la Biósfera Isla Cozumel (MaB-UNESCO), en el
municipio de Cozumel, Quintana Roo (Figura
1). La isla tiene clima cálido húmedo Am(f)(i), con lluvias en verano, precipitación media anual de
1 570 mm y temperatura media anual de 25.5
°C (García, 2004). Según los datos de la Secretaría de Marina (SEMAR,
2010), el parque alberga ecosistemas de duna
costera, matorral costero, palmares,
selva baja caducifolia y manglares. Si bien, estos ecosistemas presentan
buen estado de conservación, pueden encontrarse en distintas etapas de
desarrollo sucesional, dependiendo de su grado de afectación por el paso de diversos huracanes (Sánchez-Rivera y
Gómez-Mendoza, 2020) como Emily y Wilma en
2005, Karl y Alex en 2010, Zeta en 2020 y Grace en 2021, por mencionar
algunos.
Selección de indicadores eco-estéticos
Con base
en el marco conceptual propuesto por Fry y col. (2009) se eligieron
como indicadores la etapa sucesional y el índice de diversidad de
Shannon, que relacionan de forma teórica la estructura ecológica con la
preferencia estética, dentro de los conceptos de naturalidad y de complejidad,
respectivamente, lo que reduce el nivel de subjetividad de la evaluación del
paisaje. Por su naturaleza, estos indicadores
pueden ser caracterizados en diferentes niveles, de acuerdo con el
estado de desarrollo y sus características
estructurales apreciables y medibles, criterio primordial para la evaluación (Jacobsen, 2007; Tveit, 2009; Ode y
Tveit, 2013; Zhao y col., 2013).
La
sucesión ecológica puede definirse como el desarrollo de la vegetación después
de sufrir un daño total o parcial, ocasionado por la aparición de un disturbio
y su posterior ausencia (Johnson y Miyanishi,
2020). Se trata de un proceso
ecológico progresivo, caracterizado por la transición a través de
distintas etapas sucesionales hasta alcanzar la condición de vegetación madura
(Johnson y Miyanishi, 2020). Estas etapas se distinguen por la presencia de ciertas características propias de cada sistema.
Basándose en el indicador etapa sucesional, en este
estudio se seleccionaron sitios a través de un muestreo a juicio, de acuerdo
con la experiencia de tres expertos en ecología de comunidades vegetales y vegetación costera del Laboratorio de
Ecología de Plantas de la Universidad de Quintana Roo y del Herbario del Centro
de Investigación Científica de Yucatán. La selección se realizó con base en
criterios que indican su grado de desarrollo;
bióticos, como la composición de
especies y de formas de crecimiento, dominancia relativa, y estructura fisonómica
de la comunidad vegetal (Flores y Espejel, 1994; Vermont, 2002); y abióticos,
como la altura de la duna y el color de la
arena (Tabla 1), que son además
características informativas
del estado de desarrollo y conservación (Flores y Espejel, 1994;
Moreno-Casasola, 2004). Cada uno de los
sitios fue clasificado en cuatro etapas sucesionales (S-1, S-2, S-3 y S-4,
de menor a mayor desarrollo), que posteriormente
fueron fotografiadas.
Diversidad de especies
Para el cálculo del índice de diversidad observado en cada
fotografía, se utilizó el método propuesto por McGarigal y Marks (1995),
que utiliza el índice de diversidad de Shannon Wiener (Marrugan, 1988) aplicado
al cálculo de la diversidad en imágenes. El
método propone el uso de una retícula
de tamaño dado (en este estudio se utilizó una retícula de 24 x 36 cuadros), que se coloca sobre la fotografía, y a partir
de la cual se contabiliza la cantidad de cuadros que ocupa la especie observada
en la imagen. Se considera que una especie ocupa uno de los cuadros cuando al
menos abarca el 50 % de este; a partir del
número de especies (riqueza de especies), y el número de cuadros que cubren las
especies observadas en la escena (cobertura). De esta manera, la riqueza
vista en la imagen resulta ser una
interpretación del componente composición, mientras que la cobertura, es una interpretación del componente estructural de la imagen (McGarigal y Marks, 1995).
El cálculo de la diversidad se realizó a través de la siguiente fórmula:
Donde:
H’ =
índice de Shannon-Wiener.
S = número total de especies (riqueza de especies).
ni = Número
de individuos de la especie i.
N =
Número de total de individuos observados.
Captura de escenas
Una vez
seleccionados los sitios se procedió a fotografiarlos. Se tomaron 80
fotografías de los sitios que tenían las
características determinadas por los indicadores (20 de cada subunidad identificada) del paisaje costero del Parque Punta Sur durante el periodo comprendido
entre el 1 de septiembre y el 28 de octubre de
2015, en horario entre las 9:00 am y las 12:00 pm, cuidando tener el sol en la parte frontal de la escena.
Fueron obtenidas en días con condiciones
climáticas y de nubosidad similares, aunque esto no impide que la nubosidad pueda
aparecer en algunas fotos, lo importante es que no se vean obscuras o a
contraluz. Las fotografías fueron realizadas
por el grupo de investigadores, apoyados en uno de ellos con experiencia
en la toma de fotografías, con una cámara marca Canon, modelo EOS Rebel T3i EF-S 188-55 IS II (Pensilvania, Estados Unidos).
Para evitar que la preferencia de alguna fotografía se viera influenciada por
la presencia de algún rasgo sobresaliente presente
en las mismas pero ajeno al paisaje
mismo, las fotografías se hicieron homogéneas entre sí, cuidando lo más posible aspectos como nubosidad, cantidad
de cielo captado, presencia de personas o elementos antrópicos y efectos de la
luz (Barrasa, 2013). Los sitios donde se fotografiaron las escenas del paisaje se referenciaron con un GPS marca Ashtech, modelo Mobile Mapper 10 (Carquefou, Francia).
Elaboración y aplicación de la prueba o test de fotos para
determinar la preferencia
Para evaluar la preferencia se seleccionaron cuatro fotos por cada una de las cuatro etapas sucesionales
(S1, S2, S3 y S4), con las que se elaboró el test
de fotos. Las 16 imágenes que integraron el test
de fotos fueron similares en términos de iluminación, efectos de luz y proporción de cielo en la escena (Figura 2). Las fotografías
fueron colocadas en una diapositiva con
fondo negro para su posterior
proyección aleatoria a los observadores.
Dados los objetivos del estudio, el muestreo fue no
probabilístico por conveniencia, que consistió en encuestar a los sujetos que
estuvieron a disposición. Previo a la
realización de la prueba, únicamente
se solicitó a cada observador que otorgara un puntaje a la fotografía
proyectada, de acuerdo con su preferencia o gusto, sin explicarles los
atributos que motivaron la elección de cada escena para conformar el test. Así, la prueba consistió en la exposición de cada
fotografía (Santos y col., 2011), y la inmediata puntuación de cada una por
parte del encuestado, de acuerdo con la belleza escénica percibida. Cada fotografía se proyectó durante 8 s.
La prueba se aplicó en una sala cerrada a 152 adultos
jóvenes habitantes de la isla de Cozumel. En total se conformaron 5
grupos de 19 observadores, y 3 grupos de 20;
3 encuestas fueron eliminadas debido a que en ellas no se evaluaron
todas las fotografías. La encuesta se estructuró con una escala de Likert de cinco puntos, donde 1 correspondió al valor
para el paisaje menos preferido (Muy feo), y
5 para el más preferido (Muy bello). Cada persona encuestada registró también sus datos individuales (edad
y género) para tener el perfil
sociodemográfico de la muestra.
Análisis de la diversidad
Con la
finalidad de evaluar la existencia de diferencia entre los valores de la
diversidad presentada entre las etapas sucesionales, se realizó una prueba de
contraste entre grupos. Para verificar el
cumplimiento de los supuestos generales de la prueba de contraste paramétrica
(distribución normal, varianzas homogéneas de
los datos, independencia de residuales),
se realizaron las pruebas de Shapiro-Wilks para la verificación de los
supuestos de normalidad de los datos (distribución normal), de Barlett para la
comprobación homocedasticidad (igualdad de varianzas); así como la verificación de la distribución de los residuales de los datos (gráfico de residuales). Para esto se
utilizaron los programas R-project v3.3.3 (R Core Team, 2017) y RStudio v1.0.136 (RStudio Team, 2015), con el uso de stats v3.3.3 y ggplot2 v3.3.0 (Wickham, 2009; R Core Team, 2017).
Dado que
los datos no cumplieron con los supuestos,
se analizaron con pruebas no paramétricas.
El contraste entre los valores de diversidad por etapa sucesional, se realizó con los programas R-project v3.3.3 (R Core Team, 2017) y RStudio v1.0.136 (RStudio Team, 2015),
con
la prueba de Kruskal-Wallis, y las post hoc, mediante PMCMR (Pairwise Multiple
Comparisons of Mean Rank Sums) y dplyr
packages (Wickham, 2011; Pohlert, 2014),
respectivamente.
Análisis de la relación entre preferencia e indicador
eco-estético
La relación
entre las preferencias y los indicadores de
etapa sucesional y de diversidad, se analizó mediante el coeficiente de
Spearman (Pérez-Tejeda, 2008), con el
Paquete estadístico para ciencias sociales (SPSS, por sus siglas en inglés: Statistical Package for the Social Sciences)
versión 26.
RESULTADOS
Diversidad de especies
La
diversidad mostró ser estadísticamente diferente
entre las etapas sucesionales (P < 0.01). Las etapas 1 y 4 tuvieron mayor diversidad que la etapa 3 (P < 0.05) (Tabla 2). Las etapas
1, 2 y 4 no presentaron diferencias estadísticamente significativas (P <
0.05), como tampoco la presentaron las etapas 2 y 3 entre sí (Figura
3A).
Relación entre preferencia e indicador
eco-estético
De las
152 encuestas aplicadas a residentes de la
isla de Cozumel, el 52.63 % correspondieron a hombres, y el 47.36 % a
mujeres. En cuanto a la edad, el 48.68 % tenían
entre 18 a 22 años; el 43.42 % entre 23 y 27; y el 7.89 % entre 28 y 31
años.
En cuanto a la relación entre preferencia y etapa sucesional,
correspondiente al concepto de naturalidad,
el análisis de correlación de Spearman evidenció una relación fuerte, directa,
positiva (Figura 3B) y estadísticamente significativa (P < 0.05).
Respecto
a la relación entre preferencia y diversidad (Shannon-Weaver), correspondiente
al concepto de complejidad, el análisis de correlación de Spearman mostró que los valores no presentaban una relación significativa (P <
0.05).
DISCUSIÓN
En
cuanto a la relación observada entre la preferencia y la naturalidad del
paisaje, medida a través de las etapas
sucesionales, los resultados confirman la propuesta teórica de relación directa
y positiva. La relación entre la preferencia y la naturalidad del paisaje está
soportada en la teoría de la biofilia, que tiene una base evolutiva, en la que
se sugiere que los seres humanos van a preferir los paisajes más naturales, ya
que el ser humano tiene una necesidad arraigada de estar en contacto con la
naturaleza (Schiebel y col., 2022).
Para el caso del paisaje costero evaluado, la
naturalidad mostró tener una fuerte contribución a la formación de las preferencias. El grupo de fotografías menos
preferidas correspondió con la primera etapa sucesional (S-1), etapa
caracterizada por la presencia de plantas
herbáceas y una comunidad vegetal con una estructura vertical más
sencilla en comparación con las etapas sucesionales
más avanzadas (1 sólo estrato versus 2 o más estratos respectivamente). Dicho resultado sugiere que
los encuestados interpretaron que la etapa sucesional más avanzada (S-4) es la
más natural.
La
información obtenida muestra la importancia del indicador nivel de sucesión en
la formación de la preferencia y apoya la relación teórica entre los campos
visual y ecológico, propuesta por Fry y col. (2009) para el concepto de
naturalidad. La preferencia hacia la vegetación o los espacios más naturales ha
sido confirmada en la mayoría de los estudios de percepción del paisaje
(Purcell y Lamb, 1998; De-Groot y van-den-Born, 2003; Ode y col., 2009; Junge y
col., 2015; Martínez y Timaran, 2016; Pastorella
y col., 2017; Hoyle y col., 2019; Wojnowska-Heciak,
2019), sobre todo por paisajes verdes
y arbolados, así como con presencia de agua limpia y clara, como
paisajes con ríos, lagunas en buen estado de conservación (de-la-Fuente-de-Val,
2004; Schüpbach y col., 2021).
La
naturalidad tiene importancia, tanto en el valor ecológico como en el estético
(Fry y col., 2009; Ode y col., 2009). La preferencia por la naturalidad ha sido
corroborada por distintos estudios realizados
en paisajes forestales y agrícolas, como el trabajo de Ode y col.
(2009), quienes exploraron la relación entre las preferencias de un paisaje forestal y de praderas y tres indicadores de
naturalidad. En sus resultados mostraron un
vínculo fuerte entre la preferencia, el nivel de sucesión y el número de parches. De igual manera Zhao y col.
(2013), hicieron un estudio en el que relacionaron las preferencias del paisaje
del espacio verde de las ciudades de Hangzhou y Suzhou, (China) con 10
indicadores visuales; encontraron entre sus resultados una asociación fuerte entre la preferencia y la naturalidad del paisaje. También Junge y col. (2015) desarrollaron una investigación sobre preferencias en
paisajes agrícolas típicos de las tierras bajas de Suiza, hallando una fuerte correlación entre la preferencia y la
naturalidad. Estos trabajos
realizados en ambientes distintos al costero, como es el presente caso, también mostraron una relación directa y positiva entre la preferencia y la
naturalidad, lo que lleva a pensar que la naturalidad es un elemento
fundamental en las preferencias, independientemente del paisaje en el que se
lleve a cabo el estudio.
Por otro
lado, el índice de diversidad no mostró una
correlación estadísticamente significativa con la preferencia. Se observó que
las preferencias, tanto las altas
(etapa 4) como las bajas (etapa 1)
(Figura 3B), no corresponden con valores mayores o menores de diversidad
(Tabla 2). Dicho resultado sugiere que, en el caso de esta investigación, la
complejidad medida a través del índice de diversidad de Shannon, no tiene influencia directa en la preferencia del paisaje costero evaluado. También en el trabajo
publicado por de-la-Fuente-de-Val y col.
(2004), en otro ecosistema, se ha
mostrado la ausencia de relación entre las preferencias del paisaje y la
diversidad. Sin embargo, en algunos estudios,
realizados en otros ecosistemas, se han encontrado correlaciones directas, positivas y significativas entre las preferencias por los paisajes que los identifican y la diversidad que
muestran en la escena (Kaplan y Kaplan, 1989;
Dramstad y col., 2006; Karasov y col., 2020).
Al respecto, el trabajo elaborado por
Dramstad y col. (2006), acerca de las preferencias por paisaje de
cultivos cerealistas, prados, entorno rural con edificaciones y bosques, se
encontró asociación entre las preferencias de los estudiantes y la diversidad, pero en el caso de lo población local
no se dio la relación. Igualmente, en una investigación de Zhao y col. (2013)
se observó una relación fuerte, directa y positiva entre el paisaje y la
diversidad, medida a través del número de
elementos en el paisaje. Estas diferencias en las preferencias pueden deberse a que las personas prefieren paisajes más diversos cuando presentan cierto orden en
su estructura; en ese sentido, usualmente un paisaje muy diverso, pero sin
armonía es poco preferido (de-la-Fuente-de-Val y col., 2004; Häfner y col.,
2018). En otros estudios también se registraron referencias a la legibilidad y
la funcionalidad de la vegetación en el paisaje, como un factor condicionante
de las preferencias, así como la edad y el
nivel educativo (Bernáldez, 1985; López-Santiago, 1994).
La
evaluación visual del paisaje es criticada en ocasiones debido a su
subjetividad, ya que carece de un marco teórico fuerte que la sustente (Fry y
col., 2009). En este sentido, diversos investigadores han intentado darle un soporte teórico y, de esta manera, robustecer su
método de análisis (López-Contreras y col., 2019). Para esto han propuesto una
serie de indicadores eco-estéticos basados en las teorías de las preferencias,
que buscan relacionar el enfoque estético y el ecológico del paisaje, y con
esto obtener los criterios que faciliten su evaluación objetiva en términos
humanos y ecológicos (Fry y col., 2009).
En
general, la naturalidad es un atributo que los seres humanos prefieren, y en el
caso del paisaje costero, resultó adecuado
evaluarlo con un enfoque mixto, con el uso del indicador de nivel de sucesión (indicador objetivo), para
conocer la relación entre la naturalidad y las preferencias de los individuos, ya que el paisaje
costero tiene marcadas etapas de desarrollo sucesional que las personas
pudieron diferenciar e interpretar en la
escena a través de sus elementos y su estructura. Desde el punto de
vista de la gestión del turismo en espacios naturales,
el nivel sucesional de la vegetación terrestre puede contribuir a la
planificación de la visita, apoyando la elaboración de circuitos con mayor
belleza escénica y, en caso necesario, dar una explicación apropiada sobre
proceso de deterioro de la zona (de-la-Fuente-de-Val y col., 2004). De igual
forma, puede ser útil en los programas de monitoreo para la conservación de
espacios naturales de interés turístico, ya que puede servir para evaluar las consecuencias
del cambio en la calidad visual del paisaje (belleza). Sin embargo, es
importante resaltar que no todos los indicadores eco-estéticos propuestos en el
marco conceptual común describen de forma clara la preferencia de los individuos, tal es el caso del concepto complejidad medida a través de la riqueza
y la diversidad de especies, debido a que es uno de los que pueden ser
difíciles de decodificar para el observador (de-la-Fuente-de-Val y col., 2004).
El conocimiento a priori del ambiente no siempre determina la preferencia
del observador. Si bien, puede influir en las
preferencias hacia ciertos paisajes, existen otros
elementos de este que pueden finalmente determinar la predilección hacia
estos (zonas montañosas, áreas arboladas,
estructura vegetal ordenada, agua transparente, ríos, palmeras, entre
otros) (Dramstad y col., 2006).
CONCLUSIONES
En el
paisaje costero estudiado, el indicador de
etapa sucesional (perteneciente a la dimensión de naturalidad), tuvo una
influencia directa en la construcción de las preferencias de los
individuos, por lo que puede ser usado para la evaluación de la belleza del
paisaje costero y para determinar cómo afecta el cambio de las cualidades del paisaje en la preferencia. Por
otro lado, es importante plantear procesos de educación a las poblaciones
(locales y visitantes) sobre la importancia de ciertos ecosistemas presentes en
los paisajes costeros que, pese a no presentar altos valores estéticos, sí
tienen alto valor ecológico. Finalmente, se deben
seguir desarrollando los indicadores visuales del paisaje para tratar de encontrar el trasfondo que se
encuentra detrás de cada construcción mental y su relación con los valores
naturales del paisaje. Es difícil considerar una propuesta única y válida de
manera universal y, por lo tanto, aún es
limitada la evidencia empírica que fortalezca el desarrollo del campo
conceptual común entre la estética del paisaje y la ecología, de forma que se
considera necesario un mayor número de investigaciones que aporten evidencia
sobre cuáles de los indicadores eco-estéticos son más apropiados y confiables.
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