https://doi.org/10.29059/cienciauat.v19i1.1863
Identificación de bebidas azucaradas que los padres agregan a
los refrigerios de sus hijos y su relación con el riesgo cardiometabólico en escolares
Identification of sugar-sweetened beverages that
parents add to their children's snacks and the relationship with cardiometabolic
risk in schoolchildren
Bebidas azucaradas relacionadas con riesgo cardiometabólico
Estrella Cerecedo-Lugo1, SanJuana Elizabeth
Alemán-Castillo2, Ana Luisa González-Pérez2,
Octelina Castillo-Ruíz1*
*Correspondencia:
octecastillox@hotmail.com/Fecha de recepción: 5 de diciembre de 2023/Fecha de
aceptación: 1 de julio de 2024/Fecha de publicación: 17 de julio de 2024
1Universidad Autónoma de Tamaulipas, Unidad Académica
Multidisciplinaria Reynosa-Aztlán, División de Estudios de Posgrado e
Investigación, calle 16 y Lago de Chapala s/n, Col. Aztlán, Reynosa,
Tamaulipas, México, C.P. 88740. 2Universidad Autónoma de Tamaulipas,
Unidad Académica Multidisciplinaria Reynosa-Aztlán, Laboratorio de Seguridad
Alimentaria, Reynosa, Tamaulipas, México, C. P. 88740.
RESUMEN
El
alto consumo de bebidas azucaradas (BA) promueve la ganancia
de peso corporal tanto en niños como adultos. Su ingesta excesiva se ha
asociado con algunas enfermedades crónico-degenerativas
como la hipertensión arterial, resistencia a la insulina, diabetes tipo
2, obesidad, hipertrigliceridemia y síndrome metabólico. El objetivo del presente trabajo fue identificar el consumo de BA, como parte de los
refrigerios que los padres agregan a sus
hijos y su asociación con la existencia de riesgo cardiometabólico en escolares de
primarias de Reynosa, Tamaulipas. La muestra
estuvo integrada por 853 escolares de 3° y 4° de primaria, a quienes se les determinó peso (kg), estatura (cm),
índice de masa corporal y circunferencia de cintura (cm). Para evaluar
las BA ofertadas como parte del refrigerio escolar se utilizó una lista de cotejo que consideraba: jugos, aguas saborizadas,
leches saborizadas, refrescos y bebidas
isotónicas. El riesgo cardiometabólico (RCM) se midió con la circunferencia de cintura para edad y sexo, utilizando un rango mayor o igual
a percentil 90. Se encontró que el 49.4 % (421)
de los escolares consumió BA. Las niñas tuvieron mayor consumo (27.8 %; 237) que los niños (21.6 %; 184). El 24.1 % de los
menores presentaron factor de RCM, 11.4 % de ellos (6.4 % niñas y 5.0 %
niños) tenían como hábito el consumo de BA,
asociado al desarrollo de factores de RCM adicionales. Se destaca la
importancia de mantener programas de enseñanza e intervención para mejorar los
hábitos alimenticios de los menores, toda
vez que la infancia es una etapa de aprendizaje.
PALABRAS
CLAVE: escolares, bebidas azucaradas, riesgo cardiometabólico.
ABSTRACT
High consumption of sugar-sweetened beverages (SSB) promotes body weight gain in both children and adults. Its excessive intake has been associated with some
chronic degenerative diseases such as high blood pressure, insulin resistance, type 2 diabetes, obesity,
hypertriglyceridemia, and metabolic syndrome. The objective of this work was to identify the consumption of SSB, as part of the snacks that parents add to their children, and their association
with the existence of cardiometabolic risk
in primary school students in Reynosa, Tamaulipas. The sample was made
up of 853 in 3rd and 4th grade primary
schoolchildren, whose weight (kg),
height (cm), body mass index and waist circumference (cm) were measured. To evaluate
the SSB offered as part of the school snack,
a checklist was used that considered: juices,
flavored waters, flavored milks, soft drinks and isotonic beverages. Cardiometabolic risk (CMR) was measured
with waist circumference for age and sex, using a range greater than or equal
to the 90th percentile. It was found that
49.4 % (421) of schoolchildren consumed SSB. Girls had higher consumption (27.8
%; 237) than boys (21.6 %; 184). 24.1
% of children presented CMR factor, 11.4 % of them (6.4 % girls y 5.0 %
boys) had as habit the consumption of SSB,
associated with the development of
additional CMR factors. We highlight the
importance of maintaining teaching and intervention programs to improve the eating habits of minors, since childhood is a learning
stage.
KEYWORDS: schoolchildren, sugar sweetened beverages,
cardiometabolic risk.
INTRODUCCIÓN
Los
hábitos alimentarios forman parte de la humanidad, estos son adquiridos en el
hogar y pueden variar a lo largo de la vida por diversos factores, como la
influencia de la publicidad, la cultura, la disponibilidad de alimentos,
ingreso económico, entre otros factores (Gallardo y col., 2021). Durante los últimos años se
han observado cambios en los patrones alimentarios que ocasionan hábitos de alimentación inadecuados, caracterizados por un bajo consumo de alimentos de calidad nutricional, como frutas y verduras y elevado consumo de bebidas azucaradas (BA) (Alemán-Castillo y col.,
2019), lo que conlleva a un
detrimento de la salud (Lamos y col., 2018).
Los hábitos
alimentarios y el estilo de vida han propiciado una tendencia a la obesidad en
la población escolar, y esto predispone a los
niños a padecer diversas enfermedades crónicas
no transmisibles (ECNT) (Villagra y col., 2020). De acuerdo con Ríos-Reyna y
col. (2022a), el sobrepeso y la obesidad represen-tan un problema de salud
pública, y se encuentran relacionados con las enfermedades cardiovasculares y
podrían extenderse hasta la edad adulta si
no se atienden. Al respecto, Sang III y col.
(2023) informaron que, en Estados
Unidos, el 18.4 % de los niños padecen
obesidad, lo que aumenta el riesgo de morbilidad cardiometabólica posterior. Por otro lado, en China se observó una asociación significativa
entre el consumo de BA y la hipertensión arterial tanto en los estudiantes con
peso saludable como en los que padecían sobrepeso u obesidad (Qin y col.,
2018).
La obesidad es
multifactorial, incluye hábitos alimentarios no saludables con un alto consumo
de BA y baja ingesta de agua (Jiménez-Aguilar y col., 2021). En las últimas décadas se ha observado que el consumo de BA con altos valores calóricos ha incrementado en
la población mexicana, lo que ha contribuido
en el aumento de ECNT, generando un
alto costo para el sector salud en México y en el mundo (Cantú-Martínez y col., 2020). De igual manera, lo
registraron Torres-Álvarez y col. (2020),
quienes refirieron que un elevado consumo de BA influye en el desarrollo de
ECNT.
La Encuesta Mundial de
Salud Escolar reveló que un 48.1 % de los estudiantes, sin importar sexo y
edad, consume más de 2 veces al día BA. Dicho consumo se relaciona con un modelo de dieta poco saludable, dado que estas
bebidas influyen en la ingesta calórica general,
presentan un alto índice glucémico, un equilibrio calórico positivo y reducen
el consumo de alimentos adecuados nutricionalmente (Asís y col., 2019).
Algunos estudios
sugieren que tanto los niños como los adultos con el mayor consumo de BA tienen
un riesgo elevado de padecer síndrome metabólico (Li y col., 2020). La grasa
abdominal en exceso incrementa el riesgo de
las enfermedades cardiovasculares y las enfermedades metabólicas como la diabetes mellitus tipo 2 (DM 2),
hiperuricemia, dislipidemias y síndrome metabólico (Hernández y col., 2018). En
este sentido, Loh y col. (2017) reportaron que el
consumo de BA y el riesgo cardiometabólico (RCM)
permanecen en gran medida en las poblaciones
occidentales. Al respecto, el trabajo realizado por Eny
y col. (2020) en preescolares canadienses de 3 a 6 años, reveló una asociación
positiva entre el consumo de BA y el RCM (P = 0.05), es decir, un mayor consumo
de BA se asocia con pequeños incrementos de RCM.
La medición de la
circunferencia de cintura (CC) es una herramienta útil y fácil de aplicar en la
práctica clínica para la evaluación del
riesgo cardiovascular en pacientes con sobrepeso y obesidad (Moreno,
2010). El uso de la distribución de los percentiles de CC por edad, sexo y
origen étnico podría impactar las
recomendaciones de salud pública dada la creciente preocupación por las
consecuencias de sobrepeso y obesidad en niños y adolescentes (Fernández y
col., 2004).
Una
alta ingesta de BA se ha relacionado específicamente con una
mayor CC en niños y adolescentes (Vos y col.,
2017), ya que el exceso de
energía se convierte en grasa y se almacena en el tejido adiposo (Kartini y col., 2018).
Sin embargo, en un estudio realizado en
Hong Kong en adolescentes, no
se encontró asociación de BA con la CC (Zhang y col., 2020).
Li y col. (2020)
encontraron que, los niños con un alto
consumo de BA tenían mayor peso, IMC, CC, presión arterial sistólica y diastólica
y triglicéridos elevados.
Según la Organización
Mundial de la Salud (OMS), existe un elevado consumo de BA en el mundo, con un
aporte elevado de calorías a partir de la glucosa, fructosa, sacarosa, entre otros azucares, que se suman a las
calorías de la dieta de la población
(Obando, 2019). Dentro del grupo de las BA se incluyen “re-frescos
gaseosos o no gaseosos, los jugos, bebidas de frutas y verduras, los
concentrados líquidos y en polvo, el agua saborizada, bebidas energizantes y deportivas, el té listo para
beber, el café listo para beber y las bebidas lácteas
saborizadas” (Sandoval y col., 2021: 2). Estos productos han incursionado en los mercados de todo el mundo,
debido a la promoción,
la
publicidad y la información masiva, afectando el comportamiento alimentario del
consumidor. La preferencia por la compra y consumo de las BA ha sido propiciada
por la disponibilidad y el fácil acceso físico y económico a las mismas (Robelto y col., 2022). Algunos países de Latinoamérica han
implementado políticas públicas como la aplicación de impuestos sobre
las BA, con el fin de disminuir la obesidad
(Ríos-Reyna y col., 2022b).
Cabe mencionar que la
elevada ingesta de BA ha involucrado a los niños de edad escolar, influenciados por anuncios publicitarios por los
diferentes medios de comunicación (Campos-Ramírez
y col., 2019). En niños de edad escolar de Colombia, se identificaron un
considerable consumo de "bebidas
carbonatadas", seguido de la ingesta de jugos ultra procesados (combinación de ingredientes procesados con alimentos sin procesar o mínimamente procesados). Smirk y
col. (2021) en Nueva Zelanda,
encontraron que el 96 % de los niños consumieron más de una porción de
BA por semana. Machado y col. (2018), reportaron que en Montevideo, Uruguay, la frecuencia de consumo
de BA en el 41.8 % de los niños de 4º año de primaria lo realizaban de
manera ocasional, 33.6 % las consumía de manera frecuente y el 24.6 % las ingería de forma muy frecuente.
Gómez-Miranda y col. (2022) documentaron que en
escolares de Tijuana, México el 66 % de los
niños consumieron BA, porcentaje
mayor que las niñas (44 %).
Smith y Baumker (2019) refirieron que, la relación entre el consumo
de azúcares añadidos y el riesgo de enfermedades cardiovasculares está
claramente establecida y argumentaron
que en 2017, la
Asociación Estadounidense del Corazón recomendó que los niños
consumieran menos de 25 g de azúcar añadida cada día.
En México, las BA son
la fuente más importante de azúcares añadidos. Se estima que un mexicano consume aproximadamente 160 L de refresco
por año, mientras que a nivel mundial el consumo promedio es de 77 L al año con
una ingesta promedio de 238 calorías al día por persona (De-la-Cruz y Garduño,
2021). La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición reportó que en promedio el 84
% de los niños escolares consumen diariamente 0.925 L de BA y en mayores de 12
años 1.400 L (Sánchez y López, 2020).
De acuerdo con Alemán-Castillo y col. (2022), la OMS ha advertido sobre el
problema de salud pública que el sobrepeso y la obesidad representan para la
humanidad y que afecta especialmente a países de ingreso medio y bajo. Al
respecto, Almeida-Perales y col. (2022), documentaron
que, desde hace más de 10 años, la población infantil mexicana enfrenta un intenso
problema de salud pública, las últimas encuestas de ENSANUT, han revelado que
al menos 3 de cada 10 escolares (6 a 11
años) padecen sobrepeso y que la
ingesta de alimentos procesados como las bebidas y cereales azucarados,
botanas y golosinas son las principales causas inmediatas y que estos alimentos son incluidos en los refrigerios escolares principalmente.
El objetivo de este
estudio fue identificar el consumo de BA como parte de los refrigerios que los
padres agregan a sus hijos y la relación de las BA con el riesgo cardiometabólico en los escolares de Reynosa, Tamaulipas,
México (por sexo).
MATERIALES Y MÉTODOS
Métodos
El presente estudio
fue mixto, correlacional y transversal, en el cual participaron 853 niños en
edad escolar, de 6 escuelas, de 3ero. y 4to. grado, de primarias públicas del
área urbana de Reynosa, Tamaulipas, México, que fue-ron seleccionadas por conveniencia
con nivel socioeconómico medio. Los datos se recabaron en el ciclo escolar (agosto a diciembre de 2016). Se realizó un
muestreo aleatorio simple computarizado.
Para el cálculo, se usó el programa estadístico EPIDAT (Análisis
Epidemiológico de Datos Tabulados) versión 3.1 para Windows. Se consideró un universo de 80 408 con un margen de error de 5 % y un nivel de confianza de 95 %,
dando como resultado 383 alumnos, sin
embargo, se aumentó la muestra para garantizar la veracidad de los resultados.
Se contactó
previamente a los directores de las escuelas
para informarles sobre el proyecto de investigación y solicitar su
autorización. Posteriormente, se reunió a los padres para informarles
del proyecto y solicitar su firma en el consentimiento informado. Se incluyeron
niños de ambos sexos con edades de 8 a 11 años de nivel primaria y fueron
excluidos escolares con problemas físicos y psicológicos, diabetes,
hipotiroidismo, entre otros.
El proyecto se
desarrolló previa aprobación del comité de ética de la UAM-Reynosa Aztlán de la
Universidad Autónoma de Tamaulipas. Los datos se manejaron confidencialmente de
acuerdo con la Ley de protección de datos personales incluida en el Diario Oficial
de la Federación (DOF, 2017).
Evaluación
antropométrica
Se realizaron
mediciones antropométricas a 853 escolares, por 5 licenciados en nutrición y
ciencia de los alimentos, de las cuales una cuenta
con certificación nivel 1 y 2 con nivel 2 por la Sociedad Internacional
para el Avance de la Cineantropometría (ISAK, por sus siglas en inglés:
International Society for the Advancement
of Kinanthropometry), quienes capacitaron a 20
egresados de licenciados en nutrición y ciencia de los alimentos para colaborar
en el estudio. Se utilizaron las técnicas de medición de acuerdo con la Norma Oficial Mexicana NOM-047-SSA2-2015 (DOF, 2015); para el peso corporal se usó una
báscula de bioimpedancia (Tanita modelo
BF-689, China); y para la talla un estadiómetro (SECA 213, China). El peso y la
talla se utilizaron para obtener el índice de masa corporal (IMC). La CC se
midió de acuerdo con la
NOM-043-SSA2-2012 (DOF, 2013), para lo cual se usó una cinta métrica de fibra
de vidrio (SECA 200, China). Para evaluar el RCM se definió como la CC ≥ 90
percentil por edad y sexo, usando los criterios de Fernández y col. (2004) (Tabla 1).
Evaluación de BA
Para evaluar la
frecuencia y el tipo de BA se utilizó una lista de cotejo previamente validada en la que se registran por observación directa
los alimentos contenidos en los refrigerios (Alemán-Castillo
y col., 2019). En la lista de cotejo se consideraron: jugos, leches saborizadas, aguas saborizadas, bebidas isotónicas y refrescos. La revisión de los
refrigerios se realizó durante 5 d
consecutivos a los 853 escolares para evaluar si acostumbraba a traer
alguna BA de casa para consumir durante el
refrigerio escolar. El 50.2 % (428) eran niñas y 49.8 % (425) niños, con una edad
promedio de 9.20 ± 0.73. Se les realizó una
evaluación nutricional.
Análisis estadístico
La
normalidad se determinó mediante la prueba de Kolmogórov-Smirnov (P = 0.001).
Se calcularon frecuencias y porcentajes para las variables
cualitativas. Para las medidas antropométricas
se calcularon medias y desviación estándar, y para comparar entre sexos
se empleó la prueba t de Student.
Se realizaron tablas cruzadas y la prueba de Ji cuadrado para las
variables categóricas. Se utilizó el coeficiente
de correlación de Rho de Spearman para relacionar el consumo de BA y RCM. El análisis de los datos se llevó
a cabo mediante el paquete
estadístico para ciencias sociales (SPSS,
por sus siglas en inglés: Statistical Package for the Social Sciences)
versión 26. El valor de P ≤ 0.05 se consideró estadísticamente
significativo.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Evaluación nutricional
En la Tabla 2 se
muestran los promedios de peso, talla, CC,
IMC y edad, no se observó diferencia significativa (P > 0.05).
En las niñas, se observó,
como se esperaba, una asociación fuerte (Senthilnathan,
2019) entre el peso corporal y la estatura (rho(851) =
0.700; P = 0.001); y muy fuerte entre el peso corporal y la CC (rho(851) =
0.858; P = 0.001), así como entre el peso
corporal y el IMC (rho(851) = 0.906; P = 0.001). En los niños, se registraron los mismos rangos de valores (P
= 0.001) (Tabla 3), solo que en ellos fueron ligeramente más altos.
Consumo de BA
El
49.4 % (421) de los escolares consumió BA, de los cuales, el
26.14 % fueron jugos y el 17.4 % aguas saborizadas,
mientras que el resto ingirió leches
saborizadas, refrescos y bebidas isotónicas (Figura 1). Estos resultados
coinciden con lo reportado por Alemán-Castillo y col.
(2019), quienes informaron una elevada
ingesta de BA y bajo consumo de frutas
y verduras. También Machado y col. (2018), encontraron que un alto
porcentaje de niños de Montevideo, Uruguay
(58.6 %) ingerían frecuentemente o muy frecuentemente
BA. Además, mencionaron que el incremento de calorías que genera la ingesta de azúcares simples en la dieta, desplaza a los alimentos con mayor aporte
nutricional.
Por
su parte, Ramírez-Vélez y col. (2017) documentaron que uno de cada cinco niños colombianos presentaron consumo
diario de BA, y 7 de cada 10 lo hacían semanalmente. En dicho estudio, la
prevalencia de obesidad abdominal fue mayor
en niños que mencionaron ingerir "bebidas carbonatadas" o jugos ultra
procesados diariamente. Smirk y col. (2021) reportaron que el 96 % de los niños de Nueva
Zelanda de 8 a 12 años, consumieron más de
una porción de BA por semana, con mayor
cantidad de bebidas lácteas azucaradas (85
%), jugos de frutas (46 %) y bebidas carbonatadas (39 %). Dichos
resultados son mayores a los reportados en
esta investigación, donde se observó un porcentaje menor de infantes que
ingerían BA (49.4 %) (Tabla 4) además de que
las BA de mayor consumo fueron los
jugos, aguas saborizadas y las
leches saborizadas.
Consumo
de BA y riesgo cardiometabólico
El consumo de BA fue
mayor en las niñas (27.8 %; P = 0.001) que en los niños (21.6 %) (Tabla 4),
resultados que difieren con los del estudio realizado por Gómez-Miranda y col. (2022) en la ciudad fronteriza de Tijuana, Baja
California, México, donde se reportó que los niños (66 %) consumieron más BA que las niñas (44 %). Qin y col.
(2018) en su investigación realizada
en China reportaron que el 48.5 % de los escolares consumieron BA, porcentaje similar al encontrado en el presente trabajo (49.4 %), pero difiere en el porcentaje
de niños (52.9 %) y niñas (43.6 %) con los de esta investigación, donde
se observó que fueron más las niñas (27.8 %)
que los niños (21.6 %) quienes consumieron estas bebidas.
En
este estudio, se observó que los menores de ambos sexos que presentaban el
factor de RCM consumían regularmente BA (Tabla 4). Sin embargo, un
porcentaje similar de niños y
niñas registraron el factor de
RCM, y no consumía BA. Estos resultados sugieren que a esta edad el consumo de
BA no parece determinar directamente la incidencia del factor de RCM, pero su
inclusión en la dieta está asociada con el desarrollo de hábitos alimentarios
inadecuados y el desarrollo de otros factores de RCM (Alemán-Castillo
y col., 2019). Los resultados de la
presente investigación concuerdan con los de Zhang y col. (2020) quienes no encontraron
asociación entre las BA y la CC o con la edad en adolescentes de 11 a 19 años
en Hong Kong. Sin embargo, Caravalí-Meza y col. (2016) reportaron que los estudiantes (adolescentes de 15 a 19 años) que consumieron 50 g/d de azúcar o más,
presentaron mayor riesgo en el incremento de la CC, similar a lo
documentado por Kartini y col. (2018), quienes
encontraron una correlación significativa entre la ingesta de BA y la CC (P = 0.015) y los niveles de triglicéridos. Ellos observaron que, un consumo mayor a 50
g/d de BA puede aumentar la CC y los niveles de triglicéridos, componentes del
síndrome metabólico. Sang III y col. (2023) también
reportaron una fuerte asociación entre las
enfermedades metabólicas y la elevada ingesta de alimentos grasos y BA.
Cabe mencionar que los estudios localizados, donde se asocian o correlacionan
las medidas antropométricas y el consumo de
BA, fueron en adolescentes, debido a que no se encontraron estudios en
escolares de primaria.
Li y col. (2020)
refirieron que, la ingesta excesiva de BA
se asocia con enfermedades cardiovasculares
y trastornos metabólicos (hipertensión, dislipidemia, enfermedades
coronarias, entre otros), y que el síndrome metabólico ha sido reconocido como
un predictor de diabetes mellitus tipo 2 y enfermedades cardiovasculares (ECV).
Estos autores encontraron que los niños con
un alto consumo de BA tenían mayor peso, IMC, CC, presión arterial sistólica y diastólica y triglicéridos
elevados, además presentaban mayores probabilidades de desarrollar obesidad
abdominal. Qin y col. (2018) en su investigación en China, sobre la
relación entre el consumo de BA y la hipertensión arterial reportaron que del
total de estudiantes que consumieron BA, 5.1 % tuvieron riesgo de desarrollar
hipertensión arterial, siendo los niños los que presentaron mayor riesgo (P < 0.001). Torres-Álvarez y col. (2020), refirieron que el elevado consumo de BA
influye en el desarrollo de ECNT y que el alto contenido de azúcar de
éstas produce una ingesta adicional de
energía que provoca un aumento de peso corporal y obesidad infantil que lleva al incremento del riesgo cardiovascular.
Entre las fortalezas de este estudio fue que personal capacitado realizó la
evaluación nutricional y diagnóstico de los escolares, y los resultados fueron
entregados a las autoridades educativas y posteriormente a los padres de familia para atender los problemas encontrados.
Existe poca evidencia científica en relación
del consumo de BA con la CC en escolares de educación básica. Entre las
limitaciones, es que el estudio fue de tipo transversal, ya que los días
festivos y el periodo vacacional interfieren con la recolección de datos; la
evaluación se realizó en el refrigerio escolar, sin considerar el consumo de la
dieta total del día; y la falta de participación y disponibilidad de algunos
padres de familia y profesores para realizar
la evaluación de las mediciones antropométricas.
CONCLUSIONES
El 49.4 % de los
menores en formación escolar (8 a 11 años) consumían regularmente BA
industrializadas, principalmente jugos y aguas saborizadas. El 24.1 % de toda la población estudiada presentó el
factor de RCM (CC superior al percentil 90) y cerca de la mitad de ellos tenían
el hábito de consumo de BA, pese a su
incipiente obesidad, marcada por el diámetro de cintura y las campañas
gubernamentales que buscan inducir el consumo de alimentos y BA más saludables.
En esta etapa temprana se desarrollan los hábitos de vida, por lo que se
recomienda mantener y mejorar los programas de enseñanza e intervención para
inducir hábitos alimenticios saludables desde el inicio de su etapa escolar.
DECLARACIÓN DE
INTERESES
Los
autores declararon no tener conflicto de interés alguno.
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