La
adaptación social de los migrantes de retorno de la localidad de Atencingo,
Puebla, México
Social adaptation for returned immigrants from Atencingo, Puebla, Mexico
Araceli Espinosa-Márquez1, Misael González-Ramírez2*
*Autor para correspondencia: misael_g@yahoo.com/ Fecha de recepción: 16
de enero de 2015/ Fecha de aceptación:
16 de marzo de 2016
1Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Occidente, CIESAS
Occidente, Av. España núm. 1359, col. Moderna, Guadalajara, Jalisco, México,
C.P. 44190. 2Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales, Edificio 114J – 207, Av. San Claudio y Blvd. de la
22 Sur, Ciudad Universitaria, col. San Manuel, Puebla, Puebla, México, C.P.
72570.
RESUMEN
El flujo de migrantes entre
Atencingo, Puebla, México y Estados Unidos se ha sostenido
en los últimos 30 años por las redes de migrantes de esta comunidad. Sin embargo, ante
la reciente inestabilidad económica de Estados Unidos, y el endurecimiento de
las políticas migratorias, muchos migrantes han
retornado a su ciudad de origen, lo que implica un proceso de reinserción a la
comunidad de los migrantes y sus familias. Este trabajo tuvo como objetivo establecer
las regularidades del proceso de retorno que experimentan los migrantes, principalmente en
la interacción social en su lugar de origen, el efecto de su experiencia migratoria en la
acumulación de capital social, y cómo este cambio repercute en su actividad
laboral y en el empoderamiento en su entorno social. Se realizó un estudio de
corte cualitativo, a partir del análisis de 189 entrevistas a migrantes de
retorno de la localidad de Atencingo, Puebla, México, quienes migraron a los
Estados Unidos. En este estudio se utilizaron solo las 22 entrevistas consideradas
como las más significativas del total realizadas a los migrantes de retorno. Se
identificaron cuatro grupos con problemáticas que relacionan su ciclo de vida
individual y su ciclo de vida familiar. La permanencia en el lugar de destino y
la desincronización del migrante con su lugar de origen, en relación con sus
ciclos de vida individual y familiar, provocaron que sus valores, creencias y
percepciones válidas en el lugar de origen fueran contradictorias con las del lugar
de destino, formando una nueva escala de valores en el inmigrante; y este mismo
proceso se
presentó al
momento del retorno, lo que implicó un nuevo proceso de generación de valores en la comunidad
de origen.
PALABRAS CLAVE: migración
de retorno, capital social, experiencia migratoria, adaptación.
ABSTRACT
The migration between Atencingo, Puebla, Mexico and United States of America
has been supported in the last 30 years
by the network of migrants from this community. However the recient economic
problems of migratory
policies in United States
in the last years, have caused that many immigrants returned to their
communities. The return process has been constant in last years and has became part of the Atencigo migration phenomena. The return
of immigrants and their families generate a process of reinsertion to their
community. This work had the objective of establish the
regularities in the return process of immigrants principally in the social
interaction on their origin community and the effects of migration experience
in the accumulation of social capital and in the change of their placement on
social order in their community after the immigration to United States. A
qualitative analysis of interviews of returning immigrants from Atencingo,
Puebla was conducted. To reach this goal were interviewed 189 people with
migratory experience, but for this document were used 22 interviews of returned
immigrants. The interviewed were organized in 4 groups with problematic related
to their individual cycle of life and their family cycle. The permanence in the
destiny and the dyssynchrony of the immigrant with their origin changed their
values, beliefs and perceptions. This change created a new values scale in the
immigrant. This process happened two times the first when the immigrant travel
to United States and the second when they returned to Mexico.
Keywords: Return immigration, social capital, immigration experience, adaptation.
NTRODUCCIÓN
La migración hacia el vecino país del norte es
común en México. Algunas comunidades rurales son sostenidas por las remesas de
los migrantes, tal es el caso de Santo Tomás Tlapanalá y San Jerónimo Coyula,
en el Estado de Puebla (Corona-Jiménez y Corona-Domínguez, 2014). La ciudad de
Atencingo, Puebla, México se ha caracterizado durante los últimos 30 años como
expulsora de migrantes hacia Estados Unidos, debido a que el flujo de migrantes
es sostenido por las redes de esta comunidad (Espinosa-Márquez, 2013). Aunque
últimamente, tras la baja en la economía estadounidense y el endurecimiento de
las políticas migratorias, el retorno se ha convertido en una constante.
La
migración de retorno ha sido estudiada desde finales del siglo pasado. En la
década de los años 70 y 80 se inicia una reflexión sobre la problemática
metodológica que plantea la definición del retorno, la unidad de análisis y las
técnicas para el manejo de la información, de acuerdo con
Fernández-Guzmán,(2011). El autor señala que en ese periodo los estudios sobre
el retorno se destacan principalmente en relación a Israel en el Medio Oriente,
Estados Unidos y Canadá. En el caso de Norteamérica son estudios de carácter
cuantitativo donde se analiza el comportamiento migratorio y general, a partir
de la edad, sexo y raza de las personas. En México, el Instituto Nacional de
Estadística y Geografía (INEGI) define a los migrantes de retorno como las
personas que emigraron a otro país, pero que en el momento de la entrevista del
censo se encontraban en México (INEGI, 2015a). Sin embargo esta definición es muy
limitada en su alcance, ya que no permite identificar con claridad a los
diferentes tipos de migrantes de retorno.
Los autores Chapman y Prothero (1983), destacan
que a pesar de que existen diferentes modelos teóricos para el análisis de la
migración, se tiene que estudiar la compleja naturaleza del retorno a partir de
diferentes niveles de análisis. En un nivel micro se puede considerar como
población de estudio a los individuos y a las familias, mientras que a nivel
meso debe observarse a la comunidad, y en un nivel macro a los países. En el
mismo documento, estos autores (Chapman y Prothero, 1983), centran su estudio
en el flujo continuo entre las comunidades de origen y destino; y logran por
primera vez una separación respecto de la migración del retorno, la migración
circular, la migración salario laboral, y los habitantes de ciudades
fronterizas (commuters) que diariamente cruzan las fronteras políticas entre
ciudades, estados y países.
Cerase
(1974), señala que si bien existen diferentes tipos de retornados, no
necesariamente todos ellos tienen un impacto positivo en las localidades de
origen y mucho menos establecen relaciones productivas que faciliten el
desarrollo de estas localidades. Las personas que emigran son recibidas en el
lugar de origen en base a prejuicios y estereotipos respecto a la
migración, agrupándolos en cuatro
grandes categorías: la primera, la denominó el retorno de fracaso, y es aquella
en la que el migrante es percibido como un extraño. Se considera que no logró
adaptarse a la sociedad de destino, y por ello regresa a su lugar de origen. El
retorno de innovación, incluye a los migrantes que adquirieron habilidades
durante su experiencia migratoria y que aplican en su empleo en el lugar de
origen. Otra categoría, es el retorno de conservación, donde las personas que
regresan pueden comprar extensiones de tierra y dedicarse a actividades
agrícolas, producto del trabajo y el ahorro en el lugar de destino. Finalmente,
establece la categoría del retorno– retiro, entendiéndose como el retorno con
un sentido de jubilación.
El
estudio metodológico del retorno debe realizarse basado en un modelo teórico y
no sólo en el análisis de experiencias migratorias que caen en el ámbito de lo
descriptivo (Gmelch, 1980), ya que esta última técnica no permite identificar
las regularidades dentro del fenómeno, por basarse en el análisis de
experiencias únicas sin un contexto que las una a otras. Al realizarse asi, el
carácter descriptivo de los estudios del retorno únicamente revisan las razones
para volver, adaptarse y el impacto que tienen en las localidades de origen,
identificando los sujetos a partir sus experiencias y no de las regularidades
de los migrantes de retorno en general.
Sakka
y col. (1999), introducen en la migración de retorno el cambio de los roles
entre hombres y mujeres. A partir de este planteamiento, la migración y los
estudios de género desarrollan líneas de investigación que abordan las
transformaciones que en el mundo de la vida privada se realizan a partir de la
migración; destacan estudios que abordan tanto las manifestaciones de la
sexualidad, como el ámbito conyugal, fraternal y parental. Por ejemplo, del
análisis de las historias de vida familiar, Espinosa (1998) aborda
los cambios en los papeles de tipo social, cultural, económico y de género, que
se desarrollan en las sociedades de origen a partir del retorno. Otro de los
elementos que aporta Espinosa en su análisis, es el impacto de la Ley de
Reforma y Control de la Inmigración de 1986 (IRCA), donde indica que la
relación que sostienen los migrantes con las comunidades de origen y destino,
sobre todo a partir de las relaciones que establecen con su familia, desarrolla un vínculo transnacional
que posibilita o inhibe el retorno a partir del sostenimiento o desaparición de
los vínculos familiares y de amistad con el lugar de origen. Por lo que la
decisión de retornar también es condicionada por su cercanía o lejanía con su
origen.
Por
otra parte, Durand (2004), elaboró un análisis costo-beneficio, respecto del
cálculo que el retorno ofrece a los migrantes, considerando la diferenciación
de la migración temporal, el retorno voluntario y el retorno generacional.
Durand explica que evaluar los costos y beneficios económicos, sociales,
culturales y familiares del retorno,
implica una revisión del nuevo capital humano y social que tiene este
individuo y que puede utilizar tanto para quedarse en el lugar de destino, como
para retornar a la comunidad de origen.
Respecto de la movilidad de las poblaciones de
retorno y a la ocupación al momento del regreso, en la comunidad de origen,
Cobo (2008; 2011), utilizó la construcción de trayectorias laborales para jefes
de hogar, migrantes de retorno y no migrantes, para explicar si existía movilidad
social intergene-racional respecto del informante y sus ascendentes. Este mismo
autor (Cobo, 2011) separó la internacionalización de los mercados de
trabajo y revisó únicamente migrantes de retorno del sexo masculino. Por lo
tanto, consideró al curso de vida individual y familiar como elementos
importantes para el retorno y a la migración como un mecanismo formador de capital humano. En
su artículo, Cobo (2011), asoció los desplazamientos y las experiencias de
carácter laboral, a la adquisición de nuevos conocimientos que incrementan el capital
humano. Para él (Cobo, 2011), es esencial estudiar la migración de retorno a
partir de variables como el desarrollo laboral de los migrantes, eventos
migratorios, décadas en que lo realizan, el ciclo de vida familiar, acceso a
determinados mercados de trabajo, número de viajes y contexto migratorio.
Izcara-Palacios
(2011), realizó un estudio del retorno de los jornaleros de Tamaulipas, donde
apegándose a la teoría de la nueva economía de la migración laboral, explica
que los empleados en la agricultura estadounidense retornan a sus comunidades
de origen, debido a que se ubican dentro de una jerarquía social que es más
baja que en la que se encuentran en su lugar de origen por un lado, y por otro,
porque allí tienen acceso a menos bienes, debido a que en Estados Unidos los
costos de estos son más elevados que en México.
El retorno puede
representar un nuevo principio con mejores oportunidades para el individuo, ya
que vuelve con una serie de conocimientos, habilidades, modificación de los
marcos de referencia, interpretación distinta de la vida e incorporación a
nuevas redes sociales, es decir personalmente ha cambiado, debido a la
experiencia migratoria.
Para este trabajo, el migrante de
retorno se define a partir de dos momentos en el tiempo; en el primero la
persona realiza un ejercicio de valoración sobre sus recursos y medios, y a
partir de esta, decide salir de su lugar de origen con un destino y objetivo
particular. Por lo que en ese momento se convierte en migrante y comienza su
experiencia como tal. Su calidad como migrante se caracteriza por una serie de
particularidades personales y por el contexto de salida. Debido a dichas
singularidades, la experiencia migratoria de cada uno es única e irrepetible.
El segundo momento se da cuando el individuo retorna por decisión propia o bien
por una situación ajena a su voluntad, y se reincorpora a la sociedad de
origen.
El
objetivo de este estudio fue identificar las regularidades que en el proceso de retorno
expe-ri-mentaron los migrantes de Atencingo Puebla, primordialmente en la
interacción social en el lugar de origen, y cómo este cambio repercutió en su
actividad laboral y en el empoderamiento en su entorno social, condicionando la
decisión de quedarse o bien de regresar al país de destino.
MATERIALES Y MÉTODOS
Área
de estudio
La
localidad de Atencingo se ubica en el municipio de Chietla, que se sitúa al sur
del Estado de Puebla, en el Valle de Izúcar. Chietla cuenta con 67 localidades
y su población es de 33 935 personas (INEGI, 2015). En este municipio, un 20.74
% de las viviendas reciben remesas económicas, su índice de intensidad
migratoria es de 2.035 y su grado de intensidad migratoria es muy alto. Además,
ocupa el lugar 119 como expulsor de migrantes en el contexto nacional y es el
tercero a nivel estatal (INEGI, 2015).
En
el 2010, el 8.98 % de las viviendas del municipio de Chietla se registraban con
algún miembro de la familia en Estados Unidos, por otra parte, el 3.4 % de los
hogares contaba con migrantes circulares y el 9.13% tenía migrantes de retorno
(CONAPO, 2015). La ciudad más importante en Chietla es Atencingo, en ella
habitan 10 879 personas, que equivalen al 32.06% de total de la población del
municipio. Además, el 44.69 % de sus residentes son personas menores a los 25
años de edad (INEGI, 2010). Estos datos permiten establecer que la migración es
parte de la dinámica poblacional de
Atencingo; sus pobladores migran con regularidad a otras ciudades en el interior
de la República Mexicana y a Estados Unidos. Entre los destinos de los
migrantes de Atencingo, en la Unión Americana, se encuentran las ciudades de
Nueva York, Chicago, Minneapolis y Saint Paul.
Materiales
Se
utilizó el concepto de mundo
de la vida, como herramienta de
análisis, ya que partir de él se construye el sentido que permite a los
individuos interpretar y actuar en la realidad, así como reproducir y
transformar estilos de vida y pensamientos en su vida cotidiana. El concepto
proviene de la fenomenolgía trascendental, y su desarrollo en el ámbito
sociológico lo realizó Schutz (1974; 2000), quien consideró que el mundo social
no es algo independiente a los actores y sin resultado de sus prácticas. Por lo
tanto, los actores dan significado y sentido a sus experiencias en las
interacciones de su vida diaria. Por consiguiente, la vida cotidiana constituye
una fuente de conocimiento a partir de la sedimentación de saberes y
experiencias propias, o bien de conocimientos transferidos de una persona a otra
(Schutz y Luchmann, 1973).
Métodos
Debido
a que el grueso de los migrantes formaba parte de la población económicamente
activa (INEGI, 2015), se entrevistaron aleatoriamente a los migrantes de
retorno a la localidad de Atencingo, Puebla,
de 24 a 45 años de edad,
durante los meses de agosto de 2013 y agosto de 2014.
Se
aplicaron 189 entrevistas semiestrucutradas a personas de diferente género con
experiencia migratoria en el trabajo de campo, habiendo realizado por lo menos
un viaje a Estados Unidos. Para este estudio, se seleccionaron 22 del total de
las entrevistas realizadas, considerando solo las que ofrecían información más
detallada y completa.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
A
partir del análisis de las entrevistas, se identificó que a mayor número de
viajes, la adquisición de nuevos saberes, habilidades y conexiones sociales se
incrementaron. Y que los procesos de readaptación y sincronización con el mundo
de la vida influyeron directamente en el capital social adquirido durante la
experiencia migratoria. Para los migrantes que retornaron, después de haber
pasado en el lugar de destino un periodo mayor o igual a los tres años, el
proceso de adaptación y sincronización con el lugar de origen fue más complejo
y difícil. Para los migrantes de retorno que pasaron periodos menores a tres
años en el lugar de origen y destino, fue más sencillo el proceso de adaptación
y sincronización en el lugar de origen, debido a que mantuvieron las redes y el
capital social adquirido en ambos lugares en un equilibrio constante.
Retornar,
una decisión o un destino inexorable
Por
otro lado, la diversidad de trayectorias laborales de los migrantes durante su
experiencia en Estados Unidos, lejos de tener un efecto negativo, les facilitó
la inserción en los mercados laborales locales: “Aunque ahí es diferente,
porque ya los campos están muy limpios y yo hacía ese trabajo… antes trabajé en
una fábrica y restaurantes; la verdad es que cuando me fui de México yo no
sabía trabajar en nada, y pensé que al regreso no la iba a hacer, porque no
sabía nada, pero ya trabajando y sabiendo el trabajo allá…aunque siempre tiene
uno miedo de que no la va a hacer aquí…”(Ricardo, 2013).
Los
entrevistados en esta investigación eran hombres y mujeres que se encontraban
en plenitud de sus facultades físicas y mentales, y que regresaron (en algunos
casos) con hijos e hijas; retornaron no sólo por la crisis económica o por el
endurecimiento de la política migratoria que sufrió Estados Unidos desde el 2007, sino
como un proyecto de vida. Este perfil coincidió con lo expuesto por
Rivera-Sánchez (2011: 301-311), quien señaló la existencia de un retornado
contemporáneo que presentaba características que le hacían distinto al
estudiado en las zonas de migración tradicional de México, en la década pasada,
y que para comprender la lógica del retorno y su interconexión con la lógica de
emigración se debería pensar en hacer una tipología de los retornados, en
consideración a su lugar de origen, destino y espacio donde se reinsertan en
México.
Después
del análisis de 22 entrevistas, se observó que para hombres y mujeres jóvenes
que iniciaron su trayectoria migratoria entre los 14 y los 18 años, antes de
haber contraído matrimonio, engendrado hijos y que realizaron al menos 9 años
educación formal, el retorno implicó una decisión difícil que afrontaron en un
contexto de problemas de tipo familiar. En este grupo existieron
migrantes que realizaron estancias en el país de destino por
periodos que van de 6 a 12 meses en promedio, y migrantes que en su primer
viaje la experiencia duró más de 15 años.
Entre
los entrevistados se identificaron cuatro grupos (Tabla 1), el primer grupo
está formado por jóvenes, solteros, sin hijos y sin experiencia laboral en
México, con múltiples viajes, 9 años de educación formal promedio, y no hablaban
inglés de forma fluida. La sincronización con el mundo de la vida en la
localidad de origen fue un proceso difícil de asimilar. Todos los entrevistados
en este grupo refirieron haber retornado por una emergencia familiar, arreglar
o gestionar alguna problemática patrimonial. En sus respuestas señalaron que el
primer retorno tenía un carácter vacacional y de recreo, que se fue ampliando
hasta que se agotó el dinero o fueron apresurados por sus patrones, amigos o
familiares en Estados Unidos a regresar, para evitar la pérdida del empleo.
Por
lo tanto, los esquemas de interpretación que utilizaron los integrantes del primer grupo para motivar sus
planes de acción, en la mayoría de las ocasiones, estuvieron vinculados a los
flujos de información que circulaban en las redes de familiares, amigos y paisanos en Estados
Unidos. Una regularidad en ellos, es que se encontraban en una etapa de su
ciclo de vida personal donde la movilidad era muy fácil, ya que no habían
procreado hijos y en caso de estar unidos a una persona, esta unión era
consensual y poco formal, por lo que el viaje no era consultado con la pareja y al retorno eran nuevamente hijos de familia, a diferencia de
sus contemporáneos en la localidad de origen, quienes tenían hijos entre los 12 y 15 años. En el caso de las
mujeres, sobre todo, el deber de cuidado que les era impuesto, les frenaba para
restablecer las relaciones de amistad con los retornados.
Otro
de los elementos importantes encontrados fue que los entrevistados señalaban
que: “en México la obtención de un trabajo es más difícil que en Estados
Unidos, ahí he obtenido trabajo en la mayoría de las ocasiones a partir de la
recomendación de un amigo o paisano” (Lilia, 2014), por lo que difícilmente
realizaban en su retorno a México una solicitud de empleo, ya que la
expectativa, era que ocurriese lo mismo y alguien les consiguiera una
entrevista de trabajo o el empleo, como lo señaló Ramiro (2013): “allá yo le
conseguí a mi hermano la chamba, le dije al patrón que tenía un hermano más
chico que podría ayudar con la delivery y asi llegó éste...”. Adicionalmente,
debido a la constante comunicación con los miembros de la red de paisanos y
amigos en Estados Unidos, prevalecía la promesa de un mejor empleo en el vecino
país del norte, por lo que consideraban que era mejor ahorrar para el cruce
ilegal, que invertir ese capital en un emprendimiento individual en México,
como lo indica Reyes (2014): “sí, al llegar allá primero entró mi primo Daniel,
luego yo y David, y ya después mi cuñado, creo que hubo como tres años que
estábamos en la cocina puros paisanos del pueblo”.
Los
entrevistados en este grupo refirieron, que la noticia de poder obtener un
trabajo mejor remunerado en Estados Unidos, justo cuando se está acabando el
dinero en México, les lleva a tomar la decisión de regresar a la vida de “puro
trabajo” en el otro lado de la frontera. Una característica que presentó este
grupo de personas, es que su experiencia laboral en México fue nula o
inexistente antes de la experiencia migratoria. Además, de que el capital
institucionalizado que adquirieron no era superior a los nueve años de
educación formal; por lo tanto no se cubría ni el mínimo de la educación básica
obligatoria exigida en México, según el Artículo 3ro. Constitucional y que en
la localidad se requiere para un empleo con paga de salario mínimo. Aunque
resaltó la formación educativa de las mujeres, que por lo general migraron
después de 9 ó 12 años de educación formal y una capacitación para el trabajo;
pero esta educación no fue utilizada en el trabajo desempeñado durante la
experiencia migratoria. A pesar de que contaban con títulos de profesional
técnico, los empleos que realizaron por lo general se ubicaron en el área de
servicios alimentarios o de trabajo de manufactura, que les permitiera poseer
capital incorporado a lo largo de la trayectoria migratoria.
En
el caso de los varones, sus ocupaciones estaban relacionadas con los servicios
de alimentos, construcción, mantenimiento y manufactura. En todos los casos fue
muy desalentador para estos jóvenes retornados buscar empleo en la localidad y
que el salario por una jornada de trabajo superior a 8 h no excediera el
equivalente a seis dólares diarios; manteniendo la comparativa de que: “En
Estados Unidos seré en una hora lo que en un día en México” (Ramiro, 2013).
Otra
constante en este grupo fue que debido a su corta edad, tenían una gran
capacidad de incorporar capital, lo que les facilitó crecer rápidamente en los
empleos durante la experiencia migratoria; por lo que pasaron desde el escaño
más bajo hasta el más alto, en periodos relativamente breves de tiempo, sobre
todo en el ámbito de los servicios de alimentos y bebidas. Esto les provocó la
expectativa, a su retorno a México, de que toda experiencia sería reconocida,
sin embargo, la mayoría de los entrevistados refirieron sentirse
discriminados, debido a que al solicitar empleo no pueden presentar ninguna
certificación o un reconocimiento institucional de las habilidades para el
trabajo que poseían y desarrollaron durante la experiencia migratoria, por lo
que no podían aprovechar de forma inmediata su conocimientos adquiridos en
Estados Unidos. McLean y Kousis (1988), señalaron que en el caso de Grecia las
habilidades de trabajo aprendidas en el extranjero no necesariamente
coincidieron con aquellas que se requerían en el país de origen. Esto implica
que no necesariamente los conocimientos adquiridos en el lugar de destino
pueden capitalizarse en el lugar de origen. Esta frustración la explicó
claramente Lorena (2013): “en México prefieren a los cocineros de escuela... no
saben ni cortar una Juliana pero tienen título y eso es suficiente para que les
den una oportunidad, y a uno ni la chanza de probar le dan”.
En
el caso de los mercados de trabajo en México, el capital institucionalizado si
mostró ser susceptible de transformarse en capital económico y social, ya que
los entrevistados reconocieron que las actividades, al menos en el sector de
alimentos y bebidas fueron ampliamente reconocidas para las personas que se
ubicaron durante su experiencia migratoria en este segmento del mercado de
trabajo en las grandes ciudades, refiriendo un sistema de asignación de puestos
y distribución de salarios, en razón de las habilidades mostradas y de los
títulos presentados.
Los
migrantes cuya experiencia migratoria se desarrolló en el sector manufacturero,
reconocieron que el salario en México fue cubierto en razón a las habilidades
presentadas en el trabajo, considerando que fue de suma importancia la
capacitación y el conocimiento técnico, aunque no tuvieran ninguna aplicación
en México los aprendizajes adquiridos durante su estancia en Estados Unidos.
Los entrevistados que se emplearon en el sector
manufacturero consideraron que en México
la industria es nula. Aunque esta aseveración, se realizó a partir de que la
única fábrica importante en la región era el ingenio de producción de azúcar de
Atencingo, donde los puestos laborales son asignados a partir de una estructura
sindical que permite a los empleados heredar sus puestos de trabajo a sus hijos
e hijas, excluyendo a cualquier otra persona como solicitante. Esta desconexión
entre los mercados de trabajo locales y los globales fue registrada por
D’Aubeterre y Rivermar (2014: 21-22), quienes en su estudio por cinco municipios del Estado
de Puebla, México, registraron a un ejército de desempleados que no fueron
capaces de insertarse en los mercados de trabajo locales a partir de la
experiencia laboral lograda en Estados Unidos. Rivera-Sánchez (2011: 312)
también señaló que: son las ciudades intermedias y grandes áreas metropolitanas
donde el sector manufacturero y de servicios ofreció mayor posibilidad de
insertarse al mercado laboral y no las localidades de origen, debido a la
desconexión entre los mercados de trabajo y las lógicas de inserción en los
mismos.
Por
otro lado, el segundo grupo estuvo formado por personas solteras, con una
experiencia migratoria mayor a los 10 años y que incluyó al menos dos viajes,
no existiendo una desconexión mayor a tres años con lo que sucedía en la
localidad de origen, lo que les facilitó actualizar los marcos de referencia e
interpretación que utilizaron al retorno. Sin embargo, al permanecer por
periodos breves en la localidad de origen, su proceso de separación del origen
fue incompleto, al mismo tiempo, su proceso de sincronización con el lugar de
destino no concluyó. Por lo tanto, la mayor parte de sus juicios e
interpretaciones utilizadas en el lugar de origen y destino se encontraban
permeados por valores, creencias y condicionantes sociales de ambos lugares.
Por
lo general, este grupo no participaba en ninguna de las actividades culturales,
religiosas o deportivas organizadas por los miembros de la localidad de origen
en el lugar de destino, debido a que en su mayoría hablaban inglés, como lo
afirmó Raymundo (2013): “mi hermano ya ni corre, ni juega basket, allá siempre
salía y después del partido íbamos por las chelas…aquí nada…ni a la iglesia”.
Los entrevistados refirieron haber establecido lazos de amistad con personas de
diferentes grupos raciales, principalmente afroamericanos, nicaragüenses,
salvadoreños, puertorriqueños y anglos. De este modo, sus actividades
recreativas y deportivas estaban ligadas por lo general a los del barrio en el
lugar de destino, como lo indicó Marcos (2014): “cómo extraño las fiestas de
Nueva York, no sólo las de los mexicanos, las de los nicaragüenses a veces eran
mejor, las chavas están bien buenas y se ponen bien buenas”.
En
el ámbito social, al momento del retorno, estos jóvenes manifestaron haber
tenido dificultades para integrarse a las actividades deportivas de la
localidad, tales como los torneos de basquetbol, volibol y el club de corredores,
como lo dio a conocer Lidia (2014): “yo la neta extraño las tardes con mis
amigas, allá jugaba voli con ellas en la playa en el verano o andábamos en
bicicleta, aquí ya nadie de las que conocía quedan”. Esto es debido a que sus
contemporáneos se encontraban en Estados Unidos y a que las personas que
participaban en estos clubes los señalaban como extraños. Sin embargo, después
de algún tiempo (en promedio un año), ya que probaron su constancia, son
igualmente admitidos y reconocidos en estas actividades, como lo indicó René
(2014): “ya este año, nuestro equipo llegó a la semifinal contra Chietla, yo
creo que el próximo si llegamos a la final, claro siempre y cuando el “figuras”
(refiere a otro miembro del equipo y que es retornado también), no se lastime
otra vez…”.
En el segundo grupo los
motivos del retorno son diversos, van desde problemas familiares hasta la
deportación, por ello no existe una razón común para su retorno. Su vuelta a
México puede ser voluntaria o involuntaria. Cuando el emparejamiento lo realizó
en el lugar de destino era poco formal y representaba mayor facilidad para
cambiar de residencia, por lo que a su retorno estas uniones se disolvieron,
por ello al volver a su origen se les consideraba como solteros. Finalmente, su
estrategia de inserción laboral al retorno fue a partir de las redes sociales
que poseen, tal y como ocurre en el lugar de destino.
El
tercer grupo lo conformaron jóvenes, emparejados y no necesariamente casados,
algunos aún solteros con hijos, sin experiencia laboral en México y con un sólo
viaje; eran retornados, cuya experiencia migratoria superaba a los 15 años.
Refirieron no haber encontrado al retorno, “lo que esperaban” o “lo que habían
dejado”. En este caso, las diferencias fueron apreciables, reconocieron que la
localidad de origen tenía una mejor infraestructura: “se aprecia la calidad de
vida familiar, otorgan parques y jardines e incluso propugnan por una mejor
administración de los recursos públicos” (Octavio, 2014). Este grupo manifestó
que al retorno, la soledad se hizo manifiesta después de buscar establecer
relaciones con los contemporáneos que ya no se encontraban.
En
este grupo, la formación de uniones de pareja se prolongó, a diferencia de los
contemporáneos dejados en la localidad de origen, al igual que en el primer
grupo. Sin embargo, debido al largo periodo que duró la experiencia migratoria,
en este grupo se encontraron personas que establecieron una pareja con oriundos
de la localidad de origen a partir de interrelacionarse con ellos en el lugar
de destino; así como personas que se emparejaron con personas de diferentes
nacionalidades y grupos raciales, así como la experiencia que contó Ernesto (2013): “mi
hermano se casó con una nicaragüense, lo que sea de cada quien esas mujeres
están bien buenas y yo casi me quedo con una salvadoreña; mi hijo se vino
conmigo, pero ni se le nota que es de origen salvadoreño”. Asimismo, algunos de
los entrevistados de este grupo refirieron que establecieron diversas uniones
consensuales durante la experiencia migratoria (Ernesto, Melitón, Samantha,
Rosa, Elia, Carmen y Martín, 2014), las cuales fueron formalizadas con la
propuesta del retorno, sobre todo en la presencia de hijos menores, por lo
general entre los cero y los seis años de edad. En este caso, la formación de
los hogares al momento del retorno pasó de ser nucleares o monoparentales a ser
nuevamente extensos, ya que el retorno no supuso sólo al hijo que se fue, sino
a su pareja y a su descendencia. Esta condición implicó el establecimiento de
nuevas interrelaciones, entre personas que nunca se habían conocido; sabían de
la existencia de unos y otros, pero por primera vez en el retorno la
convivencia diaria les permitió establecer relaciones directas. Dicha condición
implicó un cambio en la dinámica familiar y cuestionamiento sobre las
interpretaciones que dan sentido al mundo de vida en la localidad de origen,
sobre todo en relación a las actividades propias del género y el ejercicio del
poder al interior de la familia.
El
tercer grupo también dio a conocer la misma discriminación para la obtención de
un trabajo que el segundo grupo; sin embargo, la movilización de hijos y
pareja planteó la imposibilidad
inmediata de nuevamente viajar en busca de un mejor empleo en Estados Unidos.
Este fue el caso de Sandro (2013), quien afirmó que: “la neta si estuvo bien
perro ese año, tal vez el próximo con lo de la zafra si me vaya otra vez…pero
el problema es que ahora está bien caro irse sin papeles”. Esta propensión a
formar una familia y hacer el traslado de un núcleo a México, también implicó
una planeación financiera más eficiente; los entrevistados refirieron haber
ahorrado un capital económico considerable, a fin de establecer un negocio o
invertir en el sector agropecuario de la localidad. En todos los casos, los
integrantes del grupo manifestaron haber obtenido ayuda para el inicio de estos
emprendimientos individuales de familiares, ya sean padres, abuelos, hermanos
mayores o suegros y cuñados. Esta ayuda la evidenció Octavio (2014): “lo malo
del negocio es que da bien sólo en tiempo de zafra, ves…mi suegra vende las
tortas y con eso nos ayuda para la renta del local y a manejar el negocio;
nosotros pusimos este negocio de mariscos, pero aunque hay calor y vendemos
chelas no siempre hay lana, hay días en que no hay venta”, lo que permite
afirmar que el mantenimiento de las relaciones familiares a distancia y el
capital social creado en el origen y mantenido en la distancia fue explotado al
momento del retorno. Este contacto fue un elemento importante para el arraigo
de los migrantes de retorno a su comunidad.
También
en este grupo se identificaron personas que contaban con 9 a 12 años de
educación formal en México, y que durante su experiencia migratoria asistieron
a una escuela comunitaria para aprender inglés. Su educación y dominio del
idioma les facilitó obtener empleos bien remunerados y contar con redes
sociales, a partir de la familia en segundo o tercer grado, dejada atrás en la
migración, en el lugar de destino. Muchos de ellos mantuvieron sus lazos con la
comunidad religiosa y deportiva, lo que les aseguró el mantenimiento de su
presencia en la comunidad de origen. El envío de remesas a familiares y para
actividades comunitarias, facilitaron a los migrantes el establecimiento de sus
negocios y el éxito de los mismos, al momento del retorno. Esta relación los
mantuvieron activos y vigentes en las redes de la localidad.
Este
grupo manifestó haber encontrado utilidad a las habilidades y capacidades
desarrolladas durante la experiencia migratoria. Afirmaron, que los
emprendimientos que realizaron, tuvieron sentido y fueron exitosos, debido a la
experiencia adquirida en el ramo durante la migración. Este grupo de personas
reconoció que no se encontraban por encima de todos, pero habían logrado
mejorar su situación económica y posición social a partir de la migración. Fue
el caso de Octavio (2014) quien aseveró: “yo estudié mecánica, porque pensé que
me iba a quedar en el ingenio, pero me dio la cosquilla y me fui…creo que me fue
mejor que otros que estudiaron y como allá siempre trabajé en restaurante, eso
me ayuda”.
En
particular, refirieron administrar mejor sus recursos económicos y maximizar
los beneficios de ellos a partir de su experiencia migratoria; nuevamente
Octavio (2014), relató su experiencia: “yo creo que si no has trabajado antes
en el negocio, no sabes ni en que te metes…”. La migración les permitió
acumular capital incorporado, que es explotado a partir de emprendimientos
individuales que facilitan su reconocimiento social y la participación en
partidos políticos. Además, a partir de la socialización de una imagen de
migración exitosa, fortalecen su capital social en el lugar de destino. Aunado
a ello, estas personas mantenían una constante vinculación e intercambio con
sus contemporáneos que se encontraban en diversos lugares de destino en Estados
Unidos, lo que les permitió asegurar el financiamiento para proyectos de mejora
continua de la infraestructura de la localidad. Papail (2002), estudió la
inversión que realizaron los migrantes al finalizar su ciclo migratorio en los
Estados Unidos. Desde su punto de vista, la importancia de las remesas es que
permiten potencializar inversiones productivas, que a lo largo del tiempo
facilitan que estas personas, esencialmente asalariados, puedan convertirse en
microempresarios, sobre todo en el área centro-occidente de México. Esta
tendencia en el análisis del retorno fue recogida por Navarro-Ochoa (2003),
quien en Michoacán, a partir de la historia de vida de seis migrantes
retornados, analizó su inserción en el ámbito comercial con base en el
desarrollo de actividades en el sector primario y secundario, que le llevaron a
concluir que los retornados pueden ser un elemento que facilita la
modernización y reactivación de las economías locales.
Es
importante señalar que a pesar de que los emprendimientos realizados por los
migrantes de este grupo fueron exitosos, no descartan la posibilidad de
realizar un nuevo viaje al lugar de destino, que les ayude a solventar los
gastos de la vida cotidiana en las temporadas donde no hay zafra o enfrentan
crisis económicas.
Entre
los entrevistados fue identificado un cuarto grupo, formado por personas que
iniciaron su trayectoria migratoria entre los 15 y 33 años, después de haber
establecido una unión consensual o un matrimonio, por lo que migraron con su
pareja y retornaron en la fase de expansión familiar, es decir, al momento en
el que los hijos eran menores de 16 años, y las mujeres se encontraban en su
periodo fértil.
En
este grupo el principal motivo para retornar es la reunificación familiar y
otorgar cuidados a padres o abuelos enfermos, además de resolver problemas
patrimoniales producto del deceso de familiares o por convertirse en víctimas
de diversos delitos. A pesar de tener una alta expectativa del reconocimiento
al trabajo desarrollado en el lugar de destino, enfrentaron el problema de no
poder integrarse al mercado de trabajo en México. Es de resaltar el papel de
las mujeres que trabajaban en el lugar de destino y a su retorno no pudieron
mantener su autonomía económica, debido a que socialmente quedan nuevamente
sujetas al marido y no pueden continuar con su trayectoria laboral. Los varones
se integran al trabajo agrícola principalmente en el cultivo de la caña de
azúcar y sorgo, debido a que heredan bienes inmuebles destinados a la
producción de estos cultivos. Además, en este grupo se tiene una alta
expectativa del esparcimiento y de la integración a las actividades culturales
y religiosas a su retorno, sin embargo, es en el ámbito religioso donde toman
un papel activo y relevante en la planeación y organización de los eventos
comunitarios.
En
este grupo se encontró que las mujeres, a pesar de tener autonomía laboral y
económica de destino, al momento del retorno perdieron su independencia y quedaron
nuevamente sujetas al marido, aún cuando desarrollaban una trayectoria laboral
en México, como lo indicó Clara (2014): “aquí trabajo con mi suegra, vendo con
ella…pero aquí ni para tomarse una chela, las mujeres que van a las barras aquí
se ven mal… y ni para donde ir, a lo mejor a Izúcar, pero con los chamacos y la
gente ni cómo hacerle”. En el retorno, las mujeres compartieron actividades
agropecuarias con sus parejas y tomaron un papel activo en la planeación y
organización de diversos eventos culturales y religiosos de la localidad, esto
lo mencionó Carla (2013): “aquí llegué a la caña…muchas veces, cuando mis hijos
estaban niños, todos nos teníamos que ir a limpiar la caña, pues de ahí
comíamos todos”. Aunque esto no significa que obtengan un empoderamiento
similar al que obtienen en el lugar de destino.
En
este cuarto grupo resaltó la experiencia de dos mujeres, Carla y Clara (2013),
quienes gracias a su participación en las redes dedicadas a la organización de
eventos religiosos en las localidades de destino, lograron adquirir
conocimientos que aplicarían durante el retorno al organizar eventos de este
tipo en su localidad de origen.
Por
otra parte, para Pedro y Ricardo (2013), el ingresar al mercado laboral a su
retorno no implicó el aprovechamiento del capital incorporado durante la
experiencia migratoria, pero reconocieron haber utilizado algunos de los
conocimientos adquiridos durante la migración, en proyectos particulares de
construcción y de trabajo agrícola. Si bien, los conocimientos adquiridos en el
destino no fueron aprovechados en su totalidad, si fueron útiles una vez que
retornaron a su comunidad de origen.
En el cuarto grupo, las personas
entrevistadas también manifestaron tener más de tres años en su lugar de origen
tras su retorno, por lo que durante este tiempo lograron una mayor adaptación
al mismo y pudieron identificar con claridad las ventajas de su regreso,
percibiendo que no es necesario regresar al lugar de destino para tener una
calidad de vida que les permitiese “tener lo que necesitan” en la localidad de
origen. Una vez establecido en su lugar de origen, la capacidad que tuvieron
los migrantes de retorno para resolver las problemáticas que se les
presentaron, determinó su permanencia en el sitio, evitando un nuevo proceso
migratorio.
Al
comparar las entrevistas por grupos, se identificó que en los individuos del cuarto
grupo, el proceso de interpretación y búsqueda de sentido fue más complejo y
difícil para adaptarse en el lugar de origen a su retorno, debido al mayor
tiempo de permanencia en el lugar de destino, por lo que existió una mayor desincronización del
migrante con el lugar de origen. Su visión sobre su localidad de origen se vio
afectada por valores, creencias y percepciones válidas en el lugar de destino, cuyo
choque provocó conflicto y una consecuente problematización individual, que en
los casos en que fue resuelta, facilitó su decisión de permanecer en el lugar
de origen una vez que retornó. Otro de los elementos que facilitaron su
permanencia en el lugar de origen cuando retornaron, o en el retorno a la
ciudad de destino, fue la fase del ciclo de vida individual en el que se
encontraban los sujetos, ya que en el caso del cuarto grupo, una vez que se
habían movilizado a la pareja y a los hijos de vuelta a su lugar de origen,
resultó más complejo y difícil optar por regresar nuevamente a Estados Unidos.
Por
otro lado, es evidente que los migrantes retornados entrevistados,
establecieron una distinción entre valores, creencias y deberes que les eran
indispensables en el mundo de la vida en la comunidad de origen, y aquellos que
eran importantes en el lugar de destino. Pero, es conveniente señalar que más
que asociarlos a la trayectoria migratoria, los consideraron como un proceso
que los llevó a “madurar o sentar cabeza”. La distinción entre los mundos de la
vida en el origen y el destino en el sentido individual fue claramente
aplicable y permitió encontrar cuáles fueron las orientaciones que permitieron
a los individuos interpretar sus acciones y darle sentido a la vida cotidiana.
Sin embargo, resulta importante señalar que la falta de sincronización entre
estos mundos de la vida, generaron un cambio en la conciencia colectiva
respecto de determinadas situaciones, por ejemplo la participación política.
En
otro orden de ideas, el capital social adquirido durante la experiencia
migratoria influyó directamente en los procesos de readaptación y
sincronización de los retornados en el cuarto grupo. Se encontró en los cuatro
grupos de entrevistados, que a pesar de tener conocimientos y habilidades, al
no contar con diplomas que los avalaron, tuvieron dificultades para incorporarse
al mercado laboral. En el caso de los emprendimientos individuales para los
migrantes del cuarto grupo, la suma del capital social y las redes sociales
previas y durante la experiencia migratoria, resultaron ser esenciales para el
éxito o fracaso de dichas empresas. Los entrevistados del tercer y cuarto grupo
señalaron que en México fue sumamente complejo y difícil mantener a flote a una
pequeña o micro empresa, por ello sus conocimientos y redes sociales fueron muy
importantes para su éxito como empresarios. Este punto coincidió con lo
registrado por D’Aubeterre y Rivermar (2014: 22) quien señaló: éstos proyectos
autónomos son una de las salidas, sin embargo, el mantenimiento a largo plazo
de estas empresas es uno de los mayores retos a los que se enfrentan. Por otra
parte, un factor importante, para sostener y ampliar las redes de los
migrantes, además de mantener una relación con familia y amigos en el lugar de
origen, es aprender inglés. Los migrantes del cuarto grupo que durante la
experiencia migratoria lograron aprender a hablar y escribir inglés
consiguieron incrementar su capital cultural y social, y aunado a que las redes
en las que se insertaron durante la experiencia migratoria eran más amplias,
les facilitó mantener la puerta abierta para regresar a un trabajo en el lugar
de destino. Las personas que lograron mantener las redes sociales que tenían en
la localidad de origen, lograron reintegrarse con mayor facilidad a la sociedad de la localidad de origen.
La
sincronización de los diferentes mundos de la vida fue un proceso más largo y
difícil para los migrantes del cuarto grupo que retornaron, después de una
estancia más prolongada en el destino. Mientras que para aquellos que se
mantuvieron en el destino por periodos cortos, resultó ser un proceso de
adaptación y sincronización con el lugar de origen de mayor facilidad. Pero
debe reconocerse que el apoyo familiar recibido fue muy importante en su
adaptación. En todos los casos, el capital social adquirido antes de la
migración resultó ser fundamental en el proceso de retorno. La pertenencia a
cierto grupo social o red familiar facilitó o canalizó de forma importante, las tensiones que en
el individuo causó la sincronización de los diferentes mundos de la vida y el adaptarse a su
regreso.
Para
los migrantes de retorno que pasaron periodos menores a tres años en el lugar
de destino el regreso a su comunidad de origen fue más sencillo, ya que resultó
más fácil el proceso de adaptación y sincronización, debido a que mantuvieron
las redes y el capital social adquirido en ambos lugares en un equilibrio. Esto
se confirmó con el grupo de jóvenes solteros, quienes iniciaron su trayectoria migratoria a
temprana edad y se mantuvieron en viajes continuos. La circularidad en su
migración les facilitó el proceso de sincronización a partir del mantenimiento
de relaciones sociales en la distancia, ya fuera a partir de la organización y
participación de los eventos culturales y religiosos de los oriundos de la
misma comunidad de origen en el destino, o a partir de relaciones familiares.
Por lo tanto, si bien es cierto que ya se ha descrito en la literatura científica
sobre la importancia del capital social en el retorno, un elemento sobre el
cual se pudo indagar en este trabajo, con mayor profundidad, es el proceso de
sincronización del mundo de la vida de los migrantes en el retorno, que es un
elemento esencial en la materialización de su capital social y de sostenimiento
de sus redes.
CONCLUSIONES
Una de las principales regularidades de los migrantes de
retorno fue la relación entre la permanencia en el lugar de destino y la
desincronización del migrante con su lugar de origen, por lo que sus valores,
creencias y percepciones válidas en el lugar de origen chocaron con los del
lugar de destino, formando una nueva escala de valores en el inmigrante. Esta
nueva escala generó que al volver a su lugar de origen el migrante retornado
tuviese que volver a pasar un proceso de readaptación y actualización de sus
valores con los de la localidad de origen. La siguiente regularidad fue que las
posibilidades de permanecer en el lugar de origen, después del retorno,
estuvieron relacionadas con el proceso de adaptación de las experiencias
vividas en el extranjero y las condiciones en el lugar de origen, es decir en
la medida que sus experiencias pudieron ser útiles a su vida en el lugar de
origen, fue más fácil su readaptación al volver a su país. En tercer lugar, el
establecerse en el lugar de origen, después de una experiencia migratoria,
estuvo relacionado con su incorporación al mercado laboral local, al
emprendimiento de una empresa, al restablecimiento de sus redes sociales, al
aprovechamiento de los conocimientos adquiridos en el extranjero y al
establecimiento de una familia propia o el restablecimiento de lazos afectivos
con esposa o esposo y con sus hijos y/o hijas. Finalmente, es importante
considerar que una razón de peso para retornar y permanecer en el lugar de
origen fue enfrentar un problema familiar que generó en los migrantes de
retorno una responsabilidad ineludible que los obligó a quedarse en el lugar de
origen. Por ello, su adaptación estuvo caracterizada por esta obligación.
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