Paradigmas en Psicología Clínica: Perspectiva intrapsíquica e interpersonal de modelos de intervención psicológica apoyado en la evidencia
Paradigms in clinical psychology: Intrapsychic
and interpersonal perspective of evidence-based psychological intervention
models
Dacia Yurima Camacho-Mata1*, Luz Adriana Orozco-Ramírez1,
José Luis Ybarra-Sagarduy1 y
Lidia Guadalupe Compeán-Ortiz2
Autor para correspondencia: psicdaciaq@gmail.com/
Fecha de recepción: 7
de mayo de 2014 / Fecha de aceptación: 23 de marzo de 2015
1Universidad Autónoma de Tamaulipas. Unidad Académica de Trabajo Social y
Ciencias para el Desarrollo Humano, Centro Universitario Adolfo López Mateos,
Ciudad Victoria, Tamaulipas, México, C.P. 87000. 2Universidad
Autónoma de Tamaulipas. Facultad de Enfermería campus Tampico, Centro
Universitario Tampico-Madero, Tampico, Tamaulipas, México. C.P. 89140.
RESUMEN
La psicoterapia está
ampliamente influenciada por los conceptos teóricos de la psicología, tanto de
corte individualista, que consideran la personalidad como un atributo del
individuo (paradigma intrapsíquico), como de corte interpersonal (paradigma
interpersonal), que consideran el efecto socioambiental en la personalidad. El
objetivo del presente trabajo fue establecer las convergencias y divergencias
de los aspectos teóricos y prácticos de los modelos terapéuticos: cognitivo
conductual (paradigma intrapsíquico) y sistémico e interpersonal (la terapia
sistémica y la terapia interpersonal). Estos paradigmas, lejos de oponerse,
pueden compartir sus aportaciones y tener un beneficio en el ejercicio práctico.
Por tal motivo, ahondar en las raíces de cada modelo para encontrar
coincidencias a nivel epistemológico, permite la integración coherente y
lógica de las teorías y técnicas de los diversos modelos, y así conformar un
nuevo paradigma terapéutico, que potencialice los beneficios de la psicoterapia
en favor de los pacientes.
PALABRAS CLAVE: Intrapsíquico,
intrapersonal, terapia cognitivo conductual, terapia sistémica, terapia
interpersonal.
ABSTRACT
Psychotherapy is largely influenced by the theoretical
concepts of psychology such as individualistic court which
considers the personality as an attribute of the court which considers
the social and environmental effect on the personality. The
objective of this work to review the convergence and divergence of the
theoretical and practical aspects of the cognitive behavioral model
(intrapsychic paradigm) and the interpersonal and systemic models. These
paradigms, far from being opposed, can share their contributions and have
benefits in the practical exercise. For this reason, looking at the roots of
each model to find coincidences at the epistemological level, allows the
coherent and logical integration of both: theories and techniques, conforming a
new therapeutic paradigm that enhances the psychotherapy benefits for patients.
KEYWORDS: Intrapsychic,
intrapersonal, cognitive behavioral therapy, systemic therapy, interpersonal
therapy.
INTRODUCCIÓN
En sus inicios, la psicoterapia se basó en los
desarrollos teóricos aportados por la psicología de corte individualista, la
cual considera la personalidad como un atributo del individuo (Brarda, 2007).
Destacan las aportaciones teóricas de Sigmund Freud a la comprensión de los
síntomas psicopatológicos, quien, en su intento por entender los fenómenos
intrapsíquicos, desarrolló la teoría psicoanalítica, de la cual, sólo interesa
mencionar su gran legado en el desarrollo de las distintas formas de psicoterapia.
Aunque Freud centraba su interés en los aspectos
inconscientes en el trabajo con sus pacientes, nunca ignoró la importancia de
los factores externos en el desarrollo del carácter (Ruiz, 2009); sin embargo,
estos no tomaron relevancia sino hasta mediados del siglo XIX, cuando se empezó
a considerar la influencia de lo socioambiental en la etiopatogénesis y
evolución de los trastornos mentales (Fernández y Sánchez, 2003).
Estas diferencias en la manera de comprender la
etiología y evolución de los trastornos mentales, dieron lugar al desarrollo de
los paradigmas intrapsíquico e interpersonal.
Un paradigma constituye un modelo o patrón aceptado
por una comunidad, es decir, un conjunto de creencias, valores, técnicas y
modos de comprender la realidad (González, 2005). Esta realidad es considerada
por el paradigma intrapsíquico como un atributo interno, por tanto, busca las
causas en variables intrínsecas como esquemas cognitivos, para comprender la
manera cómo la persona se relaciona con su entorno, mientras que en lo
interpersonal se pone énfasis en la causación externa de la conducta que, por
tanto, vendría explicada por variables situacionales, llámense estímulo,
situaciones o contexto social, siendo estas las que determinan la conducta
humana (Robertson y col., 2008).
Dentro del campo conceptual de dichos paradigmas, se
han desarrollado gran parte de los modelos teóricos que actualmente constituyen
la base de las prácticas de evaluación e intervención de los profesionales en
la psicología clínica.
En el presente trabajo se compara el modelo
intrapsíquico con el interpersonal, contrastando la terapia cognitivo
conductual (TCC) de corte intrapsíquico con dos terapias de corte
interpersonal, como son la terapia familiar sistémica (TFS) y la terapia
interpersonal (TI), ejemplificando los paradigmas, y presentándose las
características generales de intervención en el trastorno depresivo. Para ello,
se revisaron trabajos como el de Beck y Ellis, quienes son pioneros en la
terapia cognitivo-conductual; también el trabajo de Sullivan o Meyer,
fundadores de la terapia interpersonal; y el trabajo de Bateson quien fundó las
bases de la terapia familiar sistémica. El análisis incluye las aportaciones de
otros autores, como es el caso de Elia Roca, Alfredo Whaley y Cibanal, quienes
han estudiado y aplicado los fundamentos de estas teorías desde sus respectivas
áreas de intervención. Estas terapias han demostrado eficacia en el abordaje de
los diferentes trastornos psicológicos (Echeburúa, y col., 2010; Fullana, y
col., 2012) y pueden compartir sus bondades para lograr un beneficio conjunto
en el ejercicio práctico.
De lo intrapsíquico a lo interpersonal
La terapia cognitivo-conductual, al igual que otras
formas de psicoterapia, se inspiró en las formulaciones teóricas de
psicoanalistas como Lungwitz, Freud y Horney (Ruiz y Cano, 2009; Korman, 2011).
Se considera, en forma general, que en el tratamiento de los trastornos
mentales, conviene identificar y modificar las estructuras nucleares de la
personalidad (Beck, y col., 2005), sin embargo, es importante considerar que
existen diferencias en la visión de la naturaleza de dichas estructuras, ya que
para el psicoanálisis son inconscientes y para el modelo cognitivo-conductual
son en gran medida conscientes (Vázquez, 2003).
La
terapia cognitiva propiamente dicha surge en los años 60, sus principales
fundadores son Aaron Beck, padre de la Terapia Cognitiva y Albert Ellis,
creador de la Terapia Racional Emotiva. Ambos se iniciaron como psicoanalistas
pero tenían especial interés por desarrollar una forma de psicoterapia más
breve y efectiva utilizando técnicas de evaluación (Korman, 2013). Sus dos modelos
de intervención terapéutica destacan la influencia del pensamiento sobre las
emociones (Rivadeneira, 2013).
En la obra “Terapia cognitiva de la depresión” (Beck y
col., 1979), se dan a conocer distintas técnicas de abordaje terapéutico para
la depresión, mismas que posteriormente Beck, a través de su trabajo en
psicoterapia, trasladaría a los trastornos de ansiedad. Uno de los grandes
aportes de este enfoque fue identificar las distorsiones cognitivas, tales como
la generalización excesiva, el pensamiento todo o nada, la minimización y
magnificación, que pueden generar emociones, conductas y consecuencias negativas
(Cabezas y Lega, 2006).
Ellis, por su parte, se interesó en la búsqueda de
métodos más activos dentro de la teoría del aprendizaje y las técnicas de
condicionamiento, lo que lo llevaron a desarrollar, en 1955, un enfoque
racional-emotivo de la psicoterapia y a publicar el modelo A-B-C del
funcionamiento psicológico, donde expone que los trastornos emocionales derivan
de pensamientos irracionales (Ruiz y Cano, 2009).
Por otro lado, la teoría interpersonal surge en los
últimos años, como una alternativa a las teorías psicológicas existentes, para
equilibrar la importancia otorgada a los fenómenos intrapsíquicos (Whaley,
2006). El máximo representante de esta teoría es Harry S. Sullivan, quien
plantea que el “sí mismo” de una persona está constituido por las experiencias
de aprobación y desaprobación de otras personas significativas (Valderrama,
2001), por tanto, el comportamiento anómalo del individuo es el resultado de
las experiencias basadas en relaciones interpersonales entre los pacientes y
sus personas más cercanas (Sloan y col., 2009). Otros autores como Meyer
(1958), apoyaron esta teoría al considerar los trastornos mentales como un
intento fallido de adaptarse al ambiente, destacando la relación entre factores
biológicos y psicosociales con la psicopatología.
A raíz del surgimiento del paradigma interpersonal,
fundamentado en las teorías interpersonales de Sullivan, Meyer y otros
autores como Fromm, surgen nuevas formas de tratamiento psicoterapéutico,
entre ellas, la Terapia Familiar Sistémica en la década de los años 50
(Cibanal, 2006), y la Terapia Interpersonal a finales de los años 60 (Ignacio y
col., 2007). Esta última, fundada por Klerman y col. (1984), como una forma
focalizada de terapia a corto plazo para el tratamiento de los trastornos
depresivos, donde se toman en cuenta, además de factores genéticos, bioquímicos
y de personalidad, la incapacidad del individuo para solucionar los problemas interpersonales.
La terapia familiar sistémica, por su parte, se apoya
además en los planteamientos originales de Bateson (1972), quien tras
considerar la mente como un conjunto de pautas de organización y
autorregulación de cualquier sistema, advirtió que no era posible seguir
considerando ésta como un proceso inherente al individuo, sino como un proceso
social (Bateson, 1972); asimismo, aplica los conceptos de tres teorías
principales: la teoría general de sistemas de Von-Bertalanffy (1975), la teoría
de la comunicación de Watzlawick (1980), y la cibernética de (Von-Foerster,
1990); (Shade y col., 2009).
Es por eso, que en los modelos con enfoque
interpersonal, el foco de atención ya no es el individuo, sino las
características de la organización del sistema al que pertenece. El tratamiento
se lleva a cabo dentro de los sistemas relacionales, donde a menudo no es
necesario entender de dónde viene un problema como la depresión, sino entender
qué está impidiendo que el problema sea resuelto (Stratton, 2011). Esto
significa trabajar con todos los miembros de la familia, sin importar si acuden
todos a sesión o sólo alguno de ellos (Cibanal, 2006). De esta manera, las
otras personas en la familia o grupo con relaciones estrechas, son un gran
recurso para generar el cambio y para mantener los beneficios terapéuticos
(Stratton, 2011).
Convergencias y divergencias entre los paradigmas
intrapsíquico e interpersonal
En este apartado se revisan los supuestos teóricos de
los modelos que emergen de un paradigma intrapsíquico: Terapia Cognitivo
Conductual (TCC), y de un paradigma interpersonal: Terapia Interpersonal (TI),
y Terapia Familiar Sistémica (TFS), con el fin de encontrar un espacio de
convergencia entre ambos, más allá de que sus bases teóricas sean diferentes.
La TCC menciona que son los procesos cognitivos del
paciente los que propician los problemas psicológicos, es decir, las
interpretaciones erróneas del pensamiento originan emociones negativas y formas
desadaptativas de conducta (Roca, 2012). Al hablar de procesos cognitivos en
TCC, Beck se refiere a pensamientos específicos, tales como una interpretación
(“está enojado conmigo”), una auto instrucción (“tengo que estudiar”), una
autocrítica (“todo me salió mal”) o incluso un deseo con contenido verbal
(“quiero aprobar el examen”) (Beck, 1963).
Se
puede comparar la cognición con un iceberg, en el cual, se observa una parte
superficial en la punta y una parte profunda que no se aprecia a simple vista,
en el nivel superficial se sitúan los pensamientos
automáticos, que son de fácil acceso a la conciencia y relativamente estables,
ya que pueden evocarse ante una situación determinada e inmediatamente después
desaparecen, simplemente son destellos de ideas o imágenes (Vázquez, 2003). Si
se supone que en estos momentos se encuentra una persona esperando a otra y
ésta demora en llegar, probablemente se piense que algo malo le pasó durante el
camino, incluso se viene a la mente la imagen del accidente o en el mejor de
los casos puede pensar que se demoró por el tráfico. Estos pensamientos
automáticos aparecen constantemente en la vida diaria y conducen a las personas
a sentir y actuar de una u otra manera, es decir, si piensan “algo malo le pasó
durante el camino” probablemente se sentirán preocupados y tratarán de
localizar a esta persona; por el contrario, si el pensamiento es “se demoró por
el tráfico”, quizá estarán más tranquilos.
Lo interesante es preguntarse lo que hay detrás de estos pensamientos
automáticos; ya que la respuesta nos lleva hasta el nivel más profundo del
iceberg, es decir, a creencias, las cuales se forman desde etapas tempranas del
desarrollo y se mantienen durante toda la vida. Las creencias son los conceptos
que las personas tienen de sí mismas, del mundo y del futuro; determinan los
procesos cognitivos y generalmente están relacionadas con temas como autonomía,
valía personal, relaciones interpersonales, límites y normas (Vázquez, 2003).
Existen creencias profundas que las personas consideran como verdades
absolutas, las adoptan incluso sin antes haberlas pasado por un filtro de
selección, son rígidas en cuanto que no se cuestionan y determinan la forma en
que las personas interpretan la realidad.Estas
creencias se denominan nucleares, ya que son
la base o núcleo sobre la que se apoyan las cogniciones. Su importancia radica
en que si la creencia es errónea o se encuentra distorsionada, también el
pensamiento generado a partir de ella lo estará y por lo tanto se llevarán a
cabo pautas de conductas desadaptativas. En resumen,
la TCC considera que las emociones y las conductas son el resultado de la
manera de pensar y de interpretar las situaciones que se presentan (Bunge y
col., 2008).
La TI por su parte, supone que los problemas en las relaciones
interpersonales son un factor importante en el origen de la problemática del
paciente, y lo traslada especialmente a pacientes deprimidos (Fernández y
Rodríguez, 2011). De igual manera, el enfoque sistémico explica la patología,
no como un conflicto individual, sino como resultado de una relación
patológica, donde el síntoma, presente en un miembro de la familia, cumple la
función de mantener el equilibrio de ésta y es considerado la expresión de todo
el sistema familiar disfuncional (Cibanal, 2006).
De esta manera, ya no se habla de un equilibrio intrapsíquico,
sino más bien del equilibrio de un sistema, el cual, remite a un conjunto de
elementos que interaccionan entre sí y con su ambiente, llámese familia, amigos
o comunidad, y los cuales persiguen un objetivo en común (Cavani,
2010). Por tanto, no existe un conflicto individual sino un conflicto
interpersonal, donde la causa de la patología gira en entorno a un sistema y a
la manera en que sus miembros se comunican.
Véase entonces que mientras
en el paradigma intrapsíquico (TCC), la causa del
problema se centra en procesos internos del individuo, es decir en la
cognición, en el paradigma interpersonal (TI y TFS) la causa del problema se sitúa en el exterior, en las relaciones
interpersonales/familiares (Stratton, 2011).
La manera de comprender o entender la etiología del trastorno, lleva a
suponer que ambos paradigmas intentan resolver el conflicto de manera opuesta,
por un lado, el paradigma intrapsíquico lo hace
generando cambios en el individuo, tal como lo señala el objetivo de la TCC;
hacer menos rígidas las formas patológicas en que se procesa la información
(Bunge y col., 2008), es decir, esta terapia busca resolver el conflicto
generando cambios en la manera de pensar, sentir y actuar del paciente (Cibanal, 2006).
Caso contrario, se podría decir, a lo que se observa en el paradigma
interpersonal, el cual, aparentemente no buscar resolver el conflicto desde el
individuo, sino a partir de generar cambios en la organización de todo un
sistema.
En la TI el objetivo es resolver las frustraciones, ansiedades y deseos,
dentro del contexto interpersonal, para lograr un cambio por medio del entendimiento
y aceptación de las circunstancias actuales de la vida de los pacientes (Whaley, 2006), semejante a lo que ocurre en la TFS, donde
lo que se pretende es modificar el equilibrio de la relación patogénica entre
los miembros de la familia para establecer nuevas formas de relación (Stratton, 2011).
Si se observa bien, lo que plantea la terapia interpersonal como objetivo,
es un cambio por medio del entendimiento, y al hablar de entendimiento no hace
mención a otra cosa que no sean las cogniciones del paciente. Esto lleva a
pensar que forzosamente se tengan que evaluar las cogniciones y, de manera
directa o indirecta, intervenir en ellas. Tal vez no sea su intención
modificarlas por sí mismas, sino en relación a los vínculos interpersonales, los
cuales se consideran la causa de la problemática (Fernández y Rodríguez, 2011).
Un planteamiento práctico podría ser el caso en que a una pareja le es muy
difícil superar el término de una relación amorosa y piensa que si la otra
persona se aleja de ella es porque “no es lo suficientemente valiosa para
retener a su pareja a su lado”. Sin embargo, en su intento por conservar la
relación, realiza conductas que se vuelven un tanto molestas y desagradables
para su pareja, provocando que se aleje más de ella, creándose entonces un
círculo vicioso que debe romperse desde algún punto en específico. Es ahí donde
la fundamentación teórica adquiere importancia para solucionar el problema de
esta mujer, ya que se aborda en forma diferente si se usa el modelo intrapsíquico (TCC) o el modelo interpersonal (TFS). El
primero intentaría resolver el conflicto generando cambios en el pensamiento de
la persona. A través de una terapia cognitivo conductual se lograría hacer
menos rígida y absoluta su manera de pensar y, por consiguiente, de sentir y
actuar. Por ejemplo, en lugar de pensar que no es lo suficientemente valiosa
para retener a su pareja puede considerar que ha tenido relaciones
relativamente estables y que la responsabilidad del fracaso o del éxito es de
ambos.
El segundo modelo
intervendría directamente en la relación, rompiendo con esa interacción
patológica desde la conducta que la causa: el hecho que la persona le hable a
su pareja sentimental numerosas veces al día y la cele por todo. Para romper
con esta interacción existen dos maneras, dejando de hacer lo mismo o haciendo
lo contrario. Al generar un cambio en el sistema se modificaría la conducta de
su pareja y esto evitaría que la persona pensara que su pareja ya
no la quiere.
Ahora bien, al paradigma intrapsíquico se le
atribuye una causalidad lineal donde una conducta “a” afecta a “b”, que a su
vez genera “c”. En este contexto, el modelo cognitivo conductual plantea que la
evaluación cognitiva del significado de la información del ambiente determina
los emociones y conductas del sujeto, por tanto, una evaluación cognitiva
distorsionada (a), desencadena comportamientos (b) y emociones disfuncionales
(c) (Roca, 2012), desarrollando una conducta patológica (Figura 1).
El paradigma interpersonal, por su parte, pone énfasis en la causalidad
circular en vez de la tradicional causalidad lineal (Cibanal,
2006; Whaley, 2006), de esta manera, en la TI y la
TFS se observa un intercambio circular de información entre los integrantes de
un sistema donde una conducta “a” afecta a “b”, que a su vez afecta a “c”, que
produce “d” y que lleva nuevamente a “a” (Cibanal,
2006). En estos patrones de circularidad no existe un principio ni un final
claro, es decir, se forma una especie de
círculo vicioso en donde la persona se ve afectada por las consecuencias de
estas relaciones interpersonales patológicas sin ser consciente de su
responsabilidad (Whaley, 2006), por tanto, tiende a
repetir el mismo patrón desadaptado de conducta (Figura 2).
Ante el ejemplo de la paciente que llama a su marido reiteradas veces para
asegurarse que está en el trabajo, su comportamiento propicia que su marido se
enoje con ella, lo cual, a su vez genera que la paciente se angustie aún más,
tenga pensamientos erróneos generados por su inseguridad y, por tanto, termine
llamando a su marido nuevamente. Redefinir dicha interacción va a depender de
la manera en que se divida la secuencia circular y se logre modificar ese
comportamiento en específico (Cibanal, 2006).
Entonces se cae en una causalidad lineal donde, al final de cuentas, se
establece una relación causa-efecto.
Por otro
lado, mientras que en el paradigma intrapsíquico, la
TCC pretende identificar y modificar las estructuras de la
personalidad (Beck y col., 2005), las terapias basadas
en un paradigma interpersonal como lo son la TI y TFS, señalan que no es su
objetivo modificar la estructuras de la personalidad, sino focalizar la
intervención en las relaciones interpersonales que están generando algún
problema en el (Whaley, 2006).
Ahora bien, revisando la concepción de personalidad que tiene cada uno de
estos modelos, se observa que para la TCC los rasgos de personalidad tales como
dependencia, extroversión, y retraimiento, están determinados por creencias
insertadas en estructuras más menos estables, denominadas esquemas, y estas
estructuras influyen en la manera en que una persona evalúa una situación y
emplea estrategias adaptativas desadaptativas (Beck y
col., 2005). En este sentido, el terapeuta tendría que examinar las actitudes,
sentimientos y conductas del paciente, para detectar su posible relación con
estrategias desadaptativas. Caso contrario a lo que
ocurre desde el paradigma interpersonal, donde la personalidad está determinada
por una pauta relativamente estable de situaciones
dadas en interacción con otros individuos, que son repetitivas y que
caracterizan la vida humana. Es decir, que la identidad de una persona está
conformada por las formas de interacción con los demás (Whaley,
2006).
Sin embargo, debido a que el individuo está en constante comunicación con
su ambiente, y se ve influenciado por éste, no se descarta la posibilidad de
que al intervenir en las formas de comunicación interpersonal, el individuo
modifique en alguna medida esas creencias y, por tanto, algunos rasgos de
personalidad. Tal como lo expresa Belloch y Fernández-Álvarez (2002), al decir
que en la medida en que se supere el obstáculo de pensar que los aspectos de la
personalidad son inmodificables, los pacientes con trastorno de personalidad pueden
responder positivamente a la psicoterapia (Belloch y col., 2002).
Comparación de un modelo intrapsíquico con uno
interpersonal en el tratamiento de la depresión Beck en 1979, señaló que la depresión se debe principalmente a las
interpretaciones distorsionadas de los acontecimientos y situaciones que la
persona tiene que afrontar.
Estas experiencias forman esquemas
(conjunto de significados idiosincrásicos), con los cuales la persona va dando
sentido a las diferentes situaciones de vida. Las personas forman estas
estructuras cognitivas a través de la cultura y educación. Sin embargo, en
ocasiones pueden resultar patológicas (Rivadeneira y col., 2013).
El esquema propuesto por Beck, denominado triada cognitiva, consiste en una
visión negativa de sí mismo, del mundo y del futuro, que presenta una persona
que padece depresión, y que se encuentra estrechamente relacionada con el
riesgo de suicidio. Los esquemas se manifiestan en la consciencia del sujeto,
provocando pensamientos automáticos negativos (mensajes específicos, cortos y
fugaces), tales como “soy un fracaso” (Rivadeneira y col., 2013), los cuales
generan emociones y conductas depresivas (Perelló y
col., 2001).
La terapia propuesta como eficaz para tratar la depresión, fue desarrollada
por Aaron T. Beck, desde finales de los años 50, y ha
demostrado su eficacia al reducir significativamente los síntomas depresivos y
pensamientos suicidas (Fournier y col., 2008; Driessen y Hollon, 2010; Rosselló
y col., 2011; Toro, 2013). Consiste en un procedimiento estructurado de 15 a 25
sesiones, incluyendo las sesiones de seguimiento, y tiene un enfoque
psicoeducativo diseñado para modificar cogniciones y conductas (Pérez y García,
2001).
La TC
tiene como objetivo reestructurar los esquemas disfuncionales del paciente y sustituirlos por otros más funcionales y
saludables. Las personas que tienen depresión, por lo regular responden de una
manera rígida y negativa ante las situaciones que se le presentan (Nezu y col., 2006). La función del terapeuta, entonces, es
guiar a los pacientes a descubrir las distorsiones cognitivas que los
predisponen a la depresión, tales como “soy muy poca cosa” ó “nadie se preocupa
por mí”, y cómo estos pensamientos dan lugar a emociones y conductas
desagradables e inadecuadas (Puerta y Padilla, 2011). El terapeuta se vale de
diversas técnicas para indagar y cuestionar estos pensamientos, como
reestructuración cognitiva, identificación y registro de los errores del
pensamiento, plan de actividades agradables y tareas para la casa (Perelló y col., 2001).
Las técnicas se llevan a cabo en cinco fases del tratamiento: Fase 1: se
establece la relación terapéutica, se
crea un clima de confianza, empatía y honestidad, resaltando el trabajo en
equipo y la participación activa del paciente; Fase 2: consiste en comprender
las quejas del paciente y
transformarlas en síntomas objetivo, es decir, escucharle empáticamente para
comprender su visión de sí mismo, del mundo y del futuro, y ayudarle a
clarificarlas y mostrarle cómo se relacionan sus síntomas con su depresión;
Fase 3: se le explica al paciente el modelo cognitivo de la depresión y la
influencia de las cogniciones en las
emociones, en esta etapa se le explica la relación entre pensamientos y
emociones, usando ejemplos concretos experimentados por el paciente; Fase 4:
consiste en aplicar técnicas conductuales. Estas técnicas se utilizan para
modificar pensamientos erróneos, fijando la atención del paciente en las
sensaciones agradables que experimenta
al realizar la actividad. Por ejemplo, listado de actividades agradables,
programa semanal de actividades asignación
de tareas graduales y; Fase 5: se aplican las técnicas cognitivas, que consisten en una serie
de procedimientos para identificar y modificar los errores del pensamiento,
tales como detectar pensamientos
automáticos, entrenamiento en observación y registro de cogniciones, registro
diario de pensamientos automáticos,
someter los pensamientos automáticos a prueba de realidad y búsqueda de
interpretaciones alternativas. Por último, en cada sesión se revisan las tareas
para casa, se llevan a cabo las técnicas correspondientes y se proponen nuevas
tareas para casa (Roca, 2012).
Ahora bien, en la TI, la cual también ha comprobado su eficacia en el
tratamiento de este padecimiento (Frank y col., 2007; Schramm
y col., 2007; Swartz y col., 2008), la depresión se
desencadena a partir del estrés causado por las relaciones sociales del
paciente, los diferentes roles sociales que desempeña y los problemas
originados de estas relaciones (Fernández y Rodríguez, 2011; Perelló y col., 2001). La TI se centra en tres áreas que
hacen más vulnerable al individuo de presentar el trastorno depresivo: duelo
complicado, conflictos de pareja o matrimoniales y transiciones de rol,
especialmente a aquellas personas con falta de apoyo social (Millán-González y
Solano-Medina, 2010). Sin embargo, debido a su abordaje focalizado, interviene
sólo en una o dos áreas problema del paciente.
Al igual que la TCC, su función es brindar al paciente de las habilidades necesarias
para desenvolverse en el contexto psicosocial (Robertson y col., 2008).
Se trata de un procedimiento estructurado de tiempo limitado que comprende
16 sesiones de 50 min a 60 min, programadas semanalmente (Pérez y García,
2001), y aborda solamente los aspectos actuales del trastorno. Al igual que en
la TCC, puede considerarse el uso de psicofármacos, según la gravedad del caso, siendo más común en algunos pacientes con
trastorno depresivo mayor. Las estrategias se llevan a cabo en tres fases de tratamiento.
La fase inicial comprende la evaluación diagnóstica, en la fase intermedia el
terapeuta junto con el paciente selecciona el área interpersonal que considere
de mayor relevancia y que esté relacionada con el problema actual, y la fase
final que se realiza en las últimas semanas de tratamiento consiste en hacer
explícita la terminación de la terapia y lograr que el paciente se sienta capaz
de afrontar las situaciones futuras sin depender del terapeuta (Robertson y
col., 2008; Fernández y Rodríguez, 2011).
Diversos estudios (Jakobsen y col., 2012; Hees y col., 2013) muestran que la TI proyecta resultados
similares en la eficacia del tratamiento en relación con la terapia cognitivo
conductual, siendo éstos muy favorables para ambas terapias. Debido a la
eficacia que han demostrado estos abordajes para el tratamiento de un mismo
trastorno, como lo es la depresión, algunos autores han implementado técnicas
cognitivo conductuales con terapia interpersonal, y han logrado optimizar sus
resultados terapéuticos (Borkovec y col., 2003).
Así mismo, en el ámbito clínico, también se han implementado técnicas
cognitivo conductuales con terapia familiar, buscando modificar comportamientos
desadaptativos
en varios miembros de la familia (Muñoz y col., 2012), debido a que tales
comportamientos son influenciados por
las creencias que se tienen sobre uno mismo y sobre cómo deben comportarse los
demás.
En este sentido, la inclusión de la perspectiva interpersonal en la
psicoterapia individual, permite una visión más compleja e integral del
comportamiento humano, a la hora de promover cambios, a la par del trabajo de
reestructuración cognitiva de creencias, lo cual, tal como lo señalan Heuzenroeder y col. (2004), es fundamental al momento de
evaluar costo y efectividad para cualquier tratamiento en salud mental.
Desde un paradigma intrapsíquico, se aboga a
causas internas para explicar el origen de un trastorno, donde intervienen
pensamientos automáticos, supuestos subyacentes y creencias nucleares, y en el
que una visión negativa del mundo genera emociones negativas y conductas desadaptativas. Esta perspectiva entiende la personalidad
como un conjunto de rasgos determinados por creencias insertadas en
estructuras más o menos estables, denominadas esquemas, que influyen en la
manera en que una persona evalúa una situación y emplea estrategias adaptativas
o desadaptativas.
Desde un
paradigma interpersonal se aboga a causas externas para explicar una patología,
se considera todo un sistema enfermo, donde el foco de atención, ya no es el
paciente sino las relaciones interpersonales que supone le están generando
problemas, esta visión se fundamenta en la
conceptualización de la personalidad como un conjunto de principios con los
que el individuo interactúa en su entorno. Desde este punto de vista, se puede
entender que la causa de los diversos trastornos pueda estar vinculada a
situaciones ambientales, como la pérdida de relaciones significativas o la
presencia de estrés interpersonal. Sin embargo, no se puede olvidar que el
ambiente sólo opera si el individuo posee ciertas características, por lo que
habría que preguntarse por qué estas situaciones le generan problema a esa
persona en particular y no a otros individuos involucrados en el mismo contexto
social, y qué características hacen a esa persona diferente de las demás. Para
responder a estas interrogantes, se debe recurrir a factores intrapsíquicos, que llevan a descubrir qué piensa o qué
siente esa persona para comportarse de esa manera, y por qué le resulta tanto
problema superar la pérdida de una persona, por ejemplo.
CONCLUSIONES
El análisis de los modelos de intervención
psicológica con perspectiva intrapsíquica e interpersonal permite concluir que ambos modelos son
complementarios y que las herramientas para abordarlos no se contraponen y
permiten tratar al ser humano como un todo. El empleo de un abordaje simultáneo
y complementario evita poner demasiado énfasis en el contexto por encima del
individuo; o el tratar de entender y resolver la problemática del paciente,
desde el ambiente en el que se encuentra inmerso sin considerar a fondo los
aspectos intrapsíquicos. Es pertinente evitar un
abordaje ecléctico del problema, sino más bien desarrollar un tratamiento
integral procurando combinar los modelos de intervención, de eficacia clínica
demostrada, como lo son las terapias cognitivo conductual, sistémica e
interpersonal, para aumentar la eficacia del tratamiento psicológico y
considerar a la par el trabajo de la reestructuración cognitiva de creencias,
así como atender a los factores interpersonales, que juegan un papel importante
en el origen y mantenimiento del problema.
REFERENCIAS
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