Producción de
biocombustibles a partir de la caña en Veracruz, México: perspectivas y riesgos
socio-ambientales
Biofuels and
sugarcane in Veracruz, Mexico: perspectives and
socio-environmental
risks
José Cruz Agüero-Rodríguez*, Julia Tepetla-Montes y Beatriz
Torres-Beristaín
Autor de correspondencia:
caguero@uv.mx/ Fecha de recepción: 10 de enero de 2014 / Fecha de aceptación:
16 de abril de 2015.
Universidad Veracruzana. Facultad de
Sociología, campus Córdoba-Orizaba, calle Poniente 7, No. 1383, col. Centro,
Orizaba, Veracruz; México, C.P. 94300.
RESUMEN
México posee un marco normativo desde
2008 para impulsar la producción de bioenergéticos,
pero está aún no se incrementa en forma significativa; no obstante, existen
regiones y estados interesados en ponerse a la vanguardia, como el estado de
Veracruz, donde el gobierno estatal promueve la siembra de cultivos destinados
a la producción de biocombustibles, así como, la reconversión industrial del
aprovechamiento de la caña de azúcar. La región Córdoba-Paso del Macho
representa una zona de alto interés porque allí se localizan nueve de los 18
ingenios del estado y están establecidas tres empresas que producen bioetanol.
El propósito de este estudio fue analizar la política estatal en materia de
biocombustibles, principalmente con caña energética, sus alcances
socio-económicos y probables externalidades socio-ambientales al incorporarse
como regiones productoras. Se realizó un análisis documental, bibliográfico y hemerográfico, de las publicaciones realizadas sobre el
tema en el periodo de 2009 a 2013. Se visitó ésta
región en los meses de julio a agosto
de 2011, realizando talleres participativos en tres comunidades, así como 20
entrevistas semi-estructuradas a diversos agentes
involucrados en la producción cañera. Los resultados permitieron observar que
Veracruz carece de un proyecto energético integral a pesar de sus importantes
reservas petroleras y que finca su interés en atraer inversiones extranjeras,
dificultando el tránsito hacia una política energética basada en los recursos
renovables y las capacidades locales ambientales, tecnológicas y sociales. Los agrocombustibles representan una alternativa regional, en
pequeña y mediana escala para la producción de biocomubustibes,
pero deben establecerse mecanismos normativos que garanticen el uso
diversificado del suelo, para conservar el abastecimiento de alimentos y
evitar su encarecimiento. Se requiere adicionalmente considerar la rentabilidad social y establecer mecanismos estrictos de control para preservar las áreas naturales protegidas.
PALABRAS CLAVE: Bioenergéticos; reconversión productiva; externalidades
socio-ambientales; política energética; recursos renovables.
ABSTRACT
Mexico
has a regulatory framework since 2008 to boost the production of bioenergy,
but this has not been yet significantly increased; However, there are regions
and states concerned to take the lead, as is the state of Veracruz, where the
state government promotes the planting of crops for the production of biofuels,
as well as, the industrial restructuring of the utilization of the sugar cane.
The region of Cordoba-Paso del Macho represents an area of high interest
because 9 of the 18 state mills are located there and 3 bioethanol producing
companies are established. The purpose of this study was to analyze the state
policy on biofuels, primarily with energy cane, its socio-economic scope and posible socio-environmental externalities when becoming producing
regions. A documentary, bibliographic and hemerographic
analysis of publications on the subject from 2009 to 2013 was conducted. We
visited this region in the months of July-August 2011, conducting participatory
workshops in 3 communities, as well as, 20 semi-structured interviews with
various actors involved in the sugar cane production. The results revealed that
Veracruz lacks a comprehensive energy project in spite of its significant oil
reserves. In addition, the results show that such state heavily relies on
attracting foreign investment, hindering the transition towards an energy
policy based on renewable resources and local environmental, technological and
social capacities. Agrofuels represent a regional
alternative, in small and medium-scale for the production of biofuels.
Nevertheless, regulatory mechanisms must be established to ensure the
diversified use of the soil, to preserve the food supply and to prevent it from
becoming more expensive. Furthermore, it is required to consider the social
profitability and to establish strict control mechanisms to preserve the
protected natural areas.
KEYWORDS: Agrofuels; productive reconversion;
socio-environmental externalities; energy policy; renewable resources.
INTRODUCCIÓN
La producción de
biocombustibles surgió a finales del siglo pasado, como una estrategia para
promocionar el desarrollo de energías renovables, limpias y sustentables ante
la crisis de producción de combustibles fósiles y sus efectos negativos a la
atmósfera. Estas políticas e instrumentos ambientales internacionales llevaron
al establecimiento de una “modernización ecológica” normativa -término
utilizado por Beck (2002), que se basa en el uso de combustibles, generados a partir de diversos
cultivos, que prometen una menor contaminación e impactar positivamente a los sectores que los
produzcan (Océano, 2012). Sin embargo, hasta ahora, predomina un modelo de
producción a gran escala, que favorece a los países centrales y
multinacionales, quienes han encontrado una veta invaluable de ganancias bajo
el discurso de las “energías verdes”, en detrimento del desarrollo social y
ecosistémico de aquellos países pobres que se han sumado a la producción
mundial (Giampetro y Kozo, 2009).
Una década después de su implementación, los informes oficiales de la
Unión Europea (UE), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de Organismos No Gubernamentales
(ONG’s), exponían graves consecuencias no previstas al incrementar la producción y el
consumo internacional de biocombustibles (Gallaghen, 2008). Según Rosell y Viladomiu (2008),
el crecimiento en la demanda de alimentos entre 1987 y 2007 fue del 2 % anual,
pero son los productos utilizados en la producción de biocombustibles los que
registraron mayores tasas de crecimiento: maíz 3.1 %, oleaginosas 4.3 %, aceites
vegetales 5.6 % y azúcar 2.4 %. La crisis alimentaria se profundizó
considerablemente y las áreas de cultivo ampliaron la brecha agrícola sobre las
áreas boscosas (Laine, 2009), Así, al interior mismo de los organismos
impulsores se incrementaron las dudas sobre los beneficios o daños sociales,
económicos y ambientales de la producción a gran escala.
Por otra parte, en 1997 el
Protocolo de Kioto, foro internacional organizado por la ONU, reunió 55
naciones para firmar el Convenio Marco Contra el Cambio Climático (UNFCCC),
producto de la emisión de Gases Efecto Invernadero (GEI), principal componente
antropogénico del Calentamiento Global (CG). Sin embargo, las acciones
impulsadas por los países firmantes del Convenio, no han sido suficientes para
mitigar los GEI, condicionados por las altas tasas de ganancia o la expectativa
de industrialización acelerada. Estados Unidos, China, Canadá, Rusia e India,
entre otros, contribuyen con cerca del 50 % de las emisiones globales y se
niegan a firmar el protocolo (Informe, 2009); pero han encontrado, en estas
políticas, una veta para “inversiones verdes”, convirtiéndose en líderes
productores de bioenergéticos. El objetivo principal es conservar el ritmo de
consumo exigido por la modernidad, teniendo como meta aliciente el intensificar
la acumulación de capital de empresas y países participantes. La UE se propuso
como meta al 2010, reducir en 35 % la emisión de GEI y alcanzar 50 % en 2017;
Estados Unidos fijó como meta para 2022 reducir en 20 % sus emisiones e incorporar
en 58 % energías renovables. Este optimismo inicial, pronto decayó, los propios
impulsores se percataron
que los agrocombustibles eran responsables del 75 % del aumento de los precios de los alimentos y, la demanda por tierras de cultivos
podría crecer hasta 17 % para 2020, con graves consecuencias sobre las tierras
forestadas y destinadas a la agricultura alimentaria. Asimismo, el balance
energético entre la producción de biocombustibles y sus beneficios ha sido
relativizado, ya que los costos económicos y ambientales son equiparables a la
producción de combustibles fósiles (FAO, 2008). Para Giampetro (2009), ese
optimismo temprano devino en
“desilusión”.
Las políticas globales de los países ricos y organismos multinacionales
y financieros pretenden una tercera revolución energética; la producción de
biocombustibles e hidroelectricidad serían los principales componentes de las
energías renovables incorporadas al consumo energético global. Estas pudieran
ser una salida válida considerando que las diversas fuentes energéticas son
múltiples y con ventajas comparativas en baja y mediana escala previendo el
beneficio social y cuidado ambiental, pero también una salida falsa a la crisis
energética y ambiental, si se deja en manos de las empresas transnacionales y
sin la reglamentación coherente de los países productores (Quintana. 2007).
De acuerdo con la Secretaría de Energía, SENER (2009), Veracruz presenta
la mejor condición productiva, climática, tecnológica y potencial de tierras
para la producción de etanol a gran escala, de acuerdo con los requerimientos
del país y exportación futura. Esta intención puede estar poco fundamentada, si
no se crean los mecanismos apropiados para generar una agroindustria limpia y
socialmente responsable, que involucre a los productores y considere las
características de los ecosistemas regionales donde se pretende implantar o
intensificar dichos cultivos.
El objetivo de este trabajo fue analizar el efecto que tendrá la
transformación de la política energética nacional sobre los factores
socio-ambientales existentes en las regiones productoras de biocombustibles y
en las regiones previstas para producir, utilizando como modelo a Veracruz,
estado líder en producción cañera, que intenta convertirse en eje de estas
políticas energéticas en México.
MATERIALES Y MÉTODOS
Área
de estudio
El
estado de Veracruz se localiza en la franja costera del Golfo de México, cuya
superficie de 72 815 Km2, ocupa el 3.7 % del territorio nacional (Gobierno del Estado, 2013). La zona de estudio
se ubica en la región conocida como “Las Altas Montañas”, precisamente entre las subcuencas del Río Blanco y Cotaxtla/Jamapa. Su abundancia
hídrica ha sido fuente de atracción industrial, urbanización intensa y un nicho
para cultivos agroindustriales, como la caña de azúcar y el café, desde
mediados del siglo XIX (Pare, 2013). Las
externalidades socio-ambientales de este proceso urbano-industrializador, y su
potencial para el desarrollo de la producción de agrocombustibles con caña
obliga a reconocer la problemática regional para prever o evitar un impacto
negativo ante su inminente incorporación a la producción energética renovable.
Se consultó información documental estatal de proyecciones de agrocombustibles
de 2011 a 2016, e información periodística regional y estatal de 2009 a 2013.
En recorridos de campo, entre
julio y agosto de 2011, se recopiló información sobre padrones de productores,
extensión sembrada y cosechada, cobertura de ingenios y alcoholeras.
El levantamiento de información
se llevó a cabo bajo tres técnicas de investigación: 1) Se realizaron tres
talleres participativos, donde asistieron 28 campesinos en las localidades de
Francisco Villa, Paso del Macho y la Colonia Agrícola Paraíso del municipio de
Paso del Macho. Los talleres permitieron realizar entrevistas semicolectivas a
través de un cuestionario semicerrado para contrastar entre los participantes
la información de la problemática de la producción cañera, aspectos
socioeconómicos, tecnológicos y socioambientales; 2) Para reconocer los planes
y perspectivas de la produc¬ción de bioetanol en la región, se localizaron tres
alcoholeras: Destiladora Energética Atoyac, Destiladora del Papaloapan (se
localiza en las inmediaciones de Veracruz y Oaxaca, pero su área de
abastecimiento es Veracruz) y Destiladora del Valle de Orizaba y; un ingenio
azucarero: San Nicolás, que actualmente producen bioetanol para consumo interno
y para la zona conurbada de Veracruz-Boca del Río (Figura 1 y 2). Se entrevistó
a cuatro técnicos de las empresas: Destiladora Energética de Atoyac y del
Ingenio San Nicolás, y a un funcionario del Instituto Veracruzano de
Bioenergéticos (INVERBIO). También se
entrevistó y aplicó un cuestionario semi-cerrado a 15 agentes sociales: cinco productores
independientes, cinco líderes sindicales, dos del ingenio San Nicolás, tres del
ingenio El Potrero, del Consejo Nacional de Pequeños Propietarios (CNPR) y de
la Confederación Nacional Campesina (CNC), esta última aglutina a campesinos
ejidatarios.
3) Para
reconocer la problemática estatal y regional se revisaron principalmente dos
programas impulsados por el INVERBIO para el fomento de agrocombustibles y las
proyecciones 2011 a 2016 (INVERBIO, 2011; 2012) y se recopiló información
hemerográfica principalmente regional y estatal (2009 a 2013) de dos fuentes:
El Sol de Orizaba y el Mundo de Córdoba (Archivo interno CAEC-342 RSVS), la
cual se reelaboró para hacer las proyecciones estatales (Tablas 1 y 2).
RESULTADOS
Y DISCUSIÓN
El análisis de
fomento y proyección de agrocombustibles en el estado de Veracruz 2011 a 2016,
proporcionado por el INVERBIO, periódicos y declaraciones sobre proyectos y
plantaciones regionales por funcionarios públicos, empresarios y líderes
cañeros, permitió una visión regional y estatal del futuro de los agrocombustibles
en Veracruz que se presenta en las Tablas 1 y
2 por producto, inversión, empresas y regiones. Estas proyecciones
fueron la base para elaborar una regionalización y análisis georeferencial
socio-ambiental (Figura 1) que permite
ver las tendencias de las regiones potenciales para incorporarse a la
producción de agrocombustibles, sus riesgos y consideraciones preventivas para
un desarrollo sustentable.
Políticas
públicas y agrocobustibles en México
La disminución
vertiginosa de las reservas mundiales de petróleo y la amenaza del
calentamiento global, asociada al consumo de energías no renovables, originó
una serie de políticas, tratados y convenios internacionales a los cuales
México se unió, generando en 2008 La Ley de Promoción y Desarrollo de
Biocombustibles (LPDB) y la Comisión de Bio-energéticos. Las estrategias
nacionales para la promoción y producción de agrocombustibles están
establecidas en la Ley de Desarrollo Sustentable (LDS), que regula los permisos
de producción y su comercialización. La norma ambiental
NOM-086-Semarnat-Sener-SCFI-2005, regula la disminución de contaminantes en
automotores con un mínimo de 2.7 % de oxígeno en peso, para lo cual, la
paraestatal Petróleos Mexicanos (PEMEX) utiliza MTBE (Metil Terbutil Éter) y
TAME (Teramil Metil Éter) (SENER, 2006b), de uso obligado en tres Zonas Metropolitanas (ZM) densamente
pobladas y contaminadas: El Valle de México, Jalisco y Monterrey. Para
sustituir la mezcla de éteres anteriormente mencionados con bioetanol, en 2010,
se requerían 411.9 mil m³ de etanol anhidro, y la oferta en esa fecha era casi
nula (Narváez y col., 2010).
La demanda nacional de biocombustibles ha propiciado la generación de
importantes iniciativas para producir agroenergéticos en el norte, centro y sur
del país, donde se ha introducido el cultivo de caña energética, sorgo,
jatropha, palma de aceite e higuerilla (SENER, 2006a; 2009; Yuñez, 2008).
Reconversión agro-industrial y biocombustibles
En México, a
través del Programa de Introducción de Bioenergéticos (PIBE) 2008 a 2012, se
propuso cultivar 300 000 ha de biomasa para la generación de combustibles, bajo
una política en la que el desarrollo sustentable y la seguridad alimentaria
eran centrales, declarando que, a través de este programa: “se establecen las
bases por las que la actividad agropecuaria se integra a la actividad
energética, coadyuvando a la diversificación energética y al desarrollo
sustentable, sin poner en riesgo la seguridad alimentaria del país, con el fin
de contribuir a la diversificación energética y al desarrollo sustentable”
(SENER, 2009). Sin embargo, en México como en el resto del mundo, esta
“diversificación energética” tendrá un fuerte impacto negativo en el campo, ya
que la producción a gran escala de biomasa se fundamenta en la producción
agrícola primaria, que aporta el 75 % de la energía incorporada a los
biocombustibles. Esto implica la inminente apertura de nuevas tierras afectando
la producción agropecuaria, debido a que la producción masiva de
biocombustibles requiere de tierras de alta productividad y abundante agua
(UCCS, 2009). Además, implica intensificar el monocultivo en contraposición de
aquellos cultivos asociados o agrosistémicos, como el café y el desplazamiento
de tierras forestales y agrícolas dedicadas al consumo humano (Salazar, 2010).
Actualmente se calcula que los biocombustibles han desplazado cerca de 60
millones de campesinos alrededor del mundo; apenas se crean dos trabajos por
c/100 ha de soya o 10 trabajos por 100 ha de azúcar (Giampetro y col., 2013).
Las políticas sobre bioenergéticos se muestran contradictorias, así el
propósito de “Preservación de los recursos naturales y la biodiversidad,
contribuyendo a la disminución de las emisiones de CO2”, parece poco
probable, porque el balance energético para producir agrocombustibles, sus
costos económicos y ambientales son cuestionables (Salazar y Masera, 2010). La
mayoría de los estudios técnicos realizan el balance energético a partir de la
combustión de bioenergéticos, cuyas propiedades son más benignas en la emisión
de GEI, pero no consideran los procesos entrópicos en su producción y
transformación y las externalidades negativas que conllevan (Barrios, 2013). Así,
la política energética nacional no apuesta a la autosuficiencia energética, si
no a su transnacionalización y una estrategia de extracción sin límites
(Harvey, 2007); afortunadamente, a la fecha, los biocombustibles no se han
constituido en prioridad energética.
Veracruz,
fomento y producción de agrocombustibles
En 2008 con la implementación de la LPDB el gobierno de Veracruz incluyó
en su programa energético la producción de biocombustibles como meta
prioritaria (Gobierno del Estado, 2008; 2011). El término biocombustible abarca
dos tipos de energéticos: el biodiesel y el bioetanol o etanol anhidro. El
primero es producido a partir de plantas oleaginosas como girasol, soya, palma
africana, jatropha; mientras que para generar el bioetanol se utilizan
sustancias ricas en azúcares o
almidones, como la caña de azúcar, la
yuca, cereales y remolacha azucarera, entre otras. El Plan de Energéticos en materia
de agro-combustibles planteó un techo agrícola de 100 000 ha para 2016,
considerando que en 2011 iniciaba con 22 000 ha sembradas. El reto era producir
4 396 000 T/a de biomasa, equivalentes a 561 000
000 L/a de biocombustibles;
431 200 millones L/a
sería la oferta de etanol y 129 900
000 L/a de diesel. Los cultivos más importantes: yuca y sorgo con 46 000 ha;
caña 12 000 ha para producir etanol
anhidro y jatropha, y palma de aceite con 42 000 ha para biodiesel (INVERBIO,
2011) (Tabla 1). Un proyecto de estas dimensiones requiere: disposición de
tierras aptas, su compra directa o indirecta, contratos o renta a largo plazo; paquetes tecnológicos
específicos; reorganización de productores; nuevas relaciones:
productores/empresas/gobierno y sobre todo, políticas públicas capaces de
incentivar la producción y garantizar beneficios sociales sin dañar el
ambiente.
INVERBIO es un organismo estatal
creado para promover y gestionar la producción, transformación y
comercialización de agro-combustibles en Veracruz, de acuerdo al plan
energético estatal. Este organismo se propone producir etanol anhidro y
biodiesel para la sustitución de MTBE y TAME en proporción de 5.7 % en éteres y
mezcla de 10/90 etanol/gasolinas para la oxigenación de hidrocarburos,
establecidas en las normas ambientales. Para alcanzar la meta establecida, de 100 000
ha de producción de agrocombustibles, se requiere una inversión del orden de 2 millones 704 982 pesos, para el
aseguramiento de la materia prima, e inversiones industriales y tecnológica
estimadas en 3 millones 860 250 pesos.
La yuca sería el cultivo más rentable para etanol anhidro por su alto
rendimiento por ha y una inversión primaria e industrial moderada (Tabla 2). Después, la caña energética con
rendimientos de 80 L/ha e inversiones primarias e industriales muy por arriba
de la yuca. Las empresas interesadas deberán realizar inversiones cuantiosas
del orden de 2 000 millones de pesos y 1 000 millones de pesos para su
procesamiento futuro (Tabla 2), (Gobierno del Estado, 2008).
En biodiesel, la jatropha
presenta las mejores condiciones de productividad, inversión y empleo para el
campo (Quimbaya, 2010). Es un cultivo perenne, su vida productiva dura hasta 25
años y presenta menores costos de producción que la palma de aceite (Sotolongo,
2007).
Relación
organizacional: empresas/estado/productores
En Veracruz, las
empresas que ya iniciaron operaciones en siembra, contratación e inversiones en
infraestructura a futuro, son las trasnacionales: Grupo Báltico y su filial
Alimentos Especiales Tenerife, Nature Fuels/México y, el Ingenio San Nicolás,
ubicado en Cuichapa, Veracruz, filial de la Sugar Refinig Inc, perteneciente al
grupo Florida Crystals Corporation, corporativo que controla la mayor parte de
la producción y el comercio mundial de azúcar, interesada en la producción de
bioetanol. Las empresas con capital nacional son: Destiladora Grupo Atoyac,
Destiladora del Papaloapan, Bio-etanol del Golfo SAPI S.A. de C.V., quienes
cuentan con la mayor capacidad para su reconversión a la producción de
bioetanol (Tabla 2). Las destiladoras
en general podrían reconvertir sus procesos de producción de alcohol etílico a
etanol anhidro hasta en un 30 %.
La relación gobierno-empresas-productores es importante para el
desarrollo de estos emprendimientos y la transferencia de valor que realiza y
realizará al subsidiar prácticamente las inversiones en materia prima y su
transformación. Existen dos estrategias: la inversión directa e indirecta con ejidatarios y
propietarios, y los subsidios gubernamentales y su gestión ante los grupos
financieros. Veracruz ha privilegiado esa relación atrayendo capitales
trasnacionales de Brasil, España y Estados Unidos principalmente, quienes se asientan en nichos
fiscales y normativas privilegiados para el control de las nuevas áreas de
expansión; la reorganización de productores y jornaleros; volúmenes y precios
contratados de antemano; creación de infraestructura por el estado; dotación de
tierras e inversión del erario público para la construcción de parques industriales
(Imagen del Golfo, 2012).
Es importante destacar, que algunos de estos agronegocios están
insertados en regiones cuya categoría ambiental es de Áreas Naturales
Protegidas (ANPs), como la Reserva de la Biosfera de los Tuxtlas al sur de
Veracruz y territorios étnicos de conservación. En este sentido, la empresa
Bioetanol del Golfo SAPI S.A. de C.V., planea sembrar 16 000 ha de yuca para
producir un millón 500 000 T/a de biomasa, en tierras pertenecientes a los
municipios que constituyen el corazón de esta ANPs (Enríquez, 2007; INVERBIO,
2011), (Tabla 2). Estos proyectos por sus dimensiones requieren Manifestación
de Impacto Ambiental (MIA) y cambio de uso del suelo que al parecer no han sido
obstáculos para su implantación, dado el papel gestor del estado. El riesgo a
considerar es que la yuca como monocultivo requiere áreas de mucha humedad o
riego, competirá con especies nativas que hacen posible la biodiversidad, y su
conversión a agro-combustible la haría deficitaria como alimento (Cortes y
col., 2010).
En las regiones norte y centro del estado (Figura 1) se pretende
expandir la producción de sorgo, palma y caña. Introducir estos cultivares como
monocultivos requerirá amplias extensiones de tierra, lo que eliminará la
posibilidad de asociación de cultivos. La empresa Bioetanol del Golfo SAPI S.A
de C.V. ya cultiva 20 000 ha de sorgo en el municipio de Pánuco, región
ganadera y productora de caña de azúcar, maíz, sorgo y soya para alimento
humano y ganadería. El proyecto considera reorientar el riego de la presa
Chicayan y el sistema de riego Pujol Coy, entre Pánuco y Ozuluama, para sorgo y
caña etanolera. Su capacidad de riego es de 75 000 ha y sólo abastece 35 000 ha
con múltiples problemas de abastecimiento, captación de agua y falta de
mantenimiento; sometida a eventos extremos que van de prolongadas sequías a
inundaciones periódicas, consecuencia del cambio climático.
Los territorios indígenas, tradicionalmente marginados, son fuentes importantes de agua y humedad en las
zonas serranas. En la sierra náhuatl de Zongolica y Tezonapa, región de alta
marginalidad, la transnacional española Grupo Báltico ha firmado contratos y
convenios tecnológicos con el gobierno estatal, y productores para introducir
más de 1 000 ha de palma de aceite y jatropha en tierras de acahual (tierras
maiceras en descanso), pastizales o reductos arbóreos consideradas como tierras
“ociosas” o “improductivas”. En esta misma región, la transnacional
norteamericana Nature Fuels de México tiene un proyecto para incorporar 2 000
ha de caña energética. En 2011 ya contaba con 6 000 ha de jatropha, su meta
para el 2012 fue introducir 17 000 ha, involucrando 11 sociedades de producción
rural y cerca de 800 socios, en contratos de 30 años (Agroentorno, 2012).
En la región náhuatl, zoque-popoluca de Acayucan (Figura 2), ya se
extiende el cultivo de caña energética y sorgo, también por el grupo Báltico;
área tradicionalmente productora de café, maíz, chile y ganadería, con relictos
de selva tropical. El proyecto es incorporar más de 4 000 ha de caña y 3 000 ha
de sorgo en nueve municipios de esta región (Tabla 2). Las comunidades étnicas
y campesinas quedarán expuestas a contratos de 30 años o más, sometidos al
monocultivo, dependencia tecnológica de alto costo, precios establecidos de
antemano y endeudados con las instituciones financieras (Reportaje, 2012).
Plan
cañero y bioenergéticos en Veracruz
La SENER (2009),
en su diagnóstico sobre la
demanda de bioetanol y biodiesel estima que para el 2012 se requieren 810
millones y 17.4 millones de L respectivamente, para lo cual se debe producir
108 millones de T de biomasa y una superficie de 108 000 ha de caña. Concluye
que esta es la materia prima más recomendable por su alto rendimiento de entre
80 T/ha a 100 T/ha, moderados costos de producción e infraestructura, y
Veracruz tiene el mejor potencial en caña energética.
Las industrias azucareras y alcoholeras podrían realizar una
reconversión tecnológica relativamente sencilla para producir etanol anhidro
como un subproducto más en sus procesos industriales. PEMEX ha concedido 12
permisos para producir bioetanol, estos empresarios están dispuestos a destinar
el 30 % de su producción a biocombustibles. Durante el ciclo 2010 a 2011, la
industria nacional azucarera ocupó una superficie de 647 681 ha de caña en 15
estados de la República, con 57 ingenios azucareros. Veracruz es el principal
productor con una superficie de 262 531 ha de caña con 40 % del total nacional,
cuenta con 19 ingenios y aporta 36 % del azúcar nacional (CNPR, 2011), por lo
que en un proceso de reconversión productiva ocuparía un lugar preponderante.
La reconversión de caña de azúcar a etanol anhidro en Veracruz, es un
proyecto auspiciado por los gobiernos federal y estatal y empresarios
agroindustriales desde 2008 en la región cañera de Córdoba-Paso del Macho, una
de las más importantes regiones productoras de caña de azúcar en el país. Ahí
se localizan 14 de los 19 ingenios y cuatro destiladoras existentes en el
estado. Su inminente puesta en marcha involucra por lo menos cuatro empresas:
la Alcoholera Zapopan, las Destiladora del Valle de Orizaba y Papaloapan de
capital nacional y, el ingenio San Nicolás de capital trasnacional (Figura 2).
Este ha incorporado tecnología suficiente para la generación de energía
eléctrica y está preparado para la producción inmediata de 50 000 L/d de
bioetanol (Arizpe y Agüero, 2011). Estas cuatro factorías han transitado a una
reconversión tecnológica y reorganizativa en espera de las adecuaciones
normativas e institucionales de PEMEX, demandante monopólico, necesarias para
la producción de bioetanol y su comercialización. La Destiladora del Papaloapan
se localiza en Oaxaca, pero su principal zona de abastecimiento es la región de
Tierra Blanca y Tlalixcoyan, Veracruz. De hecho, las tres destiladoras y el
grupo Dortmund se adjudicaron en 2009 la primera licitación convocada por
PEMEX-Refinación para proveer a la paraestatal de 823 millones de L/a, durante
cinco años; sin embargo, declinaron por el elevado precio de la caña de azúcar,
al competir con los ingenios azucareros, y el bajo precio de compra del biocombustible (INVERBIO,
2012b). Este reto implicaba incrementar la frontera agrícola cañera en el
estado por 100 000 ha de nuevos cultivos, un aumento de 38 % de la superficie
actual, o bien competir con la superficie cañera existente, hecho que contravendría las
disposiciones previstas en la ley de bioenergéticos para evitar el
desplazamiento de alimentos y deforestar áreas de conservación. Es precisamente
por la competencia entre la caña de azúcar y la energética, que la primera
licitación de PEMEX en 2009 no se pudo concretar a pesar de que era un contrato
millonario.
La industria del bioetanol en México aún no es una realidad, debido a la
incertidumbre existente en los precios monopólicos de PEMEX, la frágil
fluctuación de los precios en la caña de azúcar en el mercado nacional e
internacional, las normas ambientales y de autosuficiencia alimentaria prevista
en la legislación de biocombustibles (Sener, 2006a).
Las estrategias y esquemas de promoción, financiamiento, contratación de
tierras, contratos de compra-venta de las empresas tienen algunos aspectos
comunes. La alcoholera Zapopan S.A. de C.V. se localiza en el municipio de
Atoyac, Veracruz, y desde 2010 empezó a producir su propia energía eléctrica y
a impulsar procesos de innovación tecnológica para incursionar en la producción
de bioetanol para el mercado nacional e internacional. Su meta era producir 50
000 L/d de bioetanol en 2012 y triplicar su producción en los próximos 4 años,
por lo que requerirá introducir 10 000 ha de nuevas tierras (Aguirre, 2011). Su
crecimiento depende de sus inversiones y alianzas estratégicas con los
diferentes niveles de gobierno. Hasta 2012 había invertido cerca de 700
millones de pesos en innovación tecnológica, compra de parcelas, desmonte,
alineación de terrenos, perforación de pozos profundos y sistemas de riego
(Tabla 1). La estrategia del gobierno
estatal para la reconversión en 2012, fue la asociación con las alcoholera
Zapopan y Papaloapan para introducir 6 000 ha de caña energética, acción que
permitió beneficiar a 350 productores directos y crear 10 000 jornales; adicional
a esto, la industria incrementó 150 empleos directos y 125 indirectos
(INVERBIO, 2012). El ingenio San Nicolás cuenta con su zona de
autoabastecimiento, pero reorientar su producción a biocombustibles implica
adquirir tierras propias para garantizar sus stocks productivos, la calidad y
temporalidad de la materia prima para su producción estándar y el control
propio de sus procesos productivos. Estos datos permiten establecer que las
tres empresas tienen entre sus planes la adquisición de tierras propias para la
siembra de agro-energéticos.
El gobierno estatal invirtió en
el año 2012, a través de la Comisión Nacional Del Agua (CNA), 26 millones de
pesos para la construcción del sistema de riego Tlalixcoyan, que irrigará 2 000
ha para caña energética. Aplica un sistema crediticio que consiste en aportar
el 10 % como fondo de garantía por productor/ha y el 90 % restante canalizado a
la banca privada y FIRA (Fondo de Inversiones para el Desarrollo Rural). Para
2012 y 2013, la meta fue invertir 80 millones de pesos como fondo de garantía y
800 millones de pesos en inversión privada-FIRA para financiamientos de caña
(Gobierno del Estado, 2008).
La Destiladora del Papaloapan, localizada en Zacate Colorado, municipio
de Tuxtepec, Oaxaca, tiene su zona de abastecimiento en la región veracruzana
de Tierra Blanca-Joachin (Figura 1), pretende constituirse en la planta
etanolera más grande del país, con capacidad para moler 9 000 T diarias y producir 500 000 L/d
de etanol. Actualmente muele 3 000 T diarias y cuenta con 2 000 ha propias. En
los últimos años ha invertido 500 millones de pesos para innovación
tecnológica, compra de tierras, preparación de terrenos, sistemas de riego y
organización de productores (Tabla 2).
El subsidio en infraestructura también es canalizado hacia la producción
de biocombustible; en el municipio de Tierra Blanca, la CNA y el gobierno
estatal rehabilitan 15 000 ha de riego en el distrito de Joachin, buscando
alcanzar un total de 36 000 ha para optimizar su capacidad productiva. Por otra
parte, los productores asociados a la destiladora del Papaloapan recibirán
apoyos mediante esquemas crediticios. En 2009, esta empresa recibió una
donación de 80 ha del gobierno municipal con el compromiso de instalar otra
planta etanolera y expandir sus propios cultivos, sin necesidad de comprar
tierras. El distrito de riego estaba destinado originalmente a la producción de
arroz y caña de azúcar con propósito alimentario, por lo que la inminente
reconversión hacia los agrocombustibles, tendrá un efecto negativo en el abasto
alimentario.
Los apoyos de INVERBIO comprenden: capacitación, instalación de viveros,
organización de productores, estudios de impacto ambiental, paquetes
tecnológicos, parcelas demostrativas, canalización de financiamientos,
asistencia técnica con universidades e institutos tecnológicos, servicio social
a bajo costo, investigación y transferencia tecnológica. Así, estas empresas se
perfilan como las verdaderas beneficiarias de la reconversión productiva para
agrocombustibles.
Las energías renovables pueden convertirse en una opción para la
sustentabilidad futura del país y no en un simple discurso “verde” para
justificar un modelo de derroche energético, siempre y cuando incorporen la
responsabilidad social y ambiental requerida. Un valioso instrumento de gestión
ambiental es el ordenamiento territorial estatal y municipal, que permitiría
hacer un mejor uso del espacio, la planeación de cultivos asociados y
complementarios como los sistemas agrosilvopastoriles y delimitación de áreas
para cultivos agroalimentarios y bioenergéticos como ya sucede en Cuba
(Sotolongo, 2007). Sería necesario fijar normas de coinversión, rentabilidad de
la producción y políticas distributivas, para garantizar a los productores
beneficios sustantivos y no convertirse en trabajadores en su propia tierra. El
fomento a la pequeña y mediana escala podría prever la intensificación de daños
ambientales, principalmente en el caso de la caña de azúcar y alcoholeras, con
serios problemas de contaminación ambiental por aplicación de fertilizantes
químicos, pesticidas, vertimiento de melazas y vinazas a las fuentes de agua y
la tierra, sobre las Cuencas Jamapa-Atoyac y Río Blanco, que tenderían a
agravarse, sin una adecuada prevención (Pare, 2013). También podría ser una salida
válida a la crisis estructural de este sector social, sin atentar con el abasto
alimentarios de la gramínea. Otros cultivos alternativos, podrían ser opciones
importantes para la generación de energías y diversificación productiva en el
campo y conservación ecosistémicas, como la siembra de Jatropha curcas en
agrosistemas silvopastoriles o de conservación del suelo en zonas áridas
(Quimbaya, 2010).
CONCLUSIONES
Veracruz es un
estado rico en ecosistemas diversos, incluyendo Áreas Naturales Protegidas y
zonas indígenas de conservación, que representan un enorme potencial para el
cultivo de alimentos y agrocombustibles, pero carece de un proyecto energético
integral y parece fincar su interés en atraer inversiones foráneas. Se requiere
transitar hacia una política energética basada en los recursos renovables y las
capacidades locales ambientales, tecnológicas y sociales. Se requiere generar
mecanismos normativos y políticos que garanticen el uso diversificado del
suelo, la rentabilidad social hacia los productores y medidas ambientales
suficientes para revertir los intensos procesos de degradación y contaminación
ligados a la producción de azúcar y alcohol en la región. Sin la adecuada
normatividad, la producción intensiva de agrocombustibles puede intensificar
los conflictos sociales por el control de los recursos naturales, despojo de
tierras, control y contaminación del agua, encarecimiento de alimentos e
intensificación de la migración. Es necesario formalizar el Plan de
Ordenamiento Territorial y Ecológico estatal y municipal para determinar las
áreas susceptibles de siembra de agrocombustibles, evitando competir con la
producción de alimentos y evitando afectar las ANP´s. El gobierno y Pemex
podrían integrar un sector energético de renovables para garantizar, subsidios
y precios justos a las organizaciones campesinas, bajo condiciones de autonomía
y, permitiría su incorporación integral a la producción de bioenergéticos en el
país y un camino al desarrollo regional sustentable, evitando la transferencia de
valor a las trasnacionales y normar los grupos empresariales nacionales.
AGRADECIMIENTOS
El presente
trabajo se realizó con recursos del Programa PROMEP/103.5/10/5006. Para la
Universidad Veracruzana, denominado “Riesgos socio-ambientales, Vulnerabilidad
y Desarrollo Sostenible” dentro del programa de Apoyo a la Incorporación de
Nuevos Profesores de Tiempo Completo.
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