Validación de una Escala de Mandatos de Género en universitarios de México

Gender´s Commands Scale: Validation with Mexican college students

Gerardo Macías-Valadez-Márquez*, María Gabriela Luna-Lara

 

*Correspondencia: mvmgerardo@hotmail.com/ Fecha de recepción: 8 de junio de 2016/ Fecha de aceptación: 09 de marzo de 2017

Universidad de Guanajuato, Doctorado Interinstitucional en Psicología, Blvd. Puente Milenio núm. 1001, Fracción del Predio San Carlos, León, Guanajuato, México, C.P. 37670.

 

RESUMEN

El concepto de género permite descubrir las diferencias en la manera en que se internalizan las normas culturales y cómo estas dirigen las prácticas sociales relacionadas con la sexualidad, incluso las distintas normatividades para cada sexo. Los mandatos de género exploran y examinan estos modelos de normatividad (masculinidad y feminidad) que propone el patriarcado acerca de cómo debe comportarse un hombre y una mujer, los cuales se estructuran principalmente en torno a la sexualidad y la relación de pareja o con otros individuos. El objetivo de este trabajo fue diseñar y validar una Escala de Mandatos de Género, que determine aspectos heteronormativos (desde una perspectiva tradicional-patriarcal) para ambos géneros (masculino y femenino), y que ahonde en aspectos de la sexualidad. La Escala de Mandatos de Género se aplicó a un total de 345 estudiantes de entre 17 y 30 años de edad, en el estado de San Luis Potosí, México. Se realizó un análisis factorial Oblimin para todos los reactivos. Los resultados confirmaron que la escala midió los mandatos de género en esta población joven adulta, con un índice de confiabilidad general de 0.899. Se concluye que el instrumento es adecuado para la identificación de las diferencias normativas asociadas a la sexualidad y a la relación  con  la  pareja.

 

PALABRAS CLAVE: mandatos de género, escala, medición, validez,  jóvenes  adultos.

 

ABSTRACT

The concept of gender is used to identify the differences about how cultural norms are internalized and how to run social practices related to sexuality, even how the regulation is different for each sex. Gender commands explore and examine these models of regulation (masculinity and feminity) proposed by the patriarchy about how a man and woman should be have, which are mainly structured around sexuality and relationships within the couple and with others. The aim of this work was to design and validate a Scale to assess the presence of Gender Commands (heteronormative aspects from a traditional-patriarchal perspective) in men and women in their dimension related to sexuality and aspects of the relationship with a partner. The Gender´s Commands Scale was administered to 345 students aged between 17 and 30 years old, in the state of San Luis Potosí in Mexico. Oblimin factor analysis was performed for all the items. The results confirmed that the scale is an instrument to measure gender commands in young adult population, with an overall reliability index of 0.899. It is concluded that the instrument is suitable for the identification of commands regarding sexual relations and couple’s relationships.

 

Keywords: gender commands, scale, measurement, validity, young adults.

 

INTRODUCCIÓN

El sistema sociocultural heteropatriarcal plantea que el varón se comporte de acuerdo con las pautas masculinas, y que la mujer se comporte de acuerdo con las pautas femeninas, sin embargo, estos modelos afectan al género. Dicho sistema es una base vigente de la organización de muchas sociedades (Soto, 2014; Almillos, 2016), que influye en las expectativas, prescripciones y prohibiciones que se hacen a hombres  y  mujeres (Bosch y col., 2013).

 

La sexualidad es una de las principales identidades sociales, y se considera entre las más influyentes; usualmente se asocia con  estereotipos (Laqueur, 1990; Lagarde, 2005; Sanyal,

2012), los cuales pueden utilizarse de forma descriptiva y prescriptiva. El empleo de este-reotipos de manera descriptiva genera expectativas y asunciones que pueden malinterpretar información asociada al estereotipo específico, realizando juicios erróneos involuntarios. El uso de estereotipos de forma prescriptiva, tiene como objetivo normar ciertos comportamientos mediante recompensas o castigos. La perspectiva social estructural y la teoría del rol social facilitan la explicación de estas características prescriptivas, que ayudan a mantener los roles y jerarquías (Rudman y Glick,  2008).

 

Los estereotipos de género tienen un alto grado de ser prescriptivos, al proveer de reglas

y normas sociales de cómo deben idealmente ser y comportarse hombres (protectores,

dominantes, agresivos, insensibles, sexuales) y mujeres (maternales, cuidadoras, sumisas, pasivas, complacientes, dependientes) (Bosch y col., 2013). En el caso de las mujeres, los estereotipos permanecen prescriptivos mientras sean los hombres quienes atribuyan y a la vez dependan de mujeres para realizar funciones específicas, por ejemplo, como sucede en el hogar, en la asignación de roles en las parejas heterosexuales; en el caso de los hombres, la dominancia de un grupo ejercerá presión sobre los miembros, subordinados y el propio grupo social (Rudman y Glick, 2008).

 

Se puede entender el concepto de mandatos de género como estereotipos prescriptivos que se acentúan en los procesos de socialización: tener una pareja o establecer relaciones sexuales, espacios en los cuales sería importante identificar y determinar su papel. Lagarde (2005), elabora el concepto de mandatos de género, al explorar las condiciones de los cautiverios de las mujeres, insertos en la lógica del patriarcado hegemónico. El cautiverio será definido como una categoría antropológica que sintetiza el estado de la mujer en el mundo patriarcal, específicamente el de la privación de su libertad y la relación con el poder. Su base es la dependencia desigual, consolidada por el dominio de los otros, el cual anula el deseo propio y el mundo personal, y provoca la búsqueda de un sentido fuera de las fronteras corporales (exalta a los otros, por lo general hombres) e ignora el sentido propio. Con esto, se quiere decir que los cautiverios son parte del proceso de socialización y que las restricciones que forman el núcleo del cautiverio se convierten en modelos normativos, es decir, en mandatos de género. La sexualidad y la relación con las demás personas, serán los principales ámbitos en los que los mandatos   se  estructuren.

 

Para Briseño (2011), los mandatos de género en la sexualidad “son los más rígidos y el espacio donde se han producido menos cambios, aunque  pueda  parecer  lo  contrario”  (p.  98).

 

Para Yago y Tomás (2013), poblaciones con modelos de género patriarcales tienen mayor

incidencia de infecciones de transmisión sexual y embarazos no deseados: “se ha reconocido el género como un determinante de salud y los organismos internacionales y las comunidades científicas recomiendan incluir (en los programas de salud) la variable sexo y la categoría género” (p. 419).

 

Existen algunas escalas para aspectos de género asociados a la sexualidad, pero no se en-

cuentran adaptadas para población mexicana. En la escala de asertividad sexual para mujeres (Sexual Assertiveness Scale [SAS] for Women) hecha por Morkoff y col. (1997), sus autores identifican como problema el rol pasivo de la mujer en la sexualidad: al no tener la oportunidad de expresar sus intereses al inicio de la actividad sexual, concretamente, el rechazo en sexo no deseado (dudosa de usar estrategias directas de comunicación) y, no poder desarrollar conductas preventivas hacia las infecciones de transmisión sexual (ITS) y embarazo. En este sentido, dichos autores encontraron que la autoeficacia (referida al uso de condón y conductas preventivas para embarazo e ITS), se asoció a la habilidad de negarse a tener sexo. Una de las limitantes del estudio es que sólo se enfoque en la población femenina y no dimensiona otros aspectos del género en conductas preventivas.

 

Por ejemplo, Díaz-Loving y Robles (2009), mencionaron que “el uso de condón es menos probable cuando se tiene una relación romántica, y más probable cuando hay sólo atracción física o amor pasional” (p. 217). Es decir, la protección sexual estaría asociada al tipo de vínculo afectivo. Para Uribe-Alvarado (2013), las mujeres con relaciones oca-sionales podrían aumentar la frecuencia de uso del condón, si existe bajo nivel de enamoramiento con la pareja. Así mismo, Uribe-Alvarado (2015), afirmó que la sumisión sexual, que puede ser un factor derivado del enamoramiento,  afectó  la  decisión  del  uso  del condón.

 

Otras escalas sobre género, pero que no tienen su traducción al español, se resumen en el compendio realizado por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés: United States Agency for International Development) y el proyecto C-Cambio (C-Change project, 2011), el cual contiene ocho escalas, de las cuales, cinco relacionan aspectos de género con la sexualidad: Comunicación de pareja en

la escala de sexo (CCSS, por sus siglas en inglés: Couple Communication on Sex Scale), evalúa el empoderamiento de la mujer para decidir cuándo tener o no sexo; Escala de Creencias de Género (GBS, por sus siglas en inglés: Gender Beliefs Scale), determina comportamientos riesgosos para virus de inmunodeficiencia humana (VIH), como es tener múltiples parejas sexuales; Escala de Hombres Equitativos de Género (GEM, por sus siglas en inglés: Gender Equitable Men), predice el uso del condón y contraceptivos, múltiples parejas sexuales y violencia de pareja; Escala de relaciones de género (GRS, por sus siglas en inglés: Gender Relation Scale), determina la actitud frente a expectativas y rol de género, toma de decisiones acerca del sexo y la reproducción y la familia, violencia, comunicación; y la Escala de Poder de Relaciones Sexuales (SRPS, por sus siglas en inglés: Sexual Relationship Power Scale), establece la violencia física y sexual, violencia íntima de pareja, uso de  condón  e  infidelidad   de  pareja.

 

Yago y Tomás (2013), elaboraron y validaron un cuestionario de anticoncepción y género, que evalúa la dimensión relacional; actitud de la chica en sus aspectos de sumisa, la identidad de género en su aspecto de maternidad, entre otros. Pero este cuestionario no está validado con población mexicana y sólo asocia el género en un ámbito específico de la sexualidad, que es la anticoncepción, dejando fuera otros  aspectos  de  prevención.

 

Sierra y col. (2007), adaptaron la Escala de Doble Moral Sexual (DSS, por sus siglas en inglés: Double Standard Scale) en población española. Se habla de doble moral cuando se considera que los varones tienen más derechos para el coito prematrimonial que las mu jeres. La escala evalúa actitudes machistas, y en esta aplicación española, los individuos que puntuaron alto en erotofobia y homofobia se identificaron con una doble moral sexual, además de mostrar actitudes más negativas hacia el preservativo (menos disposi-

ción a sugerir o usar condones durante sus relaciones sexuales). En general, los hombres mostraron más doble moral que las mujeres.

 

La escala no evalúa aspectos de género en los que se ven implicadas las mujeres (pasi-vidad, amor romántico, entre otros), sino sólo con actitudes machistas que afectarían a mujeres   de   manera  directa  o  indirecta.

 

Para población mexicana se tiene la Escala  de roles de género de Saldívar y col. (2015), la cual explora las percepciones hacia los roles, características y tareas particulares propias de varones y mujeres. En los resultados de la aplicación de la escala, en cuatro zonas de México: “los roles tradicionales femeninos, los roles tradicionales masculinos y la supremacía del varón, son temas recurrentes” (p. 2143). La escala, aunque aporta datos importantes sobre la actualidad de los roles tradicionales para ambos sexos, no hace diferencia entre estereotipos descriptivos y prescriptivos.

 

En este recorrido, las escalas analizadas resaltan aspectos como el de asertividad sexual, doble moral (actitudes machistas) asociada a actitudes sexuales, percepción hacia los roles, anticoncepción asociada al género, entre otros. Todos estos aspectos determinan la importante influencia del género como modelo normativo y resaltan la vigencia del modelo patriarcal, en específico, en lo relacionado con los procesos de socialización (vinculación afectiva en las relaciones de pareja y el establecimiento de relaciones sexuales). Sin embargo, desde la perspectiva de mandatos de género, haría falta identificar cuáles son las particulares restricciones o imposiciones que estarían permeando estos procesos, además de poder señalar las diferencias normativas en cuanto al género (femenino y masculino), y dimensionar los dos contextos particulares (vinculación afectiva y relaciones sexuales)  en  los  que  se  estructuran.

 

El objetivo del trabajo fue diseñar y validar un instrumento que permita evaluar la presencia de mandatos de género (aspectos heteronormativos desde una perspectiva tradicional-patriarcal) en hombres y mujeres, tanto en su dimensión relacionada con la sexualidad como en los aspectos de la relación con  una   pareja.

 

MATERIALES Y MÉTODOS

El diseño y validación de la Escala de Mandatos de Género sigue una metodología cuan-titativa, con un diseño transeccional analítico para validación de instrumentos (Ato y col.,

2013;  Sampieri,  2014).

 

Participantes

La Escala de Mandatos de Género se aplicó a un total de 345 estudiantes [188 mujeres (54 %) y 157 hombres (46 %)]. DeVellis (2016), señala que una muestra de 300, es adecuada para realizar un análisis factorial exploratorio. Se buscó que todos los sujetos calificaran su orientación sexual como heterosexual, para poder evaluar las dimensiones heteronormativas, que es una condición en términos teóricos de los mandatos de género. La edad media fue de 21.17 (DE = 3.17), de un rango de entre 17 y 30 años de edad. Este rango es representativo de la incidencia de ITS, como lo reportó la Secretaría de Salud (2015) en México, con el caso del virus del papiloma humano (VPH), cuya concentración de casos está entre los 20 a 24 años (850 casos) y los 25 a 44 años (3 643 casos). La muestra por conglomerados fue una selección de estudiantes de distintas universidades: públicas (2) y privadas (2) del municipio de San Luis Potosí. La selección por conveniencia de esta estratificación permite tener perspectiva homogénea acerca de las variables socioeconómicas, así como la del nivel educativo. La condición de estudiantes atiende a la hipótesis de a mayor acceso a la educación, debería disminuir la presencia de mandatos. Por lo que, la representatividad de los mandatos en estudiantes debería prevalecer y ser fácilmente encontrados en población general.

 

Procedimiento y diseño

La Escala de Mandatos de Género y la especificación de sus dimensiones se diseñaron tomando en cuenta las investigaciones de Lagarde (2005), respecto de los cautiverios im-puestos a mujeres por la cultura patriarcal, como son los mandatos sobre el cuerpo y la maternidad, así como las posteriores investigaciones acerca de los mandatos de género y mandatos sexuales de Briseño (2011); Yago (2011)  y  Bosch  y  col. (2013). La Escala de Mandatos de Género, después de la validación por expertos (en el tema de género y en el diseño de instrumentos), constó de un total de 107 ítems: 63 sobre mandatos de género (39 femeninos y 24 masculinos)  y 44 sobre mandatos sexuales (21 femeninos y 23  masculinos).

 

Se usó una escala tipo Likert de 5 puntos, que iba de 1 = Totalmente en desacuerdo; 2 = Moderadamente en desacuerdo; 3 = Ni en desacuerdo ni de acuerdo; 4 = Moderadamente de acuerdo;  y   5 = Totalmente  de  acuerdo.

 

Se pidió a cada participante que contestara de forma individual y de la manera más hones-ta. Se explicó que la información sería tratada de forma anónima, que las respuestas de-

bían ser seleccionadas según sus preferencias, ya que las preguntas describen emociones, pensamientos o posibles actitudes acerca de las relaciones de género y la sexualidad. La aplicación llevada a cabo se ajusta a las normas éticas sobre experimentación humana  de  la  Declaración  de Helsinki de 1975.

 

La validación de la Escala de Mandatos de Género tuvo tres momentos: primero se pro-cedió a eliminar los ítems que no tuvieran relación con el constructo mediante un análisis de homogeneidad con el índice de correlación de Pearson (se descartó los quetuvieron una r 0.30) y el Alfa de Cronbach (α), si el ítem es eliminado (se excluyó aquellos que puntuaron < 0.30 en la correlación ítem-Total corregida al realizar este análisis). Según lo recomendado por Lloret-Segura y col. (2014), se realizó primero un análisis factorial exploratorio con rotación Oblimin, usando Máxima Verosimilitud como método de estimación de factores, aunque ellos afirman que no hay rotaciones correctas o incorrectas, una u otra pueden producir efectos en los factoriales estimados y las correlaciones de factores, por lo que la sugerencia para tener una mejor decisión es poner a prueba distintas soluciones factoriales y elegir la solución más simple e informativa, según los criterios y la teoría revisada por el investigador. Después, se contrastaron los resultados de la primera rotación oblicua con los obtenidos por la ortogonal (Varimax). En ambos casos, se descartaron los reactivos que puntuaban menos de 0.4 de correlación entre ítems. Finalmente, se analizó la consistencia interna de la escala mediante el coeficiente  de  Alpha  de  Cronbach.

 

RESULTADOS

Del total de la población estudiada, el 80 % había tenido relaciones sexuales, y el 43 % tiene pareja actualmente. De la muestra de mujeres, el 68 % (128) había tenido relaciones sexuales, y de la de hombres el 94 % (148). El 60 % (114) de las mujeres tenía una pareja actual, mientras que los hombres solo el 21 % (33 casos) la  tenía.

 

En la primera fase del proceso de validación se eliminaron 21 ítems, según los procedimientos de índice de homogeneidad y al realizar el análisis de fiabilidad de Alfa de Cronbach cuando el ítem es eliminado. Considerando esta primera fase, la adecuación de la muestra se realizó a través de la prueba de Kaiser-Myer-Olkin y se obtuvo KMO = 0.897, y en la prueba de esfericidad de Bartlett se encontró X2 = 13 153 483 y un nivel de significancia P = 0.000. Estos resultados indicaron que el conjunto de datos es pertinente para la   aplicación   del   análisis   factorial.

 

Para la selección, acerca de la rotación más adecuada del análisis factorial, se tomó en cuenta el número de factores según lo propuesto por Lloret-Segura y col. (2014), que debe considerar: 1) criterios objetivos (que deben tomar en cuenta); 2) la interpretabilidad de la solución encontrada; y 3) la teoría departida. Se seleccionó con base en la teoría la solución que permite una mejor interpretación; para el caso de esta escala, fue cuando los factores reflejaban mandatos masculinos como femeninos, tanto los asociados al género como a la sexualidad. Se puede contrastar los resultados de las dimensiones obtenidas por la rotación ortogonal (Varimax) y por la Oblimin (Tabla 1). En ambas rotaciones se obtuvieron soluciones similares (Tabla 2). La principal diferencia es que la solución rotada Varimax mezcla los mandatos sexuales, ya que no distingue los masculinos de los femeninos. La rotación Oblimin distingue de manera más clara entre mandatos masculinos y femeninos, tanto en su referencia al género como a la sexualidad. Y en su solución se agrega la dimensión, no considerada por la rotación ortogonal, de la pasividad, que teóricamente es relevante para la interpretación. De esta manera, la rotación Oblimin se distingue como la más adecuada para la interpretación por cumplir los criterios de objetividad y claridad en la diferenciación de las dimensiones, lo que permitiría una me-jor   interpretación   de  los   datos.

 

 

El resultado factorial con rotación Oblimin convergió con ocho iteraciones. Después del análisis, los 86 ítems restantes se redujeron a 29 ítems, que obtuvieron un Alfa de Cronbach de  0.899.

 

La media del puntaje total de mandatos femeninos para mujeres fue de 36 (DE = 10.53), en relación con la de hombres de 44 (DE = 14.01). La media del puntaje total de mandatos masculinos para mujeres fue de 11 (DE = 3.8) y para hombres 14 (DE = 5.4). Para ambos casos las diferencias fueron significativas (P = 0.000). De manera general, los hombres promediaron mayor presencia de mandatos, tanto masculinos  como  femeninos,  que  las  mujeres.

 

La Escala de Mandatos de Género (29 ítems), quedó diseñada de la siguiente manera (Ta-bla 3): factor 1, corresponde a la dimensión teórica de mandatos sexuales femeninos, específicamente los relacionados con la pasividad, es decir, negación o ausencia de deseo sexual (ítems 97, 96, 91, 85, 86, 92 y 99); factor 2, corresponde a la dimensión teórica de mandatos sexuales masculinos y están relacionados con la potencia erótica (ítems 79, 80

y 71); factor 3, corresponde a la dimensión teórica de mandatos de género femeninos relacionados con el cuerpo (ítems 32, 54, 33, y 25); factor 4, corresponde a la dimensión teórica de mandatos de género femeninos relacionados con la predisposición al amor (ítems 35, 22, 36, 57, 29, 30, 18 y 20); factor 5, corresponde a la dimensión teórica de mandatos de género femeninos relacionados con la abnegación, asociada con ser buena y complaciente (ítems 55, 47 y 26); factor 6, corresponde a la dimensión teórica de mandatos de género masculinos relacionados con la virilidad (ítems 28,  27,  89  y  43).

 

 

La confiabilidad de los factores se resume en la Tabla 4, donde también se puede encontrar

el número de ítems que pertenecen a esa dimensión.

 

La escala permitió identificar tanto mandatos masculinos como femeninos, relacionados

con la sexualidad y la interacción social. El instrumento cuenta con tres dimensiones para los aspectos relacionados con la sexualidad y tres dimensiones que dan información sobre aspectos relacionados con el género (Tabla  5).

 

También, la escala permitió identificar la presencia de mandatos de género, y en que dimensión relacional se encuentra (de pareja o en la relación sexual), además de señalar la característica del modelo de género al que pertenece  (masculino  o  femenino).

 

DISCUSIÓN

Respecto a las características de la población estudiada, el que sean sexualmente activos, coincide con el inicio de la vida sexual (15 a 17 años) reportado por Uribe-Alvarado (2015) y Rivera-Rivera y col. (2016). La mayoría de las mujeres de este estudio, además de ser sexualmente activas, tienen una relación de pareja, lo que concuerda con lo obtenido por Rivera-Rivera y col. (2016), en donde las mujeres esperan que la relación sexual profundice la relación de pareja, no así los chicos, quienes buscan más el goce sexual. Uribe-Alvarado (2015), también encontró en su estudio una diferencia significativa entre la cantidad de parejas sexuales entre hombres y mujeres, siendo los primeros los que reportaron mayor cantidad. Los resultados indicaron que el instrumento final de 29 ítems, validado en las dimensiones que arrojó el análisis factorial, midió la presencia de mandatos de género con universitarios mexicanos. La escala presentó un coeficiente de confiabilidad (Alpha) adecuado (0.899), por lo que este instrumento pue-

de considerarse como una alternativa viable frente a otros que no están validados para población mexicana (Morkoff y col., 1997; Sierra y col., 2007; Yago y Tomás, 2013), o que ni siquiera tienen su traducción al español [United States Agency for International Development (USAID) y el C-Change Project, 2011]. Como se aprecia en la distribución de los factores, hay una presencia mayoritaria de mandatos femeninos (cuatro factores para mandatos femeninos y dos para los masculinos) (Tabla 3). El instrumento original de 107 ítems balanceaba cuatro dimensiones de mandatos de género femenino, tres dimensiones de mandatos de género masculino y dos dimensiones tanto para mandatos sexuales masculinos como femeninos. Esta diferencia puede hacer referencia a la invisibilización de masculinidades  (Schongut,   2012;  Marcos,  2015).

 

El instrumento retrata una generalidad de mandatos (sumisión, enamoramiento, predis-

posición sexual, entre otros), que afectan el comportamiento tanto de hombres como de mujeres, según lo propuesto por Lagarde (2005), lo estudiado por Díaz-Loving y Robles (2009); Bosch y col. (2013); Uribe-Alvarado (2013); Uribe-Alvarado  (2015) y  Saldívar  y  col. (2015).

 

Rivera-Rivera y col. (2016), reportaron que al inicio de las relaciones sexuales con penetración, las creencias de género tradicionales fueron un factor asociado negativamente con las mujeres (quienes buscan preservar el valor de la virginidad) y positivamente con los varones (quienes encuentran en la relación sexual una reafirmación de su masculinidad). El instrumento tiene ventajas con respecto de otros (Morkoff y col., 1997; Sierra y col., 2007; Yago y Tomás, 2013), ya que su diseño permite identificar distintos estereotipos prescriptivos (mandatos de género), y clasificarlos según el género al cual hacen referencia y el contexto en el que ejercen su prescripción (relación de pareja y relaciones sexuales). Respecto a la condición heterosexual que debía tener la población en términos de orientación sexual, cabe señalar que es coherente la propuesta teórica de los mandatos de género, pero también puede verse como una limitación del estudio. Sería importante para futuras investigaciones abordar el tema de la diversidad sexual (parejas homosexuales), cuyas normas culturales difieren en los ámbitos relacionales evaluados (relaciones de pareja y sexuales). Este mismo instrumento podría servir como primer punto de partida para identificar algunos de los mandatos, pero considerando  la  posibilidad  de  identificar  otros.

 

CONCLUSIONES

La validación de la Escala de Mandatos de Género permitió obtener un instrumento que mide la asunción de la heteronormatividad en relación al género, en su dimensión de vinculación con la pareja y la sexualidad en estudiantes universitarios en México. Los mandatos de género, tanto masculinos como femeninos, son estereotipos prescriptivos, y con la escala se tiene una clasificación de cada tipo de prescripción, es decir, es posible la identificación diferenciada de cada mandato, en su dimensión relacionada al contexto de la sexualidad, como al de la vinculación con la pareja. La estructura de la escala refleja la perspectiva particular de los mandatos de género, por un lado, se señalan los principales contextos en donde se estructuran lo modelos heteronormativos, y por otro, las dimensiones que hacen referencia a las particulares restricciones o imposiciones que estarían permeando los procesos de socialización en esos contextos en relación a las diferencias de género. Esto representó el principal reto y logro de la escala, poder capturar de manera diferenciada los núcleos en los que se estructuran los distintos mandatos. Así pues, variables como edad, cultura y trayectorias, deben ser considerados para futuras aplicaciones. La escala puede ser de utilidad para aplicarse en diferentes ámbitos donde se reconoce la influencia del género como un factor importante, como son los estudios de violencia y sexualidad (en este último los relacionados con conductas sexuales de riesgo). En el campo de los estudios relacionados con conductas de riesgo sexual, el instrumento permitirá reconocer los modelos de normatividad que se estructuran principalmente en torno a la sexualidad y la relación con la pareja, posibilitando la identificación del género como un elemento importante dentro de las acciones preventivas, frente a las infecciones de transmisión  sexual.

 

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