Procesos de construcción de
la identidad en jóvenes universitarios españoles migrados en el extranjero
Processes of construction
in Spanish university students migrated abroad
Francisco Entrena-Durán*, Rubén Rodríguez-Puerta
*Autor para correspondencia: fentrena@ugr.es/ Fecha de recepción:
8 de agosto de 2016/ Fecha de aceptación: 25 de octubre de 2016
Universidad de Granada, Facultad de Ciencias Políticas y
Sociología, Departamento de Sociología, C. Rector López Argueta S/N, 18071,
Granada, España.
RESUMEN
La
crisis económica iniciada en 2008 ha conllevado que el saldo migratorio
español, tras más de dos décadas siendo positivo, volviera a partir de 2011 a
ser negativo, como lo fue durante gran parte del siglo XX. Pero, a diferencia
de los emigrados de antaño, los actuales son profesionistas entre 25 y 35 años
y sin cargas familiares. El objetivo del presente artículo fue establecer cómo
los jóvenes españoles reconstruyen sus identidades a lo largo de sus procesos
migratorios y qué factores influyen en ello. Se realizaron una serie de
entrevistas en profundidad, encaminadas a obtener los relatos de vida de 15
jóvenes con experiencias migratorias en el periodo de 2008 a 2014. El análisis
de la información conseguida, siguiendo la Grounded Theory, posibilita la
determinación de tres categorías discursivas en la evolución de las identidades
de esta población migrante, las cuales se tipifican aquí como la españofobia
(rechazo de la sociedad española), la españofilia (añoranza de la sociedad española)
y la mutación a una nueva identidad híbrida, en la que los patrones culturales
de origen se entremezclan con los de la nueva sociedad donde residen. Las
sucesivas transformaciones en las identidades de los jóvenes migrantes, que se
tratan de conceptuar a través de dichas categorías, están influenciadas por una
serie de factores, tales como su nivel de conocimiento del idioma del país
receptor, su grado de habituación al clima de dicho país, el estatus social
logrado tras la emigración y las interacciones con la población autóctona,
entre otras. Por lo tanto, dichas identidades no son esenciales o estáticas,
sino construcciones sociales que se van definiendo y redefiniendo (construyendo
y reconstruyendo), según las situaciones de interacción (sociocultural y/o
psicológica) que el proceso migratorio propicia.
PALABRAS CLAVE:
Proceso migratorio, identidad, migración altamente cualificada, jóvenes,
adaptación.
ABSTRACT
The
economic crisis begun in 2008 caused that the migratory balance of Spain, after
more than two decades of being positive, in 2011 became again negative, as it
was for much of the twentieth century. However, unlike the emigrants of
yesteryear, today’s university emigrants are between 25 and 35 years old and
without family dependents. This article examines how these new Spanish
emigrants rebuild their identities during their migration processes and the
factors that influence them. For this purpose, in-depth interviews were carried
out with the aim of knowing the life stories of 15 young people with migration
experiences during the period from 2008 to 2014. The information obtained is
analyzed following the Grounded Theory method, which enables the
differentiation of three discursive categories in the evolution of the
identities of the young university emigrants. So, these identities are named
here as Spanish phobia (Rejection of Spanish society), Spanishphilia (longing
for the Spanish society), and the mutation to a new hybrid identity, in which
cultural patterns of origin are intermingled with those of the new society
where the migrants live. By means of the said three categories the successive
transformations in the identities of young migrants are conceptualized. In
turn, these transformations depend upon a series of factors, such as the degree
of knowledge that migrants have about the host country language, their degree
of habituation to the climate of that country, the social status they achieve
after migration, their interactions with the local population, among others.
Therefore, the above mentioned three identities are not essential or static,
but social constructions that are defined and/or redefined (built and/or
rebuilt) according to the situations of interaction (socio-cultural and/or
psychological) entailed by the migratory process.
KEYWORDS:
Migratory process, identity, highly skilled migration, young people,
adaptation.
INTRODUCCIÓN
La profunda crisis económica iniciada en 2008 y el elevado
desempleo ocasionado por ella, han causado que España, tras más de dos décadas
de saldo migratorio positivo, pasara a convertirse de
nuevo en un país de emigración, tal y como lo fue
durante una gran parte del siglo XX. De esta forma, el saldo migratorio español
volvió a ser negativo en 2011, cuando los flujos de salida superaron a los de
entrada en 50 090 personas, según datos
del Instituto Nacional de Estadística de España (INE, 2015). Este saldo migratorio negativo
se mantuvo en el año 2012, en el que 476
748 personas migraron al extranjero, frente a 314 358 que inmigraron. En 2013, persistió esta tendencia, siendo en dicho año España el
país europeo que experimentó más emigración:
un total
de 532 303 personas, de acuerdo a las
cifras del EUROSTAT (2015).
La economía de España está cada vez más inserta en el presente contexto de globalización, característico de la actual estructura internacional de
división del trabajo, del que forman parte un número
creciente de empresas del país (Sassen, 2007; Adecco,
2010; Pochmann, 2011; Brazier,
2012). Se trata de un contexto de altos niveles de paro (muy relacionados con las
continuas deslocalizaciones y/o
relocalizaciones empresariales), en el que se enmarcan
las actuales emigraciones, que
afectan sobre todo a los jóvenes más cualificados. De ahí, la expresión ‘fuga
de cerebros’ aplicada a estos
jóvenes (Ruiz, 2007; Santos, 2013; Flórez-Estrada
y col., 2015), muchos de los cuales,
a pesar de que tienen una formación universitaria, se ven abocados a salir al
extranjero en busca de trabajo o de los empleos en concordancia con su
formación que no encuentran en España. Estas circunstancias, que están en la
base de
la notable extensión de los sentimientos de indignación
y las movilizaciones de protesta juvenil
experimentadas en los últimos años en el país
(Standing, 2013; Lasheras y Pérez, 2014; Sanz y Mateos, 2014), han favorecido la generalización de la tesis de la existencia de una especie de sobrecualificación de estos jóvenes (Martínez, 2013;
Villar, 2014), a los que Navarro (2007) denomina como Jóvenes
Aunque Sobradamente Preparados (JASP). Los datos empíricos corroboran esta tesis. Así, el informe sobre migraciones de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) (García,
2009), muestra que España posee el nivel de sobrecualificación más elevado de los países de su entorno: el 22 % de los
universitarios, mientras que la media de la OCDE se sitúa en el 13.2 %.
La
crisis económica ha acrecentado las dificultades
para conseguir empleo, y ha elevado los niveles
de precariedad entre los jóvenes españoles. De ahí, que, ante la imposibilidad
de iniciar proyectos
estables de vida, esta población encuentre
serios impedimentos para lograr su emancipación familiar y se vea forzada a
retrasar la edad de contraer matrimonio o a posponer demasiado la decisión de
ser padres (De-Marco y Sorando, 2015). Por todo ello,
los jóvenes españoles (especialmente los más cualificados
que cuentan con un título universitario) son un
colectivo muy proclive a la movilidad geográfica y/o a la migración al
extranjero. Así lo indicaban los
resultados del Barómetro del Centro
de Investigacines Sociológicas (CIS, 2012), donde el 58.3 % de españoles con una edad comprendida entre los 18 y 24 años, y el 43.8 % de entre 25 y
34 años, estaban dispuestos a emigrar
a un país europeo. Asimismo, de los que manifestaban
preferencia por emigrar dentro de Europa, el 19.5 % poseía estudios primarios, mientras que este porcentaje se
incrementaba en un 45.1 % para aquellos con una
titulación superior, ocurriendo algo similar en los que estaban dispuestos a
trasladarse a un país fuera de Europa (13.4
% estudios primarios y 34.6 % estudios superiores).
En estas circunstancias, los debates se han centrado
prioritariamente en la cuantificación del número de jóvenes universitarios
españoles migrados al extranjero, pero no hay consenso respecto a ello
(Navarrete-Moreno y col., 2014; Domingo y Blanes, 2016). Por una parte, para
autores como González-Enríquez (2012), la emigración producida desde España
está protagonizada principalmente por inmigrantes que retornan a sus países de
origen a causa de la actual crisis económica, siendo relativamente escasos los
españoles autóctonos que migran al extranjero. Según esta tesis, el aumento de
españoles en el exterior, que reflejan las estadísticas, se debe sobre
todo al retorno de inmigrantes nacionalizados
españoles, así como al considerable incremento de ciudadanos españoles en
países latinoamericanos, producido por la aplicación de la Ley de la Memoria
Histórica (2007), publicada en el Boletín Oficial del Estado, núm. 310,
de 27 de diciembre de 2007, en la que se establecen medidas en favor de los descendientes de emigrados
y
exiliados que sufrieron persecución
durante la Guerra Civil (1936-1939) y la dictadura franquista. El considerable
impacto de dicha ley en Latinoamérica se debe
a que, si bien la misma tiene un carácter general y afecta por igual a los migrados
a cualquier país, el hecho es que
el 95.2 % de
las solicitudes procede de Latinoamérica y más
de la mitad de ellas fue recibida en los consulados de La Habana
(Cuba), en primer lugar, y Buenos Aires
(Argentina), en segundo término (Rebossio, 2012).
Por otro lado, González-Ferrer (2013) abrió un debate,
indicando que las estadísticas oficiales sobre
emigración se basan únicamente en las bajas padronales,
siendo sólo posibles si los emigrados se inscriben en los
consulados de España. Una
inscripción que, en la mayoría de los casos,
no llega a producirse por los costes
burocráticos y los nulos beneficios que conlleva. Por ello, las cifras anuales del Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE), del Censo Electoral de Residentes Ausentes (CERA) o de la
Estadística de Variaciones Residenciales (EVR),
no son indicadores precisos de cuántos
españoles
se marchan, ni de en qué momento lo hicieron.
Esta misma autora considera que la emigración
de españoles se está produciendo a un
ritmo bastante mayor del que muestran las fuentes disponibles, como así lo
patentizan las cifras de inmigración española publicadas
por organismos de Alemania (Bevölkerung und Erwerbstätigkeit. Statistisches Bundesamt) o el
Reino Unido (NINo Registrations
to Adult Overseas Nationals entering the
UK. Department for Work and Pensions), siendo estas cifras entre 4 y 7 veces mayores
que las que indica el INE de España.
Más
allá de los debates, en torno a la magnitud del
fenómeno migratorio, no existen estudios que, apoyados en sus propios
discursos, muestren como viven los jóvenes emigrados estos procesos migratorios, a qué obedecen, cómo se inician y con qué
dificultades chocan. Así, frente a la gran
cantidad de trabajos sobre cómo los inmigrantes que llegan a
España experimentan estas mismas cuestiones (Álvarez, 2012; Requena y Sánchez-Domínguez,
2011; Torres, 2014), son inexistentes
los estudios sobre los emigrantes que salen.
El objetivo de este trabajo fue conocer cómo los jóvenes universitarios españoles emigrados construyen y reconstruyen sus identidades a lo largo del proceso migratorio, y qué factores influyen en esa reconstrucción.
MATERIALES
Y MÉTODOS
Siguiendo a Bertaux (2005), se
considera que, a través del estudio conjunto de los relatos de vida, elaborados
por inmigrantes que a pesar de residir en lugares muy diversos (Uzbekistán,
Reino Unido, Suiza, Japón, Finlandia, Hungría, Alemania y Austria), viven
situaciones y mundos sociales equiparables, se podrá ir más allá de sus singularidades
y lograr una representación de los componentes colectivos comunes
a la generalidad de esas situaciones y mundos sociales.
A través del programa Skype, se hicieron por internet 30
entrevistas en profundidad a jóvenes de nacionalidad española, con edades entre
los 25
y los 35 años, en posesión de titulación universitaria y
trabajando en el extranjero, los cuales fueron
seleccionados por constituir en su conjunto una muestra significativa de la
realidad de la juventud cualificada española migrada al exterior. Las
entrevistas se realizaron durante los meses de noviembre y diciembre del año
2013 y
marzo de 2014, desde una sala habilitada en el Instituto de
Migraciones de la Universidad de Granada, España. La información
obtenida de las entrevistas se analizó siguiendo los postulados
del muestreo teórico, seleccionando información hasta
alcanzar la saturación teórica, la cual se obtuvo con las 15 entrevistas que se discuten
en este trabajo; entendiendo por saturación teórica el
punto en el que las nuevas entrevistas no aportaban información adicional relevante
de cara al análisis, cuya finalidad era la búsqueda de
regularidades y diferencias en los procesos de evolución y reconstrucción de las
identidades de los jóvenes universitarios españoles migrados al extranjero. En
las entrevistas se consideraron las siguientes variables: el sexo, el núcleo de
procedencia, la profesión desempeñada en el país de destino, el nivel de
estudios/profesión de los padres, el hecho de haber disfrutado previamente de
una beca de movilidad
en el extranjero, la experiencia migratoria de la
familia cercana, y el país de trabajo (Tabla 1).
Las entrevistas fueron grabadas mediante el programa Call Graph y transcritas
literalmente para su posterior análisis, empleando la Grounded
Theory (Teoría Fundamentada
en Datos), procedimiento útil para desarrollar categorías que muestren
las pautas más importantes en los datos. Así, aplicando el método de
comparación constante, basado en la búsqueda de similitudes y diferencias,
mediante el análisis de los incidentes contenidos en los discursos
(Trinidad y col., 2012), se llegó a la tipificación de tres categorías
fundamentales para explicar las transformaciones acontecidas en las identidades
de estos jóvenes a lo largo de sus procesos migratorios: la españofobia, la españofilia y la identidad híbrida.
RESULTADOS
Y DISCUSIÓN
En los jóvenes españoles estudiados, emigrados ante el
escenario de crisis económica y desempleo en que se encuentra España, sus
mundos y situaciones sociales son equiparables, como también lo es el hecho de
que todos ellos sean titulados universitarios. Sin embargo, interpretan sus contextos, construyen sus
estrategias y se insertan en la
sociedad de destino de maneras muy diferentes.
Procesos identitarios en los jóvenes emigrados
En su proceso de integración en la sociedad de destino, las
identidades de los jóvenes inmigrantes no permanecen estáticas, sino que se van
definiendo y redefiniendo (construyendo y reconstruyendo), según las
situaciones de interacción (sociocultural y/o psicológica) que dicho proceso
propicia. Se van configurando así diferentes formas de las identidades de estos
jóvenes, las cuales se desarrollan en función de cómo van apareciendo y resolviéndose los choques entre las expectativas imaginadas al
inicio del proceso migratorio y
las situaciones que realmente se encuentran, así como de la posición socio-laboral alcanzada, de la barrera idiomática o de la imagen construida de esos jóvenes y las subsiguientes
actitudes ante ellos mostradas por la sociedad receptora. A este respecto, las
identidades de los jóvenes españoles emigrados fluctúan entre lo que aquí se ha
tipificado como la españofobia, la españofilia y la mutación a una nueva identidad híbrida,
entre el mundo de partida y el de
acogida de índole más o menos cosmopolita, y que aparece
una vez que los jóvenes han sido asimilados
por la nueva sociedad (Tabla 2).
La españofobia como discurso adquirido en el contexto español
Con anterioridad a su ‘salto migratorio’, los jóvenes
universitarios han experimentado en España un contexto de
desempleo, frustración y pesimismo, lo cual
ha contribuido a propiciar entre ellos la emergencia y el desarrollo de
discursos españofóbicos, caracterizados por la
repulsión hacia una sociedad española que identifican con la corrupción, y vinculan el hecho de quedarse en el país
con la falta de futuro, la precariedad y la explotación laboral, la frustración
y la mala calidad de vida. Para estos jóvenes no emigrar supone fracasar, renunciar a las posibilidades reales que a su juicio ofrece su salida de España, tal y
como se muestra seguidamente: “En España
se notaba ese ambiente de malestar, todos mis amigos estaban parados, sin
dinero, sin futuro. Yo no quería seguir así, era un ambiente muy negativo
para mí, no me quedaba más remedio que marcharme” (E8, 26 años,
Leeds, West Yorkshire, Reino Unido, 12 de
diciembre, 2013); “La decisión
la tomé porque a nivel psicológico y
de mi vida personal en España estaba mal, yo veía que lo único que
no tenía, que me faltaba, era un trabajo. No lo encontraba, que pasaba un año,
que pasaba otro año, y otro año… y no encontraba trabajo,
no tenía nada que hacer, no tenía futuro en España, mi futuro lo había perdido.
Entonces la opción de emigrar cada vez se
me iba apareciendo como más real, a pesar de que yo nunca quería abandonar España, porque la emigración siempre es un
proceso muy duro para una persona, vaya a donde vaya o venga de donde venga,
entonces la idea cada vez se me iba haciendo más real y emigré” (E12: 28 años,
Londres, Reino Unido, 9 de marzo, 2014).
Por tanto, la españofobia es
común en los jóvenes anteriormente a su decisión de emigrar, y su aparición y
desarrollo está en consonancia con el ambiente de desempleo, pesimismo y
frustración en el que se desenvuelven sus
vidas en España. Por ello, la búsqueda de una
vida propia y la emancipación
familiar, a través de la consecución
de un trabajo, se convierten en los motivos principales
de su decisión de emigrar: “Tener la
independencia de poder vivir por tu cuenta para mi es algo muy importante, y en
España era algo que no podía hacer, ha mejorado
bastante mi situación, desde
que he salido de España hasta aquí, mi
situación ha mejorado muchísimo. Tengo estabilidad porque tengo independencia
sobre todo, porque yo en España vivía de mis padres, yo no podía vivir de mi
misma porque no podía conseguir un trabajo. Y aquí, ha sido un cambio radical,
porque he sentido que yo misma domino mi vida, tengo independencia y tengo toda
la estabilidad que busco” (E12: 28 años, Londres, Reino Unido, 9 de marzo, 2014); “Los españoles que
conozco son todos también licenciados universitarios que han venido aquí por la
misma razón por la que he venido yo, porque en España no tenían salida laboral,
no podían seguir desarrollando sus carreras y vinieron aquí, y aquí
la verdad es que han mejorado, porque por lo
menos han conseguido lo que todos vamos
buscando, un poco de estabilidad económica, y un poco tener la vida propia
nuestra ¿no?, es lo que vamos buscando” (E11: 32 años, Budapest, Hungría, 6 de
marzo, 2014).
Igualmente,
la decisión de emigrar es potenciada por las expectativas de mejora laboral,
económica y vital adquiridas en la sociedad
de origen. Estas expectativas se desarrollan en el imaginario de los jóvenes a
partir de sus conversaciones con otros migrantes y por la información, con
cierta frecuencia distorsionada, de los medios de comunicación de masas (Torres, 2014). Por una parte, a veces, los primeros tienden a exagerar o inventar
las situaciones que realmente viven, a la vez que a ocultar su pérdida de
estatus en el nuevo país. Por otra, dichos medios suelen ofrecer los arquetipos
de Alemania, el Reino Unido o Finlandia, como ‘paraísos’ para muchos jóvenes
cualificados, contribuyendo así a elevar desmesuradamente las
expectativas de los que deciden emigrar:
“La gente que entra en Facebook solicitando ayuda es prácticamente a diario,
entonces sí que yo intento que la gente no se deje llevar por la impresión que
se tiene de Finlandia en España, porque no tiene mucho que ver lo que te
cuentan allí con lo que es la realidad aquí, hay mucha gente que piensa que
aquí es fácil tener un sueldo alto. Luego están los que han visto
[informaciones televisivas sobre] la educación en Finlandia, y hay gente que se
les va la cabeza tanto que pretende venirse aquí solamente por darle una mejor
educación a sus hijos y… bueno, venirse a Finlandia solamente porque el sistema
educativo de aquí te han dicho que es mejor que allí es sencillamente una
locura” (E10: 31 años, Helsinki, Finlandia, 17 de diciembre, 2013).
Redefinición del
discurso españofóbico hacia la españofilia
Una
vez que se produce la llegada al país receptor
comienza el proceso de redefinición de la identidad y de los discursos que la
sustentan (Figura 1). De esta forma, el original discurso españofóbico
puede evolucionar hacia el españofílico, a medida que
los jóvenes emigrados experimentan el choque con la nueva situación
socioeconómica y cultural. Esto les lleva a sentirse entre dos realidades: la
de origen y la de las dificultades y barreras propias del inicio migratorio, lo
que les suele incitar a añorar el confort, la familia y las relaciones sociales
primarias que dejaron atrás. Se desarrolla así el discurso españofílico,
como mecanismo de defensa ante la tensión y el desconcierto
inicial que provoca la emigración (Orozco,
2013): “Cuando llegas te agarras a un clavo ardiendo y estás
todo el rato pensando en tu casa, en tus amigos,
en tu familia, te das cuenta de todo lo que has dejado atrás” (E2: 31 años,
Southampton, Reino Unido, 7 de noviembre,
2013); “En España tenía una vida social
muy grande, tengo allí muchos amigos, salía, entraba, y estaba siempre ocupado,
y me la pasaba muy bien. Aquí llegas y es una vida desde cero, sin conocer casi
gente, sin conocer a nadie, entonces empezar de cero siempre es difícil y va
más lento. Quizás allí en España era un poco mejor en el sentido de que llevaba
muchos años y lo tenía todo hecho, aquí me lo estoy haciendo ahora” (E11: 32
años, Budapest, Hungría, 6 de marzo, 2014).
Se produce una profunda modificación de los referentes sociales e individuales de los jóvenes emigrados,
confrontados a obstáculos como la
barrera idiomática, la discriminación o el choque cultural. Ello provoca que,
al inicio del proyecto migratorio, aunque desde la distancia, sigan vinculados
mentalmente a sus orígenes, por lo que tratan de buscar un entorno inmediato
similar al que dejaron atrás: “Yo vine aquí pensando en juntarme
poco con españoles, luego cuando llevas un tiempo ves que los necesitas, porque encima de que no hablas
muy bien inglés, pues cuando vas a una reunión sólo de inglés, te ves un poco…
no sé, no rechazado, pero que no te enteras de las cosas y aquí estamos en
Hungría. Entonces cuando me junto con muchos húngaros, entre ellos hablan
húngaro, y a veces te sientes un poco rechazado, entonces al final acabas buscando españoles” (E11: 32 años,
Budapest, Hungría, 6 de marzo, 2014). La identificación se produce con el endogrupo formado por otros españoles
emigrados: “Al principio nos ayudó mucho conocer
más españoles en Uzbekistán, creamos un grupo interno de
expatriados en el que nos movemos, donde seguimos las costumbres, fiestas y
también las tradiciones propias de España”
(E7: 35 años, Tashkent,
Uzbekistán, 10 de diciembre, 2013). En estos discursos españofílicos
la estrategia de adaptación no pasa por asimilarse a la cultura mayoritaria
receptora, sino por arroparse en un grupo de iguales formado por otros
españoles emigrados, donde se intenta mantener las costumbres
españolas, o por lo menos se trata de seguir reproduciendo las mismas en el
nuevo escenario vital; es decir,
se tiene aquí un caso de lo que se podría tipificar como reterritorialización
de esas costumbres (Reyes, 2011).
Entre
las razones que favorecen el desarrollo de estas
actitudes españofílicas y/o de refugio, entre otros españoles emigrados,
estaría la discriminación o estigmatización, por parte de la sociedad receptora, relacionada a menudo con la
dificultad de superar las barreras idiomáticas: “No creo que esté aceptada,
pero no por ser española, es porque
mi inglés no es muy bueno…, bueno ahora es
mejor, pero por ejemplo, cuando yo vine aquí,
mi jefa yo creo que era racista en general con todos los extranjeros, porque a los ingleses no
les gusta la gente que habla otro
idioma y que no hablan inglés,
entonces se ponen muy agresivos y no
están acostumbrados a aprender otro idioma, están
acostumbrados a que todo el mundo hable inglés;
entonces no se esfuerzan en hacer que
entiendas nada” (E8: 26 años, Leeds, West Yorkshire,
Reino Unido, 12 de diciembre, 2013); “Si
te puedo decir que pasan de ti y no quieren seguir
hablando contigo, porque se dan cuenta de
que no entiendes su inglés y no se quieren esforzar.
Veo rechazo en el idioma, porque ellos están
acostumbrados a que todo el mundo hable inglés
y lo hablen bien” (E9: 31 años, Leeds, West
Yorkshire, Reino Unido, 15 de diciembre, 2013).
Estas barreras son propias del
inicio migratorio y de la primera etapa de adaptación a la nueva sociedad, donde
la cultura mayoritaria (dominante), tanto directa como indirectamente, obliga a
los jóvenes a asimilarse, comenzando así el proceso de aculturación. La manera
en que, en cada caso, se afronta y se resuelve el choque con estos obstáculos
iniciales será fundamental en la reconstrucción de la identidad de los jóvenes
emigrados y en la posibilidad de su regreso o no a España.
Potenciación de la identidad españofílica
y posibilidad de retorno
Durante el proceso migratorio
cada emigrado se ‘reinventa’ según las condiciones de llegada, el choque entre
las expectativas albergadas y el contexto que realmente encuentra y sus
percepciones y valoraciones de ese contexto. Este proceso de adaptación es
clave en la evolución de su identidad y en la posibilidad de retorno (Martín,
2004). Existen una serie de factores contextuales que inciden sobre la
identidad, y que, si no son superados en el proceso de adaptación, pueden
culminar en el desarrollo de una fuerte identidad españofílica y en el retorno
a España. Entre estos factores destacan: conseguir un empleo poco cualificado y
por tanto sufrir una pérdida de estatus social, no llegar a superar la barrera
idiomática, dificultad para resistir el clima del nuevo entorno o ser
estereotipado negativamente por la sociedad receptora.
Mantener un empleo poco
cualificado y mal remunerado, durante un periodo largo de tiempo, indica una
pérdida de estatus social tras la emigración. Ello ocasiona un conflicto
interno derivado del choque entre las expectativas albergadas en España y lo
que realmente encuentra el emigrado en la sociedad receptora, lo cual suele
incrementar la identidad españofílica, como defensa ante la frustración
generada en el nuevo contexto.
En segundo lugar, está la
barrera del idioma que, como hemos visto anteriormente, supone un fuerte
obstáculo por la ‘discriminación idiomática’ que provoca. El proceso de
aculturación/asimilación pasa por el correcto aprendizaje del idioma, lo que
contribuye a debilitar las tendencias hacia la españofilia; es decir, las necesidades
de buscar apoyo en un endogrupo de relaciones primarias, conformado básicamente
por otros españoles emigrados. Contrariamente, la no superación de la barrera
idiomática suele llevar al reforzamiento de las actitudes y el discurso
españofílico. A menudo, la escasez de tiempo, debido a las largas jornadas de
trabajo, no favorece el contacto con la población autóctona y, por lo tanto, no
ayuda a dicha superación: “En el trabajo tengo un idioma intermedio, pero en el
momento que salgo de ahí no hablo prácticamente nada… o sea, un nivel
totalmente básico, una vez que salgo del trabajo tengo poco tiempo para
relacionarme con la gente, y en el trabajo el idioma que se aprende es poco,
son palabras relacionadas con el trabajo, pero no como para mantener una conversación”
(E10: 31 años, Helsinki, Finlandia, 17 de diciembre, 2013).
Otro aspecto que dificulta la
adaptación es el clima, factor principalmente señalado por jóvenes migrados a
países de clima frío y nublado (Hungría, Finlandia o Reino Unido). Este clima
afecta incluso al estado anímico y a la salud psicológica de estos inmigrantes
procedentes de un entorno cálido y soleado como el español: “Cuando vives en
países como este (Finlandia), donde es prácticamente invierno todo el año,
llueve constantemente, hace frío, no ves el sol, eso empieza a afectarte
personal y psicológicamente. No tiene nada que ver con España, en España podías
hacer vida social, pasear por la calle, aquí la gente no sale, el tiempo impide
las relaciones en la calle, divertirse, salir, aquí es imposible” (E10: 31
años, Helsinki, Finlandia, 17 de diciembre, 2013).
Finalmente, otro de los
factores principales (junto con la calidad del empleo encontrado y cómo ello
afecta al estatus social), que inciden en la reconfiguración de la identidad de
los jóvenes emigrados, es la percepción que se tiene de la sociedad española en
la sociedad receptora. Así, una imagen estigmatizada de dicha sociedad
dificulta la autopercepción y la autopresentación en el nuevo entorno del joven
español migrante, en tanto que éste puede tender a verse y presentarse a sí
mismo condicionado por cómo siente que lo ven en el país donde trata de
establecerse (Goffman, 2001). La suma de todos estos factores puede generar una
españofilia extrema, una nostalgia y deseo de retornar a España que sólo es
frenado por la crisis económica que atraviesa el país: “Me gustaría volver a
España, llevo ya muchos años aquí y parece que esta etapa se tiene que acabar,
pero me frena la crisis, la situación de España, el miedo a la inestabilidad,
por eso prefiero esperar y posponer mi vuelta” (E3: 25 años, Suiza, 10 de
noviembre, 2013).
Proceso de aculturación: refuerzo de la españofobia o mutación a una nueva identidad híbrida
El proceso de resistencia y
superación, de las barreras propias del inicio migratorio, conlleva a una
gradual asimilación al espacio geográfico y social de la sociedad de destino.
Ello implica una modificación de los referentes territoriales y culturales que
sustentan la propia identidad, la cual se reconfigura y relocaliza en ese nuevo
espacio; es decir, experimenta una especie de reterritorialización (Calderón y
Szmukler, 2000; Merino, 2008; Entrena-Durán, 2012). Este proceso puede llegar a
su punto álgido una vez que el emigrado ha pasado una larga etapa (6 a 7 años),
en la sociedad receptora. Tal periodo de tiempo supone una fuerte desadaptación
a la cultura y forma de vida españolas, de tal manera que, cuando el emigrado
retorna ocasionalmente, se siente fuera de sitio y no encuentra su lugar: “Una
etapa de 2 o 3 años en un país extranjero es fundamental, es buenísimo para
cualquier persona, aprendes un idioma, te abres, conoces otra gente, conoces
otra cultura, pero lo que pasa es que también llega un momento que cuando ya
pasas de los 6 o 7 años…, ya te desadaptas al modelo español de vida, y cuando
vuelves a España no te encuentras cómodo tampoco, entonces también hay un
momento en el que hay que saber volver a España” (E1: 35 años, Tashkent,
Uzbekistán, 3 de noviembre, 2013); “Al volver a España me siento rara, perdida,
fuera de lugar, como si fuera una turista o una inmigrante dentro de mi propio
país. Todo se me hace raro y desconocido, me siento como una alemana que visita
España”(E13: 25 años, Friburgo, Alemania, 13 de marzo,
2014). Este comportamiento de los jóvenes españoles guarda una estrecha
relación con el manifestado por los jóvenes migrantes que retornan a la
localidad de Atencingo en Puebla (México). En ambos casos, la pérdida o
debilitamiento de la red social del migrante que retorna ha sido reportada como
una de las causas que dificultan la reinserción del joven migrante en la
sociedad a la que trata de volver (Espinosa-Márquez y González-Ramírez, 2016).
En el proceso de aculturación
se puede acabar desarrollando una identidad híbrida, cuya formación no depende
únicamente del dilema de pertenencia subyacente al binomio origen-destino, sino
también de la multitud de espacios en los que interactúa el migrante (relación
con la familia y los amigos de España, a través de internet, con migrantes de
otros países, con personas del país receptor, entre otros). Todo esto
contribuye a que el migrante transite hacia una nueva identidad, cuyo grado de
integración en la sociedad receptora contrasta claramente con el de la
identidad españofílica. En ésta, ante la frustración y el choque con la nueva
realidad, el emigrante tiende a replegarse en una supuesta mismidad e identidad
originarias, a las cuales acaba por idealizar y mixtificar.
A diferencia de lo anterior,
el inmigrante que ha adquirido la referida identidad híbrida no se siente
anclado a un único territorio, sino que se percibe a sí mismo, algo así como
perteneciente a todas partes; en suma, participa de esa especie de
cosmopolitismo, que conlleva la adquisición de identidades globales, un tanto
desterritorializadas (Granado, 2012; Peña, 2012). Unas identidades que, por lo
tanto, se caracterizan por la pérdida de la relación ‘natural’ de la cultura
que las sustenta con determinados territorios geográficos y sociales
(Appadurai, 1996; Tomlinson, 1999; García-Canclini, 2001). Por ello,
conceptualmente, hablar de desterritorialización conlleva también hablar de
aquellas tendencias, derivadas de la globalización, que tienden a diluir la
relación existente entre cultura y territorio, que tradicionalmente ha sido inherente
a la idea del Estado-nación. Todo ello está en la base de la formación de esas
identidades desarraigadas de su territorio de origen (o sea,
desterritorializadas), a las que se ha hecho referencia antes, manifestaciones
de las cuales se muestran en los comentarios siguientes de algunos de los
entrevistados: “Reino Unido es un lugar muy cosmopolita, conoces a gente de
Francia, Alemania, Italia, muchos españoles (…). Eso te hace desarrollar una
identidad y una forma de ver las cosas muy diferente, te conviertes en algo
menos español y más mundial, más multicultural, es algo difícil de explicar”
(E5: 32 años, Edimburgo, Escocia, 17 de noviembre, 2013); “Muchas veces me
preguntan que de dónde soy, y a veces le contesto a la gente que del mundo,
porque, tampoco tengo como una, que no estoy ahí como enraizada en un sitio, no
sé cómo explicarlo” (E13: 25 años, Friburgo, Alemania, 13 de marzo, 2014).
Así, aparece una nueva
identidad del migrante, caracterizada por una desterritorialización (física e
incluso mental) y por la construcción de un imaginario, según el cual se
autopercibe a sí mismo como perteneciente simultáneamente a dos mundos: el de
su propia sociedad de origen y el nuevo mundo de acogida, más abierto y
cosmopolita, el cual ofrece infinidad de espacios sociales diferentes con los
que identificarse. Esto genera, a veces, incertidumbres y crisis de identidad:
“Llega un momento que no sabes quién eres, no sabes a qué lugar perteneces,
cuál es tu sitio (…). Estás entre el aquí y el allí, sin saber que pasará y
dónde estarás mañana” (E10: 31 años, Helsinki, Finlandia, 17 de diciembre,
2013). Se manifiesta en estas palabras un sentimiento de desarraigo, de no
pertenecer a ningún sitio. Ello constituye una situación muy propicia para el
desarrollo de sensaciones de anomia y/o de falta de referentes claros a los que
aferrarse. No obstante, en los casos en que esta situación se supera de una
forma que podría ser tipificada como ‘exitosa’, es cuando se afianzan más las
actitudes y las identidades de índole cosmopolita. Otro aspecto de la identidad
de este tipo de migrante es el ‘vivir a corto plazo’. El hecho de dejar atrás
un entorno social ya construido (familia, amigos, hogar…) y la antedicha falta
de referentes claros de identificación, le incita a no tener un proyecto de
vida definido (dudas ante el retorno o la reinmigración), por lo que tiende a
actuar según una visión cortoplacista: “Cuando emigras aprendes a no tener
proyectos a largo plazo, tu vida gira en torno a la incertidumbre, no sabes
cuánto tiempo estarás fuera, si volverás o no, cuándo volverás, no puedes
pensar en el largo plazo, aprendes a vivir el día a día” (E12: 28 años,
Londres, Reino Unido, 9 de marzo, 2014).
No se puede afirmar que el
proceso de aculturación genere inevitablemente la antes referida cosmopolita y
más o menos desterritorializada identidad del migrante, ya que ciertos hechos
pueden provocar una asimilación a la sociedad de destino, a la vez que tiene
lugar el fortalecimiento de una identidad españofóbica. Esto puede ocurrir
cuando, tras la emigración, tiene lugar una excepcional mejora de la situación
socioeconómica y personal (en comparación con los demás españoles emigrados),
lo que provoca que algunos emigrados traten de distanciarse de su origen y de
sus compatriotas, en vista de la desfavorable posición de muchos de los otros
inmigrantes españoles en la jerarquía social de la sociedad receptora (Veredas,
1999; Martín, 2004): “Yo no me considero española, no me gustan los españoles
que hay por aquí, son unos vagos, se conforman con poco, solo saben juntarse
entre ellos. Yo tengo un puesto más alto, no he venido aquí a fregar platos
como los demás, yo soy más británica, más de aquí” (E2: 31 años, Southampton,
Reino Unido, 7 de noviembre, 2013). En este último discurso se percibe una
estrategia similar a la del ‘síndrome del nuevo rico’ (Veredas, 1999); es
decir, cuando el inmigrante cualificado ha conseguido en el extranjero una
posición social acorde a su preparación, se produce un cambio en su sistema de
referencias valorativas en cuanto a la autopercepción, enfatizando la clase
social y la posición laboral alcanzada, a la vez que manifestando ideas y/o
actitudes que rayan ese ‘fervor’ característico, con el que muchos conversos
rechazan sus identidades originarias y se aferran de manera casi
fundamentalista a su nueva situación socioeconómica y cultural. En consonancia
con ello, estos migrantes terminan modificando su percepción del país de origen
e interiorizando el rol de ‘talentos perdidos’ para ese país, al que responsabilizan
de ello: “La verdad es que España está desaprovechando a sus jóvenes, somos
personas muy preparadas que estamos trabajando para otros países, es una
pérdida de capital y un rechazo a unos jóvenes muy preparados” (E10: 31 años,
Helsinki, Finlandia, 17 de diciembre, 2013).
Sin embargo, lo que sí
comparten ambas identidades (la españofóbica y la aquí definida como una nueva
identidad híbrida del migrante), es que tienden a afianzarse después de un
largo periodo del migrante en la sociedad receptora; sobre todo, cuando ello
acaba propiciando un proceso de aculturación, lo que anula prácticamente la
posibilidad de retorno en los discursos construidos por los migrantes que
participan de esas dos identidades: “Cuando pasas mucho tiempo fuera te desadaptas,
si te estás cinco o seis años en otro lugar, ya te cuesta volver, te olvidas de
tu país, de su ritmo de vida, te sientes un extraño a la vuelta, entonces
comprendes que puede que ya no haya retorno” (E1: 35 años, Tashkent,
Uzbekistán, 13 de marzo, 2013).
La superación de las barreras
propias del inicio migratorio y del choque cultural, tras la llegada a destino,
acaban dando paso a un proceso de asimilación a la sociedad receptora que suele
conllevar que la migración adquiera el carácter de no retorno.
CONCLUSIONES
Los jóvenes universitarios,
que se ven impelidos a emigrar, no cuentan con dos requisitos esenciales para
asegurar su paso a la condición de adultos: un proyecto vital propio y un
empleo duradero que les permita llevarlo a cabo. De ahí, que estos dos factores
sean las causas principales que originan las migraciones cualificadas. A lo
largo de su proceso migratorio, los jóvenes se enfrentan a diversos escenarios
que inciden sobre sus estrategias de adaptación, sus identidades y los
discursos que sustentan las mismas. La identidad españofóbica puede comenzar a
ser redefinida tras experimentarse la toma de contacto del emigrado con la
cultura diferente de la nueva sociedad, lo que se debe, principalmente, a las
dificultades para superar las barreras migratorias (idioma, choque cultural,
discriminación, entre otras) y a la pérdida de los vínculos relacionales y los
referentes sociales de tipo primario (en particular, con sus amistades y
familiares). Ello provoca en el emigrado una reorientación de su identidad
hacia la españofilia como manifestación de su nostalgia y consiguiente búsqueda
de un entorno social inmediato de algún modo similar al que se dejó atrás. La
manera en que se encaran y superan o no estos obstáculos es clave en la
reconstrucción de la identidad del migrante y en la posibilidad o no de su
retorno. La no superación implicaría una posición españofílica extrema que
incrementaría la posibilidad de retorno, mientras que la superación daría lugar
a un proceso gradual de aculturación. Este proceso comenzaría tras una etapa
más o menos larga en el país de llegada, lo que conllevaría un progresivo
distanciamiento de la cultura española, pudiéndose generar, ya sea una especie
de sensación de desconcierto o anomia, motivada por la gran diversidad de
escenarios y marcos sociales con que puede encontrarse el emigrado a una gran
ciudad, o bien una identidad híbrida, entre la de la sociedad de origen y la de
destino, o incluso se llega a producir la asimilación a la cultura receptora o
la constitución de una identidad más abierta y cosmopolita. De todos modos, en
la etapa de aculturación, la identidad puede ser redefinida en función del
mayor o menor grado de integración alcanzado en la
sociedad receptora, así como del prestigio social de ello derivado. Por
ejemplo, conseguir un empleo acorde con el nivel de cualificación de la persona
emigrada y con un salario elevado (persona que de esta forma ve cumplidas sus
expectativas migratorias) podría tender a afianzar una identidad españofóbica
como forma de defensa de la nueva posición social lograda, y como un modo de
identificarse (asimilarse) con la nueva cultura de acogida. Sea como fuere, no
se debe olvidar que las antedichas españofobia, españofilia o la mutación hacia
una nueva identidad híbrida, son sólo distintos ‘tipos ideales’ (en el sentido
weberiano) de configuración de las identidades de los emigrados. En cualquier
caso, los referidos tipos de identidad, así como los respectivos discursos que
las sustentan, no son realidades esenciales o estáticas claramente
identificables en determinados tiempos y lugares del proceso migratorio, sino
que han de ser vistos sólo como meros referentes o prototipos, construidos aquí
con el fin de analizar cómo se forman y evolucionan las identidades de los emigrados
a lo largo de dicho proceso.
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